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2015

El departamento de Alejandro le recordó al cuarto que había conocido. Prolijo, moderno, elegante pero impersonal. El ventanal enorme con la ciudad comenzando a iluminarse hacía que ni siquiera el sillón estilo Luis XV llamara la atención. Una alfombra tupida en color gris en el centro del living albergaba una mesa baja bastante grande. La única pared libre llevaba únicamente un televisor enorme y una lámpara de aspecto moderno arrojaba su luz cálida sobre el sillón.  Alejandro apoyó sus cosas sobre una barra de vidrio e hizo lo mismo con la mochila de Mel. 

-Hola.- susurró a su espalda, cruzando ambos brazos para rodearla por la cintura. Mel cerró sus ojos e inclinó la cabeza hacia atrás con un largo suspiro. Giró para enfrentar sus rostros y sin pedir permiso lo besó deslizando sus dedos por su cabello. Llevaba tanto tiempo deseando esos labios que el beso adquirió profundidad rápidamente. 

Alejandro, sin dejar de abrazarla deslizó una de sus manos debajo de su remera y alcanzó con pericia uno de sus pechos. Notó que sus pezones estaban erectos y su propia erección se acrecentó. Masajeó con deleite ambos pechos y la separó un poco para deshacerse de la tela que comenzaba a estorbar. Ella lo miró con deseo mientras él le sacaba la remera y el sujetador.  Mel ya no se sonrojaba como la recordaba, ahora tenía una mirada profunda llena de lujuria que lo encendió como nunca antes había sentido. Se sacó su remera también y una pícara sonrisa llegó a los labios de la mujer que tenía enfrente. Mel recorrió sus músculos con lentitud, sus brazos primero, su pecho, su abdomen y por fin desabrochó con ambas manos su pantalón. 

Alejandro volvió a besarla presionando sus cuerpos para sentir su piel contra la suya. Abandonó su boca y con un reguero de besos atravesó su cuello hasta llegar a devorar uno de sus pezones. Se sació tomándose todo el tiempo del mundo, escucharla gozar sólo ofrecía más deseo. 

La guió hasta el sillón sin dejar de saborearla. Se sentó sacándose los pantalones primero y luego de besar su abdomen le desabrochó el pantalón y lo bajó lentamente. Una  sonrisa ruidosa se le escapó al ver que llevaba una diminuta bombacha de encaje azul con un pequeño moño amarillo justo en el centro.

- Esto vamos a tener que corregirlo. - le dijo con voz ronca, al entender el mensaje de los colores de su equipo. Sin embargo, una repentina felicidad lo alcanzó, al saber que ella también había planeado llegar a ese momento. Mel se río y se deshizo de la prenda en cuestión de segundos. 

Volviendo a cargar su mirada de deseo, acomodó ambas rodillas sobre el sillón y sin dejar de mirarlo, guió su enorme erección para que la colmará justo donde lo deseaba. Primero lentamente subía y bajaba buscando placer. Cuando lo vió inclinar su cabeza hacia atrás y cerrar los ojos, supo que ambos estaban disfrutando por igual y el fuego ganó terreno en su interior. Aumentó la velocidad y con cada penetración se acercaba más y más al paraíso. Ella también cerró los ojos e inclinó la cabeza. Alejandro acompañaba sus movimientos sujetándola por la cadera. el ritmo aumentaba y aumentaba hasta que el deseo fue arrollador. Casi al mismo tiempo alcanzaron el orgasmo y Mel se dejó caer sobre él. Aun con los ojos cerrados su respiración acelerada desembarcó en el cuello de Alejandro, quien intentaba recuperarse de la hermosa experiencia apenas finalizada. 

Pasados unos segundos, Alejandro giró su cabeza buscando sus labios y le dio un corto beso sonriendo. 

-No sabía que te extrañaba tanto. - le dijo en voz baja. Pero al verla levantarse con rapidez se arrepintió de sus palabras. Mel comenzó a recoger su ropa y él la tomó de la mano. 

- ¿A dónde vas?- le preguntó poniéndose de pie. Mel lo miró dubitativa y para Alejandro fue suficiente. 

- La noche recién está comenzando.- le dijo guiando sus cuerpos desnudos hasta su habitación primero y su baño después. 

Encendió la ducha y cuando el agua alcanzó una buena temperatura la invitó a entrar. El agua recorría sus cuerpos dejando pequeñas gotas a su paso. Mel abandonó las dudas y volvió a besarlo. Recorría su cuerpo con caricias que despertaron nuevamente el placer. Cuando lo notó excitado tomó su miembro con la mano y clavando sus ojos celeste en los de él comenzó a masajearlo con delicadeza, lenta pero firmemente. Sonreía desafiante y eso lo excitaba aún más. 

Cuando Alejandro sintió que no aguantaría mucho más, retiró su mano y le dio la vuelta. Su cola firme y redondeada era la vista más perfecta que podría haber deseado. Mel apoyó ambas manos contra las venecitas grises de la pared y separó las piernas. Alejandro la penetró con fuerza, ella estaba preparada para recibirlo. Una, dos, tres estocadas lentas y ocho más con más velocidad los llevaron a un nuevo orgasmo, que los dejó exhaustos. 

Mel inclinó su cabeza hacia atrás y agradeció el agua tibia sobre su rostro. Se tomó el pelo y luego de echarlo hacia atrás salió de la ducha enrollandose en un toallón gigantesco de color blanco, correctamente doblado en una pila perfecta. Alejandro hizo lo mismo, cerrando el agua a su paso. La vio mirarse al espejo y mirarlo a través de él. Cuando arrugó los labios, supo que estaba tan hambrienta como él. 

- Ya pido algo para cenar, cambiate tranquila. -

Mel sonrió, había abandonado todo tipo de esfuerzo para luchar contra lo que sentía. Entonces Alejandro volvió a mirarla con preocupación. Ella interpretó al instante su mirada. 

- No te preocupes, ahora sé cuidarme. Hace tiempo que tomo pastillas. -le dijo saliendo del baño.

Alejandro se sintió aliviado, llevaba años sin olvidar protegerse en el sexo y de repente no lo habia hecho. Si bien no le gustó la forma en la que Mel expresó la palabra ahora, prefirió no darle mayor atención por el momento.

 Se metió en su vestidor y luego de ponerse unos shorts y una remera le ofreció una camiseta de River a Mel. 

- Ni loca me pongo eso. - le dijo Mel sonriendo.

- ¿Ni siquiera para darme el gusto?-  le preguntó Alejandro exagerando el tono suplicante. 

- Sobre todo para no darte el gusto.- le respondió Mel tomando una de las camisas que se encontraban impecablemente colgadas y comenzando a vestirse. 

-¿Así no está mejor? - le dijo divertida y a Alejandro el corazón le dio un vuelco que no esperaba. 

- Muchísimo mejor. - le respondió con una mirada que, esta vez sí hizo sonrojar a Mel. 

Otro amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora