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2015

Llegó el domingo sin que ninguno de los dos hubiera tenido noticias del otro, ni en el trabajo ni en sus celulares. Se acercaba la hora del partido y Mel no podía contener los nervios, daba vueltas en su departamento, sin encontrar las respuestas a las preguntas que rondaban su mente desde hacía una semana. Se terminó de cambiar, con unos jeans gastados y una remera negra y sonrió al recordar la ropa interior que llevaba puesta. En ese momento su abuelo llamó a su puerta. 

Desde hacía unos años había refaccionado el departamento de la planta alta del local para convertirlo en dos separados. Su abuelo había insistido en que Mel sintiera que era dueña de su propio espacio y si bien solían cenar juntos cada noche, se sentía muy agradecida por contar con un lugar propio. 

-Mel, te vinieron a buscar. - le dijo su abuelo al otro lado de la puerta. Mel sorprendida salió de su casa y bajó la escalera caracol. Intentando disimular su cara de asombro al ver a Alejandro parado en medio del local, como tantas veces lo había hecho en el pasado. Recuperó el aliento y lo saludó.

 - Hola.- dijo, pero él no la dejó continuar.

- Apurate que no vamos a llegar al inicio del partido. -  le dijo serio, pero con un dejo de picardía oculto en su mirada.  Mel, luego de despedirse de su abuelo, se acercó a Alejandro y en voz baja le preguntó 

-Y ¿A dónde se supone que lo vamos a ver? - Él, sin responder, entrelazó su brazo con el de ella y la guió hasta la salida. 

-Buenas tardes Don Lautaro, me dio mucho gusto verlo. -  le dijo mientras caminaban.

Cuando estuvieron en la vereda Mel se soltó del brazo y lo obligó a detenerse. 

- Sino te dije nada es porque no quería armar una escena delante de mi abuelo, pero ¿Quién te crees que sos para disponer de mi vida así? En toda la semana ni noticias y de repente apareces en mi casa. -  Alejandro parecía muy tranquilo, la miró con una sonrisa ínfima oculta en sus ojos y le respondió. 

- Nosotros teníamos un trato, si no te contacté en la semana fue porque me pediste que no lo hiciera, pero creeme que sé muy bien como te fue en esta semana, hasta podría decirte que llevabas puesto cada día. Ahora vamos que comienza el partido. - le dijo y Mel no pudo contener su indignación. Otra vez se sentía en su juego, presa de la atracción imposible de ignorar que sentía. Se tomó unos segundos para decidirse y por fin le respondió. 

-Bueno vamos, pero lo vemos en un bar, así más personas ven tu cara cuando Boca meta los goles. -  Él se río y se sintió aliviado, por un momento pensó que se arrepentiría. A lo mejor se había pasado con su proceder, pero desde hacía una semana lo único en lo que podía pensar era en estar junto a ella. 

Recorrieron el camino hasta un bar cercano a la casa de Alejandro y se sentaron en una de las pocas mesas libres que quedaban. El partido resultó más aburrido de lo que esperaban, intercambiaron pocas palabras y casi todas referentes a fútbol, pero se quemaron con las miradas. Cada minuto la tensión entre los dos se hacía más grande, los recuerdos de sus momentos juntos los inundaban con cada segundo que pasaba. Tomaron dos cervezas frías y sin embargo sentían más calor del que hacia en realidad.

El partido terminó en empate. 

Alejandro la miró y la invitó a salir del bar. Cuando estuvieron fuera, a la vera del canal de Puerto Madero que se movía travieso por el viento que acompañaba al ocaso, le suplicó con su mirada que aceptara acompañarlo. 

- ¿Te puedo invitar igual a mi casa? - le dijo acercándose lentamente. 

Mel sentía que todo lo que había fantaseado esa semana se reproducía en su mente como una sucesión de imágenes que cobraban demasiada intensidad. Se detuvo a estudiar su rostro, sin disimulo, rozó la curvatura de su mentón, con la incipiente barba oscura, continúo por su mejilla, llevándolo a sonreír de costado. Lo imitó con dulzura y bajó su mano para tomar la de él. 

- Vamos. - le dijo con temor a arrepentirse, pero con la necesidad de apagar el volcán en inminente erupción que se había gestado en su interior.

Otro amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora