No sabía dónde iría tras dejar a los Cabezas Rojas. ¿Volvía al Bosque con todo lo que había pasado? ¿De verdad quería volver con mi padre y con Logan? Había probado algunas briznas de la libertad y ahora quería más. Quería poder decidir el rumbo que tomaba mi vida, quería decisiones complicadas que me hicieran tambalearme y quería riesgo.
Mientras caminaba a paso lento por el pasillo de la base, Willa me cortó el paso. Parecía cabreada, llevaba las manos en la cintura y el ceño fruncido.
—Hace una hora que te esperaba en la sala de control. Vamos a hackear el control de las pantallas de La Reserva y a reproducir las imágenes, venga, entra —ordenó, señalando la puerta de la sala de control con un gesto bastante brusco.
—No creo que vaya a quedarme, me siento decepcionada por Jayden. Solo me quería para ayudar a ganar la guerra —expliqué, colocándome mejor el macuto al hombro. Mis palabras parecieron enfurecer aún más a Willa, que abrió la nariz, apretó la mandíbula y cerró las puntas de los dedos sobre su cintura.
—Me importa una puta mierda lo que tengáis Jayden y tú. Esto no es un jodido colegio, ¿me oyes? Aquí no se hace y deshace a gusto de lo que la señorita Brooks quiera. Tú te quedas porque juraste ayudar, porque esto es más grande que tú, que yo y que todos nosotros. Métete dentro de esa sala y no vamos a salir hasta que cada uno de los habitantes de la puta Reserva hayan visto cómo el ejército fascista matan uno tras otro a los suyos. ¿¡Me has oído!? —Cristalino, me había quedado cristalino.
—Sí, señora. —Sin rechistar entré en la sala.
Me senté justo detrás de Ewan, que parecía inmerso en el trabajo de perfeccionar el hackeo a la red de comunicaciones de la Reserva.
Llevaba razón Willa, claro que la llevaba, pero no soportaba que me dijesen lo que debía hacer después de haber probado la libertad, y vivir en un ejército no ayudaba a nada. No entendía cómo Jayden podía haber soportado eso todos aquellos años y mucho menos cuando Willa ponía en duda su capacidad día tras día. Ugh, Jayden. La idiota de Jayden. Ahora estaba atrapada allí, con un ejército en el que yo apenas encajaba, porque había sabido engatusarme tan bien que caí en la trampa como una idiota.
—¿Has monitorizado a Jayden? —Preguntó Willa, sentándose al lado de Ewan, que negó levemente.
—Cuando terminemos de hackear la red lo hago. Debería estar cerca de Stampfield, no muy lejos de aquí —aclaró él.
—Perdón, pero ¿dónde está Jayden? —Willa se giró al escuchar mi pregunta.
—Buscando a Patt, no te preocupes, volverá esta tarde para que podáis pelearos como niñas de colegio. Si lo hacéis, id al campo y que nadie os escuche.
Mis oídos omitieron la última parte de la frase porque mis ojos estaban pegados a la pantalla, observándola con el horror con el que se presencia una masacre. Con nombres y apellidos, los asesinatos de cientos de personas comenzaron a reproducirse en las pantallas de todo el país. El abuso militar que el Ejército, comandado por mi padre, ejercía sobre la gente era brutal. Degollamientos, fusilamientos, palizas, risas de fondo que acompañaban la macabra escena en la que le quebraban el brazo a un pobre desgraciado, violaciones y asesinatos a niños. Candance Miller, Edward Lopez, Benson Stoner, Maxime Alton... Así hasta completar un millar de personas. Un centenar solo en un archivo de Marcus March. No quería ni imaginar las carpetas que tendría mi padre en el disco duro que guardaba en el despacho de casa, pero lo que no quería pensar era en que grababa los abusos que sus amigos ejercían sobre mí.
—En un par de minutos, todo habrá estallado —sentenció Willa.
Ewan se reclinó en su silla, tomando de un sorbo los fideos instantáneos que le quedaban en el bol.
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cielos de ceniza
RomanceEn un mundo destruido después de la guerra fría el pueblo se muere de hambre mientras trabajan de sol a sol para dar de comer a lo ricos. Solo los Cabezas Rojas tienen el valor para enfrentarse a aquellos que viven en la Villa Verde y harán lo que h...