𝗰𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟭: 𝘀𝗼𝗹𝗼 𝗾𝘂𝗲𝗱𝗮𝗻 𝗰𝗲𝗻𝗶𝘇𝗮𝘀

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La luz del día parecía haberse desvanecido durante años.

No había cielo, no había azul. Todo se había convertido en una nube de polvo y cenizas. El olor a muerte y putrefacción inundaba cada esquina y las sonrisas no eran más que un último recurso ante la vida cruel y abusiva que otros nos habían dejado.

Desde 1945 nada era lo mismo. Después de la Segunda Guerra Mundial parecía que todo había terminado. Estados Unidos ganó aquella guerra, los marines, los aviadores y soldados de tierra volvían a casa victoriosos, alzando banderas de nuestro país al cielo, besando a sus mujeres y abrazando a sus padres, pero lo que no sabían es que lo peor estaba por venir.

A partir de ese año, en Europa Central comenzó la llamada Guerra Fría. Alemania quedó dividida en dos, la parte occidental era nuestra junto con franceses e ingleses. La oriental, estaba tomada por la Unión Soviética, más conocida como Rusia. Ahí empezó el distanciamiento entre los dos países.

Estados Unidos y Rusia comenzaron a fabricar armas de destrucción masiva, armas nucleares y biológicas. Estos dos se amenazaban constantemente. Batieron una guerra en Vietnam y otra en Corea, pero ninguna en suelo ruso o estadounidense.

Ninguno de los dos atentó contra el otro de forma directa hasta que llegó 1962. En Cuba, la Unión Soviética instaló sus misiles nucleares como otros tantos con los que habían amenazado a nuestro país, pero esos fueron diferentes.

Aquellos misiles fueron lanzados a cada capital de estado, a cada casa, cientos de misiles cargados con material nuclear bombardearon nuestro país, quedando un auténtico desierto. No había población, no había nada, ni siquiera los cimientos de las casas habían quedado. Por suerte, aquello no afectó al norte y la frontera con Canadá.

El país comenzó a recuperarse lentamente, y gracias a que los frondosos bosques de Washington, Montana, Dakota del Norte, Minnesota, Wisconsin y Michigan no fueron afectados, Estados Unidos fue recobrando algo de lo que era antes, aunque todo cambió por completo.

Pero ya no existía Estados Unidos, de hecho, no había estados. Ahora éramos La Reserva que se dividía en cuatro partes: en el sur se situaba el Desierto. Allí se trabajaba en las minas, en busca de piedras preciosas y oro. Era una de las zonas más ricas del país. En el centro se situaban las llamadas Llanuras. En la Llanura se criaban búfalos importados desde África y, aunque tenían la intención de abastecer la Reserva de una forma legal, sólo tenían el privilegio de comer su carne los habitantes de las Llanuras y las familias más privilegiadas, ya que los soldados que vigilaban cada movimiento que hacíamos lo confiscaban para ellos mismos y sus familias. Las costas de este y oeste eran los Caladeros, otra de las zonas más ricas del país por su abundante pesca, pero ocurría lo mismo que con la carne de búfalo de la Llanura. Y luego estaba el norte; el Bosque. Aquí nuestra labor era la tala de árboles y el cultivo de verduras, de la que el pueblo apenas veía nada.

Sin duda éramos los más pobres de todas las zonas. Aquí no llegaban ni el búfalo ni el pescado, porque todo era confiscado en la frontera y lo que llegaba al Bosque apenas eran resquicios de lo que en realidad los camiones traían.

Además, como en teoría debíamos abastecernos de búfalo y pescado de los Caladeros, la caza era totalmente ilegal porque debíamos seguir preservando la naturaleza del país.

Era triste mirar desde lejos cómo los soldados, ataviados con sus uniformes blancos e impolutos que daban la imagen pacífica que La Reserva quería proyectar, mataban a aquel que pillaban cazando. ¿No era triste? Un pueblo que se dejaba las manos y la vida en el campo, en el bosque, viviendo en casas de turba o madera, que no veía ni una cuarta parte de lo que producía mientras se lo tragaban otros; los de trajes de chaqueta y vestidos elegantes que vivían en la Villa Verde.

cielos de cenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora