2006Melany y Alejandro no se habían vuelto a ver desde el episodio en su casa. Hablaban por teléfono pero por diferentes circunstancias no terminaban de encontrar el momento adecuado para reencontrarse.
Una mañana Mel amaneció con dolor de estómago, en principio pensó que algo le había caído mal, pero como el dolor continuaba decidió quedarse en cama. Su abuelo preocupado llamó al médico del barrio para que la revisara. A Mel le parecía exagerado pero accedió para darle el gusto. La revisión no arrojaba demasiados datos y sin embargo cuando el doctor le consultó por la fecha de su última menstruación, ella casi pierde la estabilidad. Llevaba dos meses sin su ciclo, no podía creer que recién se hubiera detenido a pensarlo.
Se despidió del médico agradeciendo la visita y corrió a llamar a Alejandro. Su madre contestó el teléfono. Con su gracia habitual le dijo que había salido con amigos y no le dio lugar a continuar con la conversación. Pasó todo el día intentando ubicarlo y cuando la noche se acercaba y sus intentos eran insatisfactorios decidió terminar con la duda. Se compró un test de embarazo a escondidas y lo realizó en la soledad de su departamento. Las dos rayitas confirmaron su peor temor. Estaba embarazada.
Lloró toda la noche y al día siguiente viajó hasta San Isidro. Entró una vez más a la casa que tan poco le gustaba y se encontró con la mirada helada de Inés. Tuvo que esperar con la cara hinchada a que Alejandro bajara y cuando por fin lo vio corrió a abrazarlo.
Sin entender demasiado él la abrazó y ella le preguntó si podían hablar a solas. Inés lo supo de inmediato. Su mirada acusadora cayó sobre Mel como un mazazo. Antes de que se fueran de la sala, miró a su hijo y le dijo.
- Odio tener que decirte esto, pero te lo advertimos. - Alejandro aun más confundido acompañó a Mel a la galería.
-¿Estás bien?- le preguntó cuando se sentaron en el sillón.
- No. -le respondió ella llorando.
- Ale, estoy embarazada. - le dijo sin mirarlo. De repente sentía que todo era su culpa. Él no se movió. Parecía congelado. Mel necesitaba más que nunca que la abrazara y le dijera que todo iba a estar bien, pero en la mente de Alejandro las palabras de sus padres retumbaban como en un inmenso salón vacío.
La amaba, sabía que los dos eran responsables y sin embargo no pudo decirlo. Los minutos pasaban y ninguno hablaba. Entonces Inés y Alberto entraron a la galería.
- Vamos a hablar tranquilos. -anunció Alberto tomando asiento al lado de su hijo. Inés tomó el brazo de Mel y la miró a los ojos.
- Querida, no te preocupes, esto tiene solución. - Alejandro no la miraba y ella no podía sentirse más sola. - Conozco un médico que puede terminar con el embarazo de manera discreta. - continúo con el mismo tono.
Mel levantó la mirada repentinamente y Alejandro la imitó. No podían entender cómo lo sabían, pero eso ya no importaba. Ella le suplicó con la mirada que hablara y él no pudo hacerlo. Lloraba como la niña que era y no encontraba más que hielo a su alrededor. Estaba allí pero su mente se había ido lejos. Llegó a escuchar una dirección, una fecha y la palabra interrumpir, demasiadas veces.
Poco después de que los padres de Alejandro terminaron su monólogo ella se encontraba en el jardín aguardando que Alejandro sacara el auto para llevarla a su casa. No había dejado de llorar ni un segundo y así y todo él nunca la había abrazado.
Comenzaron el viaje en silencio y prácticamente así lo continuaron. Cuando estaban a punto de llegar, él por fin la miró.
-No llores más, por favor. - le dijo, acariciando levemente su mejilla. Ella tomó aire intentando cumplir con su pedido.
- Creo que es lo mejor que podemos hacer. Mis padres solo quieren ayudarnos. - continuó él.
Mel lo miró y retiró su mano con rapidez.
- ¿Acaso eso es lo que vos queres? Porque no tengo idea de lo que pensas de lo que nos está pasando. No me hablas, no me miras. No soy la única responsable de esto ¿o vos pensás que sí? - Alejandro no podía mirarla, no sabía que debía decir.
Estacionó en la puerta del local y ambos se quedaron quietos en silencio. Mel seguía llorando. Espero y espero, cuando vio que él no reaccionaba, puso su mano en la manija y abrió la puerta.
- Espera.- escuchó por fin.
- Mel, yo no sé... no sé qué deberíamos hacer. - Ella lo miró.
- Yo tampoco, estoy muerta de miedo, pero dejar que tus padres me reten y ni siquiera darme un abrazo, era lo último que esperaba. - Alejandro intentó abrazarla y ella se bajó del auto.
-Así no. No necesito que te hagas cargo de nada.- y el portazo lo dejó aún más inmovil.
Mel deseaba que la siguiera, que la llamara, que fuera a buscarla y le dijera que todo estaría bien. Lo deseo demasiado tiempo y por eso cuando no ocurrió el dolor fue aún mayor.
Faltó a la cita con el médico y a la siguiente que le fue notificada por un e-mail. Lloró con dolor y desesperación y a la vez comenzó a imaginar a la pequeña que sentía que crecía en su interior. No necesito mucho tiempo para amarla. Sus oscuros pensamientos fueron tomando forma de ilusión y hasta llegó a sentir que su cuerpo cambiaba.
En su propia soledad encontró un motivo para no bajar los brazos. La desconexión con Alejandro y su familia lejos de hundirla le dieron fuerzas para seguir luchando. Su abuelo la acompañó sin descanso, era familia, amor, protección y cuidado. Era esperanza y apoyo. Sin embargo, cuando todo volvió a cambiar, nada pareció alcanzar.
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Otro amanecer
RomanceMel es una excelente estudiante de economia, que consiguió el trabajo de sus sueños en una de las mejores empresas de Buenos Aires. De una familia humilde, sincera, luchadora, hincha de Boca Juniors y valiente, la vida la golpeo demasiado joven y ah...