«Nadie tiene el poder de detener a otro de ser uno mismo. ¿Quién nos impide ser?»
Isaac y Finn son vecinos en los dormitorios de la universidad, pero no se conocen en persona. Debido al fino grueso de las paredes, pueden escuchar todo lo que el otro...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
No entiendo las Matemáticas.
Primero que nada, ¿a quién le importan? ¿A quién se le ocurrió que se necesitan números, fórmulas y cálculos para diseñar una nave espacial? O sea, de entre todas las cosas geniales que hay para estudiar, las mayores creaciones necesitan de las estúpidas Matemáticas para subsistir. Detesto que sean una ciencia exacta, que no permitan interpretaciones ni variaciones a lo que ya tienen definido, y que las características de cualquier tema que uno aprende sean tan blanco y negro.
En especial cuando ya me he dado cuenta de que nada en este mundo es así.
—Puedes meterte tus logaritmos por donde no te da el sol, Dra. Godoy —digo cuando me canso de prestarle atención a los videos de la profesora, que se confunden con las canciones que estoy escuchando del otro lado de la pared.
Se ve que mi vecino está en un concierto de Coldplay, porque canta como si estuviera arriba del escenario. Mi malestar encaja perfecto con la desaparición de mis auriculares, lo que hace imposible que pueda combinar Matemáticas y concentración. Recuerdo nuestra acalorada conversación de hace unos días, que terminó con gritos de dudosa amabilidad intercambiados, y me pregunto qué me detiene de quejarme de su música también.
¿Él no me quiere escuchar gemir? Bien, yo no lo quiero escuchar cantando Hymn for the Weekend por tercera vez en la última hora.
—¿Puedes bajar la música, por favor? —pregunto, tratando de sonar civilizado.
Mi vecino le da pausa por un segundo.
—No.
Coldplay vuelve a sonar a todo volumen.
—¿Me estás cargando?
La canción se detiene.
—No.
Nuevamente, mi vecino reactiva Hymn for the Weekend.
—¿Cuál es tu problema? Por favor, solo quiero estudiar...
Por enésima vez, Coldplay se entromete en nuestra charla. Escucho como unos pasos se acercan hacia mi pared.
—¿Mi problema? ¿Cuál es tu problema? —Hace un particular hincapié en el tu—. Son las seis de la tarde. Las horas de silencio en los dormitorios no empiezan hasta las diez de la noche. Si quieres estudiar, ve a la biblioteca, como hace la gente normal.
Bufo. Por supuesto que nada de lo que tenga que ver con mi vecino se va a resolver de forma pacífica.
—No hables de mi normalidad. Tú eres el que escuchó esta canción cinco veces en la última hora —ataco, perdiendo la poca paciencia que tenía desde que comencé a hablarle. ¿Por qué siempre acabamos discutiendo? Yo no discuto con nadie.
—Es una canción excelente, como todas las de Coldplay —me dice, bajándole el volumen solo un poco.
—Sí, pero el que no es excelente cantándola eres tú. Me haces doler los oídos.
