Capítulo 32: Las instituciones educativas.

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Estábamos todos, mi mamá, mis hermanos, Charlotte, mis abuelos, Olivia, sus padres, su hermana, sus abuelos, todos juntos en nuestra despedida.

Ambos habíamos entrado en Yale, en carreras diferentes, pero nuestras instituciones quedaban muy cerca la una de la otra, por lo que decidimos vivir juntos en el mismo departamento.

Ambos estuvimos trabajando todo el verano para la universidad, Charlotte se ofreció a pagar todo lo mío, pero mamá se lo negó, dice que lo mejor es que yo mismo la pague fruto de un esfuerzo propio. Entiendo totalmente su punto, aunque ellas si van a pagar un par de cosas, me ayudarán con mi parte de la renta, y pagarán mi matrícula universitaria. Nosotros solo tenemos que encargarnos de los impuestos, la comida y lo que necesitemos para las carreras. En su caso química y en el mío matemáticas y física. Sí, también tenemos pensado dedicar nuestras vidas a la docencia.

Aquí estoy, una semana después de la despedida, en frente del imponente edificio de la universidad de Yale. Olivia a mi lado, al entrar tomaremos caminos diferentes. ¿Nerviosos? Ambos, pero aún más emocionados, una nueva aventura está por comenzar. En eso nos vibra el celular a ambos, era Madison deseándonos suerte. Luego me llegaron mensajes de Carla y Miranda, deseándonos suerte a ambos.

Llegamos a horas distintas, pero rondando las dos de la tarde. Súper hambrientos nos pusimos a cocinar algo.

-Esto es muy extraño, estamos conviviendo.

-Lo sé, pero supongo que es mejor tener a tu novia de roomie que a un desconocido.

-Eso siempre. Pero no puedo evitar sentirme como de veinticinco años, o tal vez más.

-¿Un matrimonio recién casado? –Asentí. –También me pasa, pero solo tenemos diecinueve, y estamos estudiando. Pero entiendo tu punto, también me pasa.

-Y es raro.

-Rarísimo.

En eso nos llamaron mamá, junto con Charlotte y mis hermanos para preguntarnos sobre nuestro primer día. Y no puedo negar que los extraño, muchísimo. Es complicado estar del otro lado del país, sin ellos.

Madison

Es curioso pensar que todos estábamos alertados por un posible adelanto. El día del posible parto llegó, y no ocurrió nada. Es más, ayer llegué a la semana cuarenta y uno con un barrigón más grande que yo, y una bebé dentro que no para de moverse.

Hoy lunes comienzan las mesas de examen, y finalizan el miércoles. Mi tía me contactó el miércoles pasado para saber cuándo tomaría la licencia, y si iría a la mesa, claramente acepté, por lo que ahora mismo estoy vistiéndome con la poca ropa que me entra, preparándome para ir a tomar exámenes durante cinco horas.

Carla me mira mal, desconforme por mi decisión.

-Si llegas a entrar en parto hoy o mañana dentro de la escuela yo le voy a cambiar el nombre. No se va a llamar Maxine, se va a llamar Ofelina.

-¡Ay no! es horrible. Nacerá con setenta y cinco años si se llama así. Verás que no pasará nada, luego de los exámenes saco la licencia.

-Supongamos que te creo.

El ambiente de la escuela es otro totalmente diferente. Unos cincuenta chicos sentados en el piso, con apuntes por todos lados. La desesperación se siente en el aire. El nerviosismo es casi contagioso.

En la entrada estaba la planilla con las aulas en las que se rinde cada materia. Hoy solo se rinde historia, italiano, artes, filosofía, geografía y sociología.

-¡Qué sorpresa! –Brianna se acercó a saludarme. –No creí que te presentarías.

-Pero aquí estamos. ¿Tantos chicos hay?

Más de lo que pensamos llegar a ser (Más que compañeras 2) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora