Otro amanecer

31

2006

Los dolores que antecedieron a la hemorragia fueron tan fuertes, que Lautaro la escuchó desde el local. Mel lloraba de dolor y se retorcía en su habitación. Su abuelo asustado llamó a su vecino para que los llevara al hospital.

Lo que siguió fue tan confuso para Mel que en adelante intentaría enterrarlo en su memoria. Pero Lautaro lo recordaría demasiado bien.

Mel tuvo que ser intervenida quirúrgicamente y su recuperación tardó varias semanas. La primera noche, cuando Lautaro regresaba al local, lo vio a Alejandro esperando en la puerta.

-¿Dónde está Mel, don Lautaro? Necesito hablar con ella. - Lautaro no le respondió y continuó su camino abriendo la puerta del local.

Una vez adentro lo invitó a sentarse en una banqueta.

- Hijo, Mel está en el hospital. - le dijo con cara de preocupación. Alejandro saltó del asiento y quiso salir de inmediato a su encuentro.

- Vamos, por favor, tengo que verla. - le dijo en voz alta al ver que Lautaro seguía sentado.

- Está fuera de peligro. Perdió el embarazo y le hicieron un raspaje pero ya está bien. Si sigue así en 48 hs le dan el alta. - Alejandro comenzó a llorar.

- Vamos, por favor. Debe estar muy asustada. Lautaro, me llevó tiempo pero ahora lo sé. La amo, no quiero estar sin ella. No me importa lo que digan mis padres, tampoco me hubiese importado si el embarazo seguía su curso. La amo, llévame con ella. por favor. - Alejandro se movía por el local como un gato enjaulado.

Lautaro comprendía lo que decía pero había visto a su nieta sufrir tanto que no estaba dispuesto a que alguien volviera a lastimarla. Se puso de pie y abrazó a Alejandro, tan joven y derrumbado que pudo sentir el miedo a través de su piel.

-Tranquilo hijo.- le dijo cuando sintió que comenzaba a recuperarse.

-Yo se que sos un buen muchacho y tambien se que la queres. - El adolescente asentía con su cabeza. - Pero creo que lo mejor que podes hacer es dejarla libre. - Alejandro lo separó en un movimiento brusco.

- ¿Qué dice Lautaro? No escuchó nada de lo que le dije. - Lautaro asintió y continuó hablando.

- Por supuesto que te escuché, pero también la vi cada hora de estos días tan oscuros. Sufrió demasiado y seamos honestos, nadie puede garantizar que las cosas puedan cambiar en el corto plazo. - Alejandro lo miró aún enojado.

- Son demasiado jóvenes. Ella daría su vida por vos. ¿Pero es realmente lo que queres que haga? - La furia de Alejandro se fue transformando alentandolo a seguir.

- Ella tiene sueños también. Solicitó una beca para la facultad y ayer llegó la carta en la que le informaban que había sido aceptada. Quiere tener su propio hogar, ser economista, sentirse importante. No es la primera vez que tu familia la trata como si no fuera digna de entrar a su casa. - Alejandro lo interrumpió.

- Yo nunca pensé eso. - Lautaro sonrió brevemente.

-Lo se. Y como se que la queres de verdad es que te digo esto. Prometo contarte cada paso de recuperación, sus logros y su crecimiento. Vos tenes que hacer lo mismo, completá tus estudios, viaja por el mundo, descubrí lo que más queres en la vida y si un día la vida los vuelve a encontrar que sean dos personas en igualdad de condiciones que se vuelven a elegir. No le robes su futuro. -

Alejandro ya no supo qué decir. Bajó su mirada pensativo. En ese momento solo quería correr a abrazarla pero lo que Lautaro le decía había comenzado a tener algo de lógica y eso lo estaba comenzando a perturbar.

Lautaro le dio una palmada y le indicó en qué hospital estaba, pero cuando terminó de decirlo le advirtió que confiaba en que hiciera lo correcto.

Alejandro fue cada día a verla, pero nunca llegó a entrar a su habitación. La observó de lejos el día que subió al taxi que la sacó de allí. Supo que había aceptado la beca y estuvo en la puerta de la facultad el primer día. Sin embargo tampoco se acercó.

La amaba demasiado y por eso la dejaba. Solo deseaba en lo más profundo de su ser que algún día pudiera entenderlo.