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2006

Pasaron la noche más hermosa de sus cortas vidas de apenas 17 y 19 años. Se regalaron caricias, besos, bromas, palabras dulces y deseos reales. A la mañana siguiente, al despertar juntos y abrazados disfrutaron el saber que nada había sido un sueño. Alejandro intentó besarla y Mel timida se cubrió con las sábanas. -Espera que me lavo los dientes.- le dijo comenzando a levantarse cubriendo su cuerpo desnudo e intentando localizar su ropa. -Dale, dame un beso, uno solo. - le suplicaba Alejandro uniendo sus manos en forma de plegaria. 

Mel se envolvió con la sábana  y juntó su remera y su ropa interior del piso. 

-¿Por dónde está el baño? - le preguntó abriendo la puerta del cuarto. 

- Es el de ahí enfrente, apurate que no te fuiste y ya te extraño. - Mel sonriendo le lanzó un almohadón que estaba en el piso y cruzó la puerta. En ese momento su sonrisa se desvaneció y sus pies parecían clavados al suelo.

- ¿Qué te pasó, parece que viste un fantasma?- le dijo Alejandro acomodando las almohadas para sentarse sobre ellas. 

-Más que un fantasma soy tu madre. -  oyó esa voz familiar con tono de reproche que tan poco le gustaba. 

Mel la saludó sin poder mirarla a la cara. 

-Buenos días señora Broome, soy Melany. - llegó a decir avergonzada. Inés Broome ni siquiera la miró, pasó por su lado y entró a la habitación de su hijo, recorriendo cada rincón con cara de desagrado. 

-¿La nieta del ferretero, Alejandro? Haceme el favor de despedirla y cambiate rápido que tenemos un almuerzo de negocios. - le dijo en tono rudo, sin dar lugar a ningún tipo de respuesta.

Mel, al ver que Alejandro no reaccionaba se metió rápidamente al baño y con lágrimas en los ojos comenzó a vestirse. No tardó demasiado. Al volver al pasillo, Inés y Alejandro discutían. 

-No voy a ir a ningún almuerzo, Mel es mi novia, no me importa quien es su abuelo o donde vive. - gritaba con furia Su madre no levantaba la voz, hablaba pausado y con dureza. 

-Hijo, esa chica es una cazafortunas. Solo está con vos por tu dinero y por lo que veo te entregó todo, ya. Evita que también pierda su dignidad y despedila, por favor. - 

Alejandro sonaba furioso, se había levantado de la cama y estaba terminando de ponerse la remera.

-Mel no es así, la quiero mamá y ella me quiere a mi. No la voy a despedir. - le decía con vehemencia.  Inés seguía sin alterarse. 

-Hijo, sos muy joven. Entiendo que te creas enamorado de la primera mujer que abre sus piernas para vos, pero te estoy ahorrando un mal momento. En esta familia estamos acostumbrados a lidiar con este tipo de gente.  Entiendo que ahora no lo puedas entender pero el tiempo me va a dar la razón. Lo que no me podes negar es que al traerla a mi casa nos faltaste el respeto. ¿Acaso su abuelo sabe que pasó la noche con vos?. - Alejandro estaba indignado pero entonces entendió que si Lautaro se enteraba de que Mel le había mentido por su culpa a lo mejor no la dejaba verlo más. 

Inés supo de inmediato que esa era su carta. 

- Tranquilo, llamó al amigo de tu abuelo para que la venga a buscar y listo. -  Alejandro se acercó rápidamente y la tomó del brazo.

 -¡No! - le dijo. -Ya se va, pero por favor no llames a Lautaro. - 

Melany no podía dejar de llorar, por segunda vez abandonaba esa casa con el corazón destrozado. Sentía que pisaba sus propias huellas, con la misma sensación de tristeza en el corazón. Las palabras de esa mujer le dolían en todo el cuerpo. Sólo deseaba llegar a su casa para nunca más regresar. 

Cuando Alejandro salió de la habitación y no la vio se desesperó. Su madre con paso lento le dijo al pasar. 

- Es lo mejor, hijo. Ahora cambiate que nos tenemos que ir. - Invadido por la furia entró a su habitación dando un portazo. Se sentó en la cama y evaluó sus opciones. Lo primero que debía hacer era regalarle un teléfono celular a Mel, de esa manera podrían estar siempre comunicados. Luego se vistió, tomó la mochila que había olvidado y juntó sus cosas. Se escabulló hacia las cocheras y salió de la casa. Si se apuraba podría llegar al local antes que ella y así le explicaría que nada de lo que su madre había dicho era lo que él sentía. Sólo una duda giraba en su mente ¿Sería ella capaz de perdonarlo?

Otro amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora