29.- No puedo esperar por darle comienzo a esta aventura.

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Sae volvió a ser el mismo chico con esa seriedad prácticamente mortal... Antes de irme y con prisa para que Rin no viera nada si es que iba a entrar a la habitación, le di un besito en la mejilla.

– Dime cuándo te encuentres mejor, ¿Ok, Sae? -- Le dije recordando el principal motivo por el que estaba en su habitación.

– Tranquila, me siento mejor que antes. Pásatelo bien, pequeña. -- Me susurró mientras acariciaba mi cabecita.

Pronto escuchamos como tocaban a la puerta. Sae pregunto quién era. La voz de Rin era inconfundible, abrió la puerta mientras hablaba.

– Vine a por _______. -- Dijo con esa indiferencia que caracterizaba a los hermanos Itoshi.

– ¡Ya voy! Ya nos veremos, Sae. -- Me despedí del chico en cuestión para irme con el pelinegro.

Rin me cogió acercándome a él mientras nos retirabamos de esa habitación. Vi como a Rin aún se le notaba un poco rojos los ojitos. En la poca luz del pasillo lo paré para mirarle bien la cara... Me dolía saber que indirecta o directamente esto era mi culpa.

– _______, aparta. No seas pesada. -- Pronunció suavemente para que no sonará tan brusco.

– Está bien, está bien, llorica. -- Bromeé mientras me adelantaba hacia el salón.

– ¡Ey! -- Exclamó mientras me perseguía.

En el salón estaba Rize, ella amablemente nos despidió, nos deseó suerte y que vayamos con cuidado.

– Muchas gracias, mami. Cuidate, la comida estaba muy rica. Te quiero mucho. -- Le dediqué con rapidez mientras Rin me arrastraba fuera de su casa.

Pasamos la puerta y el pelinegro me miraba raro.

– ¿Cómo que mami? -- Preguntó con demasiada seriedad.

– Bueno, ha sido muy buena conmigo. Le cogí cariño. -- Le expliqué con simpleza.

Le escuché susurrar que me consiguiera mi propia madre con una voz algo recelosa. Me hizo muchísima gracia que tan posesivo actuaba con su madre.

– Tranquilo, Rin Rin. No te la voy a robar, jajajajaja. -- Comenté divertida. – No, por ahora, jeje.

– Cállate. Vamos a por el tonto helado. -- Demandó mientras se sonrojaba levemente.

Mientras caminábamos vi como su mano intentaba entrelazarse con la mía, giré levemente mi cabeza para mirarlo pero él seguía serio mirando hacia el frente aún contándome algo, cosa a la cual dejé de prestarle dado a esa situación.

Mi mano se dejó envolver por sus dedos. Mis sentidos se nublaron y mi corazón nuevamente se aceleraba... Era tan molesta esta indecisión, pero se sentía tan bien. Mi moral no coincidía con las reacciones de mi corazón o de mi cuerpo.

– ¿_________? ¡_________! -- Me llamaba aquel chico con quien estaba cogida de las manos. – ¿Me estás escuchando?

Sus ojos conectaron con los míos buscando mi atención y vaya si la consiguió, pero, para su mala suerte, yo no lo estaba escuchando para nada.

– Tonta, no me estás haciendo caso. -- Mientras me comunicaba aquello su mano libre buscaba mi mejilla.

Cuando él me tocó la cara, me sobresalté. En él creció una gran confusión mientras en mi crecía un sentimiento de culpa.

Todo esto se sentía como jugar con los sentimientos de los chicos... ¿O quizás eran ellos quienes jugaban conmigo? No lo sabía, pero, de todas formas, la conclusión era la misma... Yo era culpable.

¿Un fútbol monocromo? (Blue lock × Reader)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora