15 | Ahora o nunca

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—Te voy a tirar la puerta abajo si no me abres, ¿oíste?

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—Te voy a tirar la puerta abajo si no me abres, ¿oíste?

Están parados afuera de mi habitación hace quince minutos y todavía no hablé con ellos. ¿Tengo la fuerza para hacerlo?

—Finn, ya pasaron tres días. No puedes seguir encerrado en tu cuarto. Solo queremos saber cómo estás —dice Bárbara con un dejo de cansancio.

Es increíble lo mucho que me he acostumbrado a juzgar el estado de otras personas solo con reconocer el timbre de sus voces. Supongo que, después de conversar por semanas a través de las paredes, mi vecino hizo que adquiriera una nueva habilidad perceptiva.

Lástima que es un rasgo inútil para sacarme de la cama y darme energía para volver a clases.

—¿La ley del silencio? ¿En serio? ¿No vas a contestarnos? —Takeshi eleva su grado de indignación a cada pregunta que pronuncia—. Apuesto a que si te contamos por qué vinimos seguro nos abres antes de que pueda terminar la próxima frase, sinvergüenza...

Espero que mis amigos sepan que este no es un intento de dramatismo innecesario. Incluso tras haber escuchado la historia de Isaac y de que sintiera que mi relación con él no se había ido por la borda todavía, la depresión que reina en mí tras el ataque de mis padres es perpetua.

Estoy solo con mis pensamientos. Solo en una cabeza que no deja de mostrarme los peores escenarios y que, en vez de ser mi aliada, se esfuerza por anclarme a esta cama barata y llenarme de una tristeza imposible de eludir. Isaac dice querer ayudarme, okey. ¿Pero qué es lo que puede llegar a hacer él? ¿Va a cambiar la transfobia de mis padres? ¿Me hará sentir menos miserable? ¿Cómo podría? Takeshi y Bárbara lo han intentado, pero siempre que trataron de acercarse al tema, los alejé hasta convencerlos de que no quería saber más nada al respecto.

Sí, Isaac es la primera persona a la que le he hablado de mi identidad de género por voluntad y estando en sobriedad. No subestimo la confianza que deposité en él. Sin embargo, no seré un iluso. No voy a esperanzarme con que las cosas van a mejorar, incluso si él está ahí, incluso si quiere ser la persona que me ayude a ver las cosas con otro ojo. Ya lo he hecho antes y no funcionó.

No tiene que haber esperanzas porque no va a haber ningún milagro que me saque de aquí, de este cuerpo y de esta realidad en la que vivo. Así que mejor aceptar el dictamen del universo sin peros, y suavizar el golpe antes de que duela todavía más.

Lo único que queda en estas circunstancias es quedarme en el rincón de mi cama, repetir los insultos de mi padre una y otra vez en mi memoria, comer sobras para no morir de hambre, y esperar que el día se acabe sin más.

—Está obligándonos a usar el último recurso.

Bárbara suspira del otro lado. Veo por la luz que entra por debajo de la puerta la sombra de sus pies, y como estos nerviosos se mueven de un lado a otro sin parar.

—¿Lo haces tú o lo hago yo? —pregunta.

—Hazlo tú. Tienes más tacto. A mí nadie me entiende cuando quiero dar buenas noticias. —Takeshi resopla—. Se ve que cuando me ven la cara la gente solo piensa que voy a golpearla.

(Trans)parenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora