¿Existe una palabra peor que nervioso? ¿Alguna que explique la gravedad de lo que siento? Porque ahora que estoy caminando hacia la heladería para encontrarme con Bárbara y Takeshi, estoy por estallar.
Tengo tantas cosas qué decir. Tantas otras por disculparme. Por más que los extrañe, entiendo si ellos no quieren volver a relacionarse conmigo. Tienen todo el derecho a odiarme por el resto de su vida. Lo único que anhelo de esta conversación es tener la posibilidad de expresarme como se debe, sin insultos y ataques de por medio.
Camino la distancia que hay entre los dormitorios hasta el local a paso acelerado. Estoy ansioso, por más que Isaac trató de calmarme al despedirme. Imagino que después de lo que pasó ayer está preocupado de como pude haberme tomado la fea situación en la que terminamos cuando ese chico empezó a gritarnos. No lo culpo. Yo también pensé que me quebraría y que tardaría en recuperarme, pero la paloma apareció para convertir ese escenario oscuro en uno al que podemos atribuirle colores.
Gina tiene razón. Lo había estado pensando todo mal desde el principio. No puedo esperar dejar de tener miedo, eso nunca va a pasar. Hasta los más valientes tienen miedo. Si quiero aprender a gestionar mis emociones y avanzar hacia mi tan deseada libertad, tengo que aprender a convivir con ese miedo.
Y pensar que hace un mes en Nueva York fantaseaba con lo que pasaría si desaparecía. Hoy estoy avanzando a pasos agigantados. Más importante aún, estoy empezando a creer. Estoy saliendo de la espiral. La suerte parece haber cambiado para mí.
Ya tocaba. Sí, mierda. Ya tocaba.
—¿Chicos superhorrorosos? Llegué —digo cuando entro a la heladería y veo a mis amigos sentados de espalda en su mesa habitual.
Mis nervios y mi ansiedad disminuyen. Son ellos. No hay nada que temer.
Cuando escuchan el nombre de nuestro legendario grupo de WhatsApp, ambos se dan vuelta y emiten una sonrisa educada. Se levantan a darme un abrazo también muy cordial, pero no el abrazo que le das un amigo que no veías hace un tiempo y que extrañas un montón. Si hubiera dependido de mí, los habría capturado entre mis brazos por más tiempo.
Gracias a Isaac aprendí a valorar la importancia de un abrazo, la cálida sensación que se despierta en nuestros corazones cuando un ser querido te sostiene en todo su cariño.
—No tenemos mucho tiempo, Finn. Take se tiene que ir a clase y yo tengo que ir al médico —comenta Barb, quien parece hacer un esfuerzo enorme por mantener las distancias emocionales.
Asiento. Respiro profundo, muy profundo. Una, dos, tres, cuatro veces. Tanya me enseñó como hacerlo para calmar los nervios y la ansiedad restantes. Debo decir que funciona de maravilla.
—Supongo que la única forma de comenzar esto sería diciendo perdón. —Takeshi revolea los ojos, piensa que he venido a dar una disculpa a medias. Me apuro a recordarle que no es el caso—. Así comenzaron todas y cada una de las charlas que tuvimos después de que los tratara para la mierda. Un poco arrepentido, pero no tanto. Tratando de evitar mirarlos a los ojos porque me daba vergüenza.
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(Trans)parente
Teen Fiction«Nadie tiene el poder de detener a otro de ser uno mismo. ¿Quién nos impide ser?» Isaac y Finn son vecinos en los dormitorios de la universidad, pero no se conocen en persona. Debido al fino grueso de las paredes, pueden escuchar todo lo que el otro...