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1965

El baile anual del barrio prometía ser el mejor de los últimos tiempos en el club Amigos Unidos de Lanús. Cada vecino tenía su mejor ropa para la ocasión. Las vecinas intentaban que sus platos sean los más elogiados de la noche, mientras los hombres fumaban en pequeños grupos comentando jugadas de fútbol y riendo en voz alta para escucharse pese al alto volumen de los parlantes enormes que reproducían twist y rock en ingles.

En el patio que hacía las veces de cancha de fútbol un grupo de adolescentes escapaban de las miradas de sus padres y disfrutaban de  su propia fiesta. Alfredo y Lautaro compartían una cerveza que habían sacado de la barra sin ser vistos, sentados sobre un banco de madera y discutiendo la mejor estrategia para vencer a los de Avellaneda el próximo domingo.

Entonces ella hizo su aparición. Aurora, con un vestido floreado, guantes blancos y una pequeña cartera colgando de su muñeca, entró al patio rodeada de sus amigas y despertando las más hambrientas miradas en los adolescentes del lugar. Cuando el grupo de chicas pasó por su lado, ella levantó sus dedos y los saludó con un movimiento de sus labios que dejó a ambos amigos paralizados.

La conocían demasiado bien. De chicos habían compartido travesuras en la cuadra y paseos por el parque abandonado de Escalada mirando a los trenes pasar. Pero esa niña que jugaba y exploraba la naturaleza se había convertido en una mujer. Tenía 16 años y su cuerpo ya no era el que recordaban. Llevaban tiempo sin cruzarla, ya que ellos habían terminado el colegio y habían comenzado a trabajar y estudiar.

Llegaron los otros compañeros del equipo de fútbol y la charla se llenó de risas y bromas, sumergidos en la conversación ambos amigos intentaron olvidar a quien rondaba en su mente desde su aparición.

Al cabo de una hora Alfredo se levantó para ir al baño y Lautaro decidió ir en busca de otra cerveza. Cuando Alfredo salía del baño, ubicado bajo las tribunas, se cruzó con Aurora.

- Hola. -le dijo ella con dulzura.

-¿Ya se olvidaron de mí que no me saludan? - agregó divertida. Alfredo sonrió y le dio un beso en la mejilla.

-¿Cómo me voy a olvidar de la mejor exploradora de todos los tiempos? - le respondió.

Aurora sintió que su corazón estaba a punto de estallar. Llevaba semanas buscando la manera de volver a hablar con el chico que se había apoderado de su corazón desde que podía recordarlo y ahora ahí estaba, agradecida de haber tenido el valor suficiente para poder hablarle.

Alfredo iba a decir algo más cuando la música comenzó a sonar demasiado fuerte. El club del clan era la banda que volvía locos a todos por ese momento y las pocas personas que ocupaban el patio salieron corriendo para bailar sus canciones. Alfredo y Aurora se miraban sin moverse, hasta que él la tomó de la mano.

- ¿Querés bailar o preferís que nos escapemos a un lugar más tranquilo? - le preguntó con el corazón a mil latidos por minutos. Ella sonrió, demasiado hermosa.

-Seguime.-  le dijo y sus enormes ojos claros lo invitaron a soñar.

Subieron por una escalera trasera hasta la terraza del lugar. El cielo estaba despejado y las estrellas ofrecían un hermoso espectáculo. Se sentaron sobre unas maderas apiladas sobre ladrillos. Lautaro se sacó su campera y la estiró para que Aurora no se manche el vestido. Charlaban animadamente, recordaban anécdotas de cuando eran chicos, se reían y se estudiaban de manera encubierta. 

Ella le confesó que quería ser maestra y él le contó que algún día sería el dueño de una gran empresa y viviría en San Isidro.

-¿Tan claro tenes el camino? - le preguntó Aurora riendo.

Otro amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora