2005
Las semanas siguientes los llamados eran casi diarios, los resultados del fútbol habían dejado de importar, pasaban horas hablando de todos los temas que pasaban por su mente. Alejandro había decidido poner una alarma, ya que se había perdido varios entrenamientos. El tiempo parecía volar cuando charlaban. Sin embargo, aún no se habían vuelto a ver.
Ambos sentían cada vez más la necesidad de hacerlo y sin embargo, ninguno se animaba a dar el paso.
Una tarde de sábado, en la que Melany llegaba dispuesta a ayudar a su abuelo a atender el local, lo vio vestido con la única camisa elegante que le conocía y había abandonado sus alpargatas para lucir unos zapatos lustrados a la perfección.
-Ah, bueno… Abuelo ¿hay una fiesta y no me avisaron?- dijo a la vez lo tomaba de la mano y lo hacía girar sobre sí mismo. Lautaro lucía una hermosa sonrisa.
- Recibí una invitación de Alfredo, parece que contactó a los que quedamos del colegio y vamos a tomar algo a su casa. - El corazón de Melany comenzó a latir a toda velocidad, su abuelo iba a la casa de Alejandro, sus manos comenzaron a sudar y si bien lucía una sonrisa, por dentro no encontraba la manera de pedirle a su abuelo que la llevara con él.
-¡Qué bueno abuelo! Los vas dejar a todos mudos, cuando vean lo guapo que estas. - le dijo acomodando el cuello de la camisa.
-¿Es en la casa de Alfredo? - preguntó intentando sonar distraída.
-Sí es más me dijo que si querías podías acompañarme, creo que va a estar Alejandro también.
- El rostro de Melany se iluminó como un árbol de navidad en Nochebuena. No pudo disimular su alegría y se olvidó de todo, llevaba tanto tiempo queriendo volver a verlo que se abalanzó sobre su abuelo y comenzó a darle besos al tiempo que le agradecía a viva voz.
- Bueno, bueno, será mejor que nos apuremos que tenemos un largo viaje, mientras cierro el local llamá a tu madre así le avisas que vamos a volver más tarde. Si queres podes quedarte a dormir acá. - le dijo su abuelo buscando el candado de la puerta.
El viaje en el tren comenzó a llenar la mente de Melany de dudas. Se miró las zapatillas violetas acordonadas y el jean gastado, y los encontró peor de lo que los recordaba. Por suerte se había puesto su mejor remera, la gris de escote en V, con volados en la parte baja; pero el buzo que anudó a su cintura no era la mejor opción.
- Tranquila Mel. -le dijo su abuelo llamando sus atención. - Son Alfredo y Alejandro, los mismos que comparten mate con nosotros. - Mel le mostró una sonrisa tímida y volvió a mirar por la ventana.
Al bajar del tercer tren en la estación de San Isidro, sus ojos no podían dejar de asombrarse. Cada cuadra que caminaban en dirección al río, era más hermosa que la anterior. Los árboles dibujan la sombra de sus hojas en los adoquines, las casas eran cada vez más grandes, entre sus cercos se podían adivinar sus jardines, la brisa que golpeaba sus mejillas traía un aroma diferente.
-Llegamos.- dijo su abuelo, sacándola de su ensoñamiento, frente a un enorme portón verde que se abrió para darles paso a un inmenso jardín, repleto de árboles y flores.
Lautaro se acercó a recibirlos, con sus panetones prolijamente planchados y un pañuelo elegantemente colocado en su cuello.
-Dichosos los ojos que te ven, hermosa. - le dijo a Mel abrazándola con cariño.
-¡Qué bueno que te decidiste a venir, Lautaro ponete cómodo, está todo preparado en el jardín de invierno para nosotros. Mel vení conmigo que Alejandro está con sus amigos adentro. - Con cada paso Mel se arrepentía más y más de su decisión, de repente llegar sin avisar no parecía una buena idea, se desnudó el buzo de la cintura y se soltó el pelo rezando no parecer una espantapájaros. Sin darle a tiempo a arrepentirse, Alfredo abrió la puerta principal de una galería que albergaba varios sillones en colores claros, donde un grupo de jóvenes charlaban animadamente.
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Otro amanecer
RomanceMel es una excelente estudiante de economia, que consiguió el trabajo de sus sueños en una de las mejores empresas de Buenos Aires. De una familia humilde, sincera, luchadora, hincha de Boca Juniors y valiente, la vida la golpeo demasiado joven y ah...