2015
Mel caminó uno, dos, seis pasos y sintió que alguien la tomaba del brazo. Se giró pensando que Alejandro la había vuelto a buscar y se sorprendió al ver que Felicitas la llamaba agitada sosteniendo su teléfono en las manos.
Sorprendida lo miró y volvió a mirar a su amiga.
-¿Qué pasa? - le preguntó preocupada. Felicitas recuperó el aliento y le dijo
- Lo dejaste en mi cartera, empezó a sonar con insistencia y lo atendí. Parece que es tu abuelo. - Mel se desesperó y volvió a llamar al número desde el que la habían llamado. Era un hospital.
Cortó llorando y le dijo a su amiga.
- Tengo que ir al hospital. ¿Tenés tu auto? - Felicitas negó con la cabeza.
-Yo te llevo. -la voz de Alejandro parado detrás de ambas, aumentó el reguero de lágrimas que afloraban por sus ojos.
- No, está bien, tomo un taxi. Gracias- le dijo sin mirarlo. Felicitas sorprendida la miró instándole para que aceptara.
Alejandro caminó hasta donde estaban y le dijo.
- Mi auto está acá abajo, vas a llegar más rápido si te llevo. - Esta vez, Melany lo miró y asintió con su cabeza.
-Gracias. - le dijo. Felicitas que no terminaba de comprender del todo la situación se ofreció a acompañarla pero Alejandro le pidió de manera cortés que no lo hiciera. Aún más sorprendida la miró a Melany y esta le dijo.
- No te preocupes, quedate, te aviso cuando llegue. - y luego de abrazarla lo siguió a Alejandro hasta el estacionamiento.
Subieron al auto y el silencio era abrumador. Alejandro se sentía un idiota por cómo había reaccionado en la habitación. La incertidumbre de volver a sentirse rechazado lo llevó a actuar por impulso. Se había arrepentido en el momento y sin embargo no pudo hacer nada. Ahora su silencio le dolía más que su llanto. Apoyó su mano sobre la rodilla de Mel y cuando por fin lo miró le dijo
- Lautaro va a estar bien. - Mel apretó los labios y secó sus lágrimas, regalándole una sonrisa mínima.
Bajaron al hospital y Alejandro le dio su saco para que se cubriera. Los guiaron hasta la unidad coronaria y un médico salió para hablarles. Lautaro había sufrido un infarto, los vecinos al ver que el local seguía abierto de noche habían entrado y lo habían encontrado en el piso. En ese momento se encontraba estable pero las siguientes 24 horas eran fundamentales para determinar su evolución.
Cuando Mel entró para verlo, Alejandro se encargó de pedir su traslado a una clínica privada, pero por el momento, dado el estado delicado, no era posible.
Mel volvió al pasillo y les indicaron amablemente que no podían permanecer allí. Debían regresar al otro día a las 8 de la mañana. Mel insistió pero sus súplicas fueron inútiles.
- Vaya señorita, cambiese, intente descansar, mañana su abuelo la va a necesitar más.
- Las palabras de la enfermera la terminaron convenciendo. Salieron del hospital y Mel intentó despedirse de Alejandro.
- Vamos. - le dijo él sin dar lugar a dudas.- Te llevo a tu casa. - agregó.
Cuando llegaron al local, Alejandro insistió en bajar y Mel agotada decidió no volver a pelear. Subieron la escalera caracol y Alejandro se sorprendió al ver que el lugar había sido modificado.
Dos puertas separadas con las letras L y M dividían al primer piso que él conocía. Mel abrió la que llevaba la inicial de su nombre y lo invitó a pasar.
El departamento era pequeño pero muy bonito. El living tenía un sofá de dos cuerpos en color gris y una alfombra de varios colores pasteles. Una gran biblioteca repleta de libros ocupaba la pared libre y unos almohadones gigantes descansaban bajo una lámpara de pie. Al otro lado la cocina con una barra con dos banquetas de madera y una puerta abierta que llevaba a su habitación, con la misma cama que él recordaba.
-Andá a cambiarte que yo preparo café.- le dijo Alejandro y al ver que no se movía se acercó.
- Fui un idiota, otra vez. Te pido perdón, te prometo que no voy a intentar nada más que acompañarte. No estés sola en un momento así. Por la amistad que tuvimos déja que me quede, por favor...- Mel volvió a llorar y lo abrazó con fuerza. Él la apretó demostrando que realmente le importaba. Cuando el llanto fue cesando se separaron un poco y él le secó las lágrimas.
-Andá a cambiarte que yo preparo café. - volvió a decirle. Mel le dio un corto beso en la mejilla.
- Gracias.- le dijo y se marchó dejándolo más conmovido de lo que esperaba.
Preparó el café y lo llevó a la mesa baja que se encontraba frente al sofá. La vio a través de la puerta entreabierta sacarse el vestido y recogerse el pelo en un rodete. Ya la había visto desnuda varias veces y sin embargo en la intimidad de su casa la encontró todavía más hermosa. Como si pudiera sentir su mirada, Mel giró y sus ojos se encontraron. Sin cubrirse se acercó hasta la puerta con paso lento y la cerró, sabiendo que ninguno de los dos quería que lo hiciera. Al cabo de un rato salió con unos shorts y una musculosa de tiritas que solía usar para dormir. Se sentó en el sofá y cruzó las piernas sobre él.
Alejandro se había desabrochado algunos botones de su camisa y tomó asiento a su lado.
-Sacate los zapatos si queres. - le dijo Mel un poco más tranquila.
-Estoy bien, gracias. - le respondió él, tomando su taza de café.
- Me encanta cómo transformaron este lugar. - le dijo mirando a su alrededor.
- A mi también. - le respondió ella.
-Mi abuelo insistía en que tenga mi propio lugar y aunque al principio me parecía innecesario, terminé agradeciendoselo.- Otra vez la conversación entre ambos fluyó cómodamente.
Al cabo de dos horas, Mel se acomodó un poco en el respaldo y en pocos minutos se quedó dormida. Alejandro la tapó con una manta, que encontró en su habitación y, después de darle un beso en la frente, intentó dormir también. Era un momento triste y sin embargo, poder acompañarla, volver a ese departamento y poder abrazarla le robaron una sonrisa sincera y una duda esperanzadora. A lo mejor, no todo estaba perdido.
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Otro amanecer
RomansaMel es una excelente estudiante de economia, que consiguió el trabajo de sus sueños en una de las mejores empresas de Buenos Aires. De una familia humilde, sincera, luchadora, hincha de Boca Juniors y valiente, la vida la golpeo demasiado joven y ah...