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2015

El edificio era todavía más alto de lo que imaginaba, su andar sobre aquellos zapatos de tacos hacían más lentos sus pasos y el nudo que se había formado en su estómago no ofrecía demasiada ayuda. 

Melany había estado segura de que poseía las cualidades acordes para el puesto, hasta ese momento. Absorta en sus inseguridades notó que alguien le hablaba.

-¿Va a entrar señorita? - le dijo un chico cargado de cajas, que vestía unos jeans gastados y una remera de los Rolling Stones. Ante la falta de respuesta, el muchacho insistió.

- Si no va a entrar déjeme pasar que esto pesa. - Melany asistió con la cabeza al tiempo que se corría hacia un costado. Sacudió levemente sus hombros e irguió el cuello. 

- Bueno Mel, esta es la oportunidad que tanto esperabas, podemos con esto - se dijo a sí misma en su mente y luego de una inspiración profunda se encaminó hacia el edificio de oficinas de la hermosa zona de Puerto Madero, que por suerte quedaba cerca de su facultad. 

Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el séptimo piso, un murmullo constante de oficina la recibió, un gran escritorio de un blanco inmaculado guardaba el nombre Ecosol en letras verdes y marrones. la joven  recepcionista, enfundada en una falda tubo de color negro con un blazer a tono y unos auriculares demasiado grandes para su pequeña cabeza, la recibió con una sonrisa. 

- Buenas tardes, ¿Viene para la entrevista? Déjeme su curriculum y tome asiento con los demás candidatos por favor. -  dijo señalando una sala que alojaba al menos 10 personas. 

Melany sorprendida le ofreció su curriculum y se acercó al lugar indicado. En su mente solo le agradecía a Carolina por insistir en cambiar su atuendo, se hubiese sentido fuera de lugar con sus zapatillas. Seis jóvenes muy maquilladas con zapatos demasiado altos se acomodaban el cabello o fingían revisar papeles, mientras que cuatro caballeros con camisas que sin duda necesitaban una nueva sesión de planchado, fingían sentirse a gusto. Las posibilidades de quedar seleccionada para los escasos dos puestos ofrecidos se veían cada vez más lejanas. 

De a uno, los ocupantes de la sala fueron siendo llamados, Mel los veía retirarse con la sensación de haber dejado una gran carga. Algunos más optimistas, otros risueños y algunos con un dejo de preocupación, abandonaron la oficina en las siguientes 2 horas y media. Mel ya no encontraba posición cómoda en su asiento, no quería arrugar su blusa ni su peinado, pero el cansancio la vencía. Decidió volver al baño por segunda vez y luego de intentar recuperar el aspecto que llevaba al llegar volvió a la recepción. En ese momento, al tiempo que las puertas del ascensor se abrían escuchó su nombre desde el otro lado de la oficina. Instintivamente aventuró su mirada al habitáculo y sus pies se volvieron presos de una especie de hechizo que les impedía moverse. 

Al otro lado, un Alejandro que venía ensimismado en sus pensamientos de negocios, creyó creer oír un nombre que llevaba años sin escuchar. Cuando levantó la vista un par de ojos que conocía demasiado bien lo trasladaron a un pasado que creía olvidado. Aquella mujer con el pelo perfectamente lacio sobre sus hombros, un pantalón que se acomodaba desafiante a sus curvas y una blusa que combinaba a la perfección con sus ojos esbozó una tímida sonrisa que lo atravesó sin previo aviso. Se sintió como un adolescente sin saber qué hacer. 

Otra vez su nombre sonó insistente y Mel levantó su mano con gracia para anunciar que allí estaba. Sin dejarle tiempo de reaccionar la vio alejarse con más sentimientos de los que hubiese imaginado. Cuando pasó junto a él levantó ligeramente los dedos de la mano en señal de un inocente saludo, pero la media sonrisa que acompañó el gesto fue devastadora para Alejandro, que perplejo por el encuentro se tomó un par de segundos antes de continuar su camino. 

Cuando la perdió de vista se acercó a Tamara, la recepcionista y en un gesto distraído le preguntó qué estaba pasando. La joven ajena a las verdaderas intenciones del jefe, le comentó que estaban seleccionado nuevo personal para las pasantías, solo quedaba una candidata de todos los que se habían presentado. 

-La Señora Gladys está a cargo de las entrevistas, hay un puesto en marketing y otro en finanzas, creo. - anunció centrando sus movimientos en llamar la atención de su interlocutor, al que siempre había encontrado muy atractivo. Este sin darse por aludido, se despidió cordialmente y se dirigió aun sin una estrategia clara a la oficina de Gladys. 

La entrevista estaba resultando más difícil de lo que Mel esperaba. El encuentro con Alejandro la había dejado sumergida en el pasado. A su pelo más corto de lo que recordaba, se le sumaba a una barba de pocos días que jamás le había visto. Su saco azul abierto, dejaba al descubierto una camisa blanca entallada, que nada tenía que ver con las que lucían los aspirantes que había visto horas antes. Tan elegante y profesional, que le costó reconocerlo, pero cuando sus miradas se encontraron lo supo con seguridad. 

Los recuerdos, caprichosos se aventuraron en su mente: el taller, su casa, el río. Motivada por ellos, se aventuró a saludar tímidamente con sus dedos, pero al ver que no reaccionaba, los otros recuerdos también llegaron. La espera, la despedida, la desilusión. Intentaba escaparse del pasado mientras respondía las frías preguntas que le lanzaba la señora distinguida al otro lado del escritorio. 

- ¿Está dispuesta a trabajar hora extras, señorita? - le preguntó, mirándola sobre sus gafas finas, correctamente acomodadas sobre la punta de su nariz.  Cuando Mel iba responder, la puerta de la oficina se abrió.  

-Señor Alejandro, ¿Puedo ayudarlo con algo? - le dijo la mujer suavizando la expresión de su rostro. Alejandro se volvió para mirar a Melany, tenía que asegurarse que no había estado soñando. Ella apenas levantó la vista. 

- ¿Está buscando nuevos pasantes? Déjeme decirle que ya encontró a su candidata.  El único punto en contra  que tiene es ser de Boca, por el resto es la mejor candidata que va a encontrar.

- Las palabras salieron con la misma fingida arrogancia que lo hacían cuando intentaba molestarla en el taller. 

La dueña de la oficina un poco sorprendida esbozó una sonrisa poco convincente, mientras las mejillas de Mel se teñían de un intenso rubor.  

-Debo asumir que se conocen de antes entonces. - dijo la mujer cerrando la carpeta que tenía sobre su escritorio.

- SI -

-¡No! - dijeron al mismo tiempo Alejandro y Melany. Al ver la cara de desconcierto Mel añadió 

- Bueno, quiero decir que sí lo conocía, pero no tenían idea de que trabajara aquí. - dijo aun sin mirarlo. 

-Disculpe señorita, me cuesta creerlo, el señor Alejandro, no sólo trabaja aquí, es el dueño de la empresa. - La auténtica sorpresa se transmitió a través de toda su cara. Sin dar lugar a volver a ponerse en ridículo, se levantó y con un escueto 

-Lo siento, gracias por la oportunidad. - Abandonó la oficina, sin poder mirar atrás. 

Otro amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora