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2015

Los días se hicieron mucho más cortos de los que Melany hubiese querido. Se había realizado los exámenes médicos, con la última esperanza de que algo en ellos le impidiera tomar el empleo, pero resultaron correctos. 

Recorrió cuanta tienda pudo para volver a armar su guardarropas. Debía dejar atrás las cómodas zapatillas y remeras estampadas, sin gastar demasiado dinero. Por suerte su mejor amiga tenía un talento especial para combinar prendas y encontrar ofertas. 

Luego de tantos nervios, el primer día había llegado. Con un pantalón tostado y una camisa blanca que había planchado cuidadosamente por horas, se adentró en el edificio, con más miedo de volver a ver a Alejandro que de lo que le depararía el empleo. 

La elegante joven que recordaba de la entrevista, la guió hasta una oficina con varios boxes y le indicó cuál sería su lugar. Agradeció tener el último box, donde su pantalla no quedaba expuesta y si se levantaba un poco podía ver el resto de la oficina. De los escritorios contiguos se asomaron 2 chicas y un joven de su edad que se presentaron afectuosamente. Pablo, Laura y Felicitas, la pusieron al día con el funcionamiento de la oficina. Sintió que se llevarían bien desde el primer momento. Acomodó su mochila en un perchero cercano, luego de sacar sus cosas y acomodarlas en el escritorio, y encendió la computadora. En seguida algunos avisos de reuniones y tareas por hacer emergieron del costado derecho de la pantalla. Mientras intentaba descifrar de qué se trataba cada cosa, el teléfono a su lado sonó. 

-Hola.- atendió dubitativa. 

- Buenos días Melany, bienvenida. Soy Claudia, tu jefa, ayer mande a programar tu computadora, podes cambiar algunas claves si queres. - hablaba a gran velocidad con tono monocorde. 

- A las 11 te espero en mi oficina para coordinar las actividades de esta semana, cualquier duda llamá al interno de mi secretaria Alejandra que ella te ayuda. - Mel respondía apenas con onomatopeyas y tomaba nota mental de todo lo que le informaba. 

- Muchas gracias señora Claudia. -La risa del otro lado, hizo un alto contraste con el mensaje anterior. 

- No, no, no, nada de señora, podes llamarme Claudia, mientras no me digas Cruella como la mayoría hace cuando creen que no los escucho, es suficiente. - Mel sonrió 

- Perfecto Claudia, hasta la 11 entonces. - y sin siquiera despedirse su nueva jefa dio por finalizada la conversación.  

No había terminado de cortar cuando las cabezas de Felicitas y Laura se asomaron a su escritorio.

- ¿No me digas que trabajas para Cruella?. - dijo Laura revoleando los ojos. 

-Uff, Mel, ¿te puedo llamar así? - Melany asintió con una sonrisa. 

- Cuidate, no hay pasante que le dure más de dos meses. - continuó. 

-Pero ¿Por qué? ¿Tan mala es?- preguntó bajando la voz. 

-¿Vos viste 101 dálmatas, bueno, no es que mate cachorros ni nada por el estilo, pero es mandona, no tiene los mejores modos y si llega a ponerse a dieta, prepárate! - Mel miró al techo como en una plegaria, mientras juntaba ambas manos.

 -Uff, espero poder soportar más de dos meses, con lo que invertí en ropa para venir acá necesito por los menos las 6 cuotas… - las tres rieron con ganas divertidas. 

Las horas siguientes pasaron bastante rápido, para su alivio. Mel sabía manejar el programa que utilizaba la empresa para llevar las finanzas y eso le dio seguridad. A las once menos cinco, tomó su libreta y fue hasta el lugar donde le habían indicado que estaba la oficina de Claudia. Su secretaria, una mujer de unos 48 años con abundante maquillaje, un blazer azul de otra década y un llamativo prendedor en forma de flor, la anunció y conoció por fin a su jefa. 

Claudia era una señora con su piel demasiado estirada para adivinar su edad, pero a juzgar por sus manos Melany asumió que superaba ampliamente los cincuenta. Su pelo correctamente teñido de un castaño oscuro ocultaba cualquier tipo de cana que intentara develar el paso del tiempo. Era delgada pero de baja estatura, su nariz respingada no ocultó la mueca de disgusto que expresó al verla.

-Buenos días Melany, no pensé que fueras tan joven, me dieron tantas referencias.. en fin, comencemos, tomá asiento por favor.- En ese momento Melany supo que debería esforzarse el doble para demostrar que estaba a la altura del puesto, volvió a odiar a Alejandro por ponerla en esa situación, pero a la vez algo en su interior se movilizó, como llevaba años sin hacerlo. 

Para el final de la reunión, ambas estaban bastante satisfechas, Mel había superado la primera prueba. Abandonó la oficina conforme con su desempeño, pero tenía un hambre arrasadora. En las dos horas y media que había estado en la oficina no lo había notado, pero al relajarse su estómago comenzó a reclamarle atención. 

Volvió a su escritorio pero no quedaba nadie, mientras decidía si salir a comer sola o seguir aguantando frunció los labios de manera graciosa en señal de indecisión. 

-¿Seguís arrugando los labios cuando tenes hambre? - la voz grave de Alejandro la atravesó sin previo aviso. Sacudió un poco la cabeza y agradeció mentalmente que no quedara nadie en el lugar. 

-Hola. - dijo Mel sin saber muy bien si acercarse o no. 

- Hola- respondió Alejandro con una sonrisa encantadora. 

- ¿Cómo va tu primer día? - Mel sonrió también .

-Bastante bien por suerte. - Alejandro avanzó un poco, sin saber muy bien porque, quería tenerla más cerca. 

- Sacando el hecho de que te estás muriendo de hambre. ¿Claudia te retuvo demasiado? - Mel arqueó las cejas en señal de sorpresa, acaso iba a estar al tanto de todos sus movimientos. 

- No, bah, no sé, era la primera reunión y no nos conocíamos. - Alejandro continuó avanzando y tomó su brazo mirándola a los ojos. 

-¿Querés ir a almorzar? - le preguntó bajando un poco más el tono de su voz. No había dicho nada fuera de lugar y sin embargo en su boca sonaba mucho más que una simple pregunta. 

-Ale, estabas acá. Ya llegó el chofer ¿Vamos?- dijo una joven de largas piernas y pelo rubio ondulado, apartando la oreja del celular que llevaba en la mano,  sin siquiera ponerle atención a Melany. 

Alejandro sorprendido, soltó el brazo de Melany lentamente y sin dejar de mirarla respondió. 

-Anda bajando, ya voy. - Melany se dio vuelta y tomó su cartera del perchero,. Con la mirada en el piso dijo al pasar al lado de Alejandro. 

- Yo también me voy a comer algo. Nos vemos. - 

¿Por qué sentía que cada vez que lo tenía cerca tenía que huir? Se había prometido no volver a estar en esa situación y sin embargo desde que lo había vuelto a ver era lo único que hacía. ¿Quién era esa mujer? Le recordaba tanto a aquellas amigas que una vez la habían hecho sentir mal. Pero ella ya no era una adolescente, había crecido, había estudiado y estaba muy orgullosa de quien era. Entonces, ¿Por qué cada vez que lo veía a Alejandro volvía a sentirse tan vulnerable?

Decidió no darle más vueltas al asunto y se propuso terminar su primer día de la mejor manera posible.  

Otro amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora