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2015

Melany jamás había caminado tan rápido en su vida. Sin mirar atrás se aventuró hacia la recepción deseando que las puertas del ascensor estuvieran abiertas. Pero como suele suceder en estos casos, no solo estaban cerradas las puertas, sino que también los números iluminados en color rojo marcaban que se encontraba en la planta baja. 

Presionó con insistencia el botón y tras los segundos más largos de su vida, por fin pudo introducirse en el habitáculo. Un poco más relajada se apoyó en el espejo y se llevó ambas manos a la cara mientras soltaba todo el aire que había retenido en sus pulmones los últimos minutos, cerrando los ojos con fuerza, al tiempo que las puertas del ascensor se cerraban.

De repente una mano impidió que lograran su cometido. El fuerte brazo de Alejandro, acompañó el movimiento de apertura y en poco tiempo estaba frente a Mel, quien presa de la sorpresa, no pudo reaccionar, abrió sus ojos para detener su mirada en los más profundo del ser que tanto había amado alguna vez. 

Ambos parecían congelados, presos de una marea de sentimientos que afloraron del más antiguo rincón, que suponían olvidado. Sin siquiera tocarse podían sentirse, de repente el espacio parecía más pequeño y sus respiraciones más aceleradas. El anuncio del ascensor indicando que las puertas se cerraban los devolvió al presente. 

Alejandro fue el primero en hablar. 

-¿Por qué saliste corriendo? - dijo intentando mantener el contacto visual, que Mel había decidido evitar en adelante. 

-Yo no sabía, te juro que no tenía idea de que esta empresa fuera tuya. - dijo en voz baja, como si hubiese alguien más que pudiera oírlos. 

- Ya se. Si lo hubieses sabido ¿no hubieses venido? - Mel negó con la cabeza, sin despegar la vista del suelo. Alejandro tomó su rostro con dulzura para volver a encontrar su mirada 

- Mel.. - dijo en un susurro. Los ojos de la joven se empañaron repentinamente y él la soltó inmediatamente. Se había prometido que jamás la haría sufrir, de nuevo.  

-No quiero que pierdas la oportunidad sólo porque yo dirijo la empresa. Ya somos adultos, creo que podemos manejar la situación. - Mel, que había vuelto a centrar su mirada en el piso, fue presa de la furia y sin pensarlo se volvió hacia él, acortando la distancia.

- ¡No queres!, ¿y  desde cuándo decidís por mí? Nunca se te ocurre pensar que el otro tiene voz y voto. - las palabras salían firmes y precisas, con un tono que a Alejandro se le antojó encantador 

- Nunca necesité que nadie me abriera camino, y en lo laboral, no va a ser distinto. Me fui porque no tengo intenciones de que a alguien se le ocurra pensar que porque nos conocemos… nos conocíamos, puedo tener algún tipo de privilegio. Lamento herir tu autoestima. - Alejandro comenzó a sonreír, si bien sus palabras no eran para nada alentadoras, verla enfurecida le había recordado sus peleas en el taller. La encontraba aún más hermosa cuando fingía maldad. 

- ¿De qué te reís? - le dijo Mel impartiendo un pequeño golpe en su pecho, que resultó demasiado contacto para ambos. 

Las puertas del ascensor se abrieron y Alejandro presionó el botón para volver a cerrarlas. Atrapó la mano de Mel, que aún yacía sobre su pecho, y acortó todavía más la distancia entre sus rostros. 

-Mel...- dijo a escasos centímetros de su boca. 

-Me dio mucho gusto volver a verte. - Las puertas se volvieron a abrir y un grupo de personas que aguardaban ingresar, se mostraron impacientes. Los ocupantes se separaron y ella abandonó el edificio con más dudas que certezas, intentando no mirar atrás, pero sintiendo que la piel de su mano comenzaba a arder.

Pasó todo el viaje de regreso recordando la tan fallida entrevista, las miradas, los gestos, lo diferente y a la vez tan igual que lo había encontrado. El caprichoso destino se había encargado de demostrarle que nada estaba resuelto como tantas veces se había repetido a sí misma en el pasado. 

Cuando llegó a su casa, pasó por el local, donde su abuelo la recibió con una sonrisa. 

-¿Pero quién es esta ejecutiva que acaba de entrar? - Mel, que se había olvidado de su cambio de vestimenta, le devolvió la sonrisa. 

- No tan ejecutiva abuelo, no conseguí el empleo. - dijo mientras se servía un mate.

- Pero qué dices hija, si recién llamaron para decir que habías sido seleccionada. - Mel arrugó el ceño sorprendida.

-Mira, dejaron este turno para que te hagas los exámenes médicos y una señora muy amable me dijo que las condiciones ofrecidas se habían modificado y este sería tu sueldo de acuerdo a tus responsabilidades. - Mel abrió los ojos al ver la cifra, muy superior a la que había estimado. 

Otra vez sintió que el enojo brotaba por su interior. La mirada de orgullo por parte de su abuelo, le partía el corazón. Alejandro se había movido demasiado rápido y había tocado su punto débil. Tenía que encontrar una muy buena excusa para no aceptar el trabajo. 

En ese momento no pudo más que seguir el juego. Lo abrazó y se alegró junto a él.  Compartieron unos mates y charlaron un poco de fútbol, y en ningún momento dejó de sentir el orgullo en los ojos de su abuelo.

Esa noche, en la penumbra de su habitación, acariciando la mano que Alejandro había sostenido horas antes, luego de darle mil vueltas al asunto, tomó, por fin  una decisión.

Otro amanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora