25 | Una opción... ¿equivocada?

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¿Debería intentar de hablarles hoy? ¿O debería esperar a que las cosas se calmen un poco?

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¿Debería intentar de hablarles hoy? ¿O debería esperar a que las cosas se calmen un poco?

No siento que las disculpas que tengo que dar tengan que venir acompañadas de espacio. Si Bárbara o Takeshi se hubieran comportado como yo me comporté con ellos, apreciaría que se dieran cuenta de su error y presenten sus disculpas sobre la mesa lo antes posible. De lo contrario, puede que el silencio sea malinterpretado.

Mientras trataba de recuperar la sobriedad, pasé toda la noche tirado en la cama del cuarto de hotel que me alquiló Tanya Watts. El recuerdo de cada cosa que dije taladraba mi cabeza:

«¡Son una mierda! ¡Ustedes son una puta mierda!»

«Eres una arpía mentirosa, Bárbara. Te odio. Te odio».

«Si tan amigos fueran, no se rendirían conmigo».

Desearía no haberlo hecho, pero ya no puedo deshacer mis acciones ni mis palabras. Hace tiempo que vengo tratando de controlar mis impulsos negativos, la sensación de que todas las personas a mi alrededor conspiran en contra mío, y de que, sin importar lo que haga, acabaré solo y no querido por nadie. De no haber sido por el baldazo de agua fría que representó la aparición de Tanya en la azotea, ¿quién sabe qué podría haber pasado?

Me asustó saber lo mucho que había perdido el control.

Quizás Tanya, con esa personalidad imponente que me llamó la atención desde el segundo uno, pueda ayudarme a recobrar lo que perdí, porque no quiero volver a tocar el fondo que toqué. Cuando alejé y maltraté a los chicos en el aeropuerto, contrario a lo que pensé que iba a pasar después de hacerlo, sentí que... no me quedaba nada. Que podía irme y el resto no lo no notaría.

No dejo de tener miedo. Cada palabra, acción, mirada y respiración viene cargada con una combinación de culpa y dolor. Sé lo mucho que los lastimé, no solo este fin de semana, si no en las incontables semanas en las que di por sentado la presencia de los tres porque estaba muy enfrascado en mis propios problemas.

Sin embargo, ahora entiendo que, incluso estando aterrado, no puedo seguir así.

—¿Barb? ¿Take? ¿Están ahí? —digo al mismo tiempo que toco la puerta de su habitación.

Después de la carrera de Isaac —en la que casi me desmayo de los nervios por verlo sufrir tanto— Tanya nos invitó a todos a un restaurante para que disfrutáramos el logro de su hijo antes de su partida. Todos hicimos el mejor esfuerzo para que fuera un lindo recuerdo juntos, sobre todo luego de todo lo que Isaac tuvo que pasar para poder terminar la maratón. No pude hablar con él y en la comida solo compartimos miradas. Me alivió saber que, cuando mis ojos se encontraban con los suyos, no encontré la rabia que hallé en los de Bárbara y Takeshi, quienes no me dirigieron la palabra en el tiempo que estuvimos juntos. Tanya, en tanto, siguió analizándome a cada segundo, como reiterando sus dichos de la noche anterior con solo expresiones. Una especie de «si vuelves a lastimarlo, te mato».

(Trans)parenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora