𝗰𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟮𝟳: 𝗮𝘁𝗿𝗮𝗽𝗮𝗱𝗮

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No vi a Jayden por ninguna parte cuando regresé a la base. Supuse que estaría en su habitación o con Willa, comunicándole que no había conseguido sacarme ninguna información. La muy idiota había decidido ponerse el uniforme de militar, cuando podía haberme preguntado directamente si sabía algo sobre mi padre y yo le habría contado todo lo que sabía. Creía que se había quitado el pañuelo rojo para estar conmigo, pero en realidad siempre lo llevaba escondido en el bolsillo.

Quise lavarme la cara antes de dormir. Necesitaba quitarme de encima el malestar que se había instaurado en mi cuerpo, ese que me apretaba la parte más profunda de la garganta y se posaba sobre mis hombros para intentar hundirme en el catre de mi habitación.

Abrí el grifo y, formando un cuenco con mis manos, me eché el agua fresca directa a la cara. Aproveché y pasé las manos por mi pelo para mojarlo y refrescarme, cuando escuché voces familiares que venían desde el pasillo. Una de ellas era la de Helena, a la que no tenía ganas de encontrarme de nuevo esa noche.

Busqué escondite en el baño y cerré la puerta, subiéndome encima del retrete para que no viese mis zapatos. Dios, ¿por qué tenía yo que recurrir a esconderme con tal de evitar a alguien?

—Entonces, al final nada, ¿no? —La voz que preguntaba me resultaba un tanto familiar, pero no lograba descubrir de quién provenía.

—Nada, Mads. Eso sí, ha tenido una bronca con Jayden. —Los grifos se abrieron de nuevo—. Jayden puso en duda su lealtad y la chica se puso como una fiera. Creo que se gustan.

—Ya sé que se gustan, tengo ojos en la cara, imbécil —replicó Mads, seguido de un fuerte golpe—. Willa debe enterarse de que están juntas y así apartará a Jayden de todo esto.

—¿No te parece que estás reaccionando de más? Deberíamos centrarnos en pedirle a Quinn que nos contase lo que sabe, montar este circo no nos traerá nada de provecho —explicó Helena.

—¿Pero tú te crees que me importa eso? Solo quiero a Jayden fuera de aquí—Helena no respondió, tampoco hizo ademán de pronunciar una palabra y los pasos se alejaron del baño.

Mi peso cayó a plomo sobre la pared del baño e intenté tragarme la bola pesada que se me había atravesado en la garganta. La guerra contra mi padre se acercaba, ellos no iban a parar hasta destrozarlos. Eran una máquina de matar perfeccionada y bien engrasada, y dentro de aquella base lo único que había eran divisiones y puñales por la espalda.

*

La sala de archivos de la base era una pequeña habitación llena de documentos divididos en dos estanterías repletas de cajas, papeles amarillentos y carpetas que en un tiempo pasados fueron marrones. Apenas contaba con dos metros de ancho y cinco de largo, supuse que allí nadie entraría a juzgar por el polvo y las telarañas que colgaban de las esquinas en aquella estancia.

Deslicé mi brazo a través de la puerta y agarré a Jayden, empujándola dentro de la habitación. Me miró como si estuviese loca y a punto de matarla a cuchilladas contra las estanterías.

—¿Acabas de encerrarme? —Achicó los ojos y señaló a sus espaldas.

—Cállate y escúchame. —La señalé con el dedo, colocándome delante de ella, apoyada en la estantería.

—No, escúchame tú a mí —replicó, dando un paso para quedar frente a mí—. Ni siquiera me dejaste hablar ayer.

—¡Porque fuiste una estúpida! Sacaste eso de "soy militar, no puedo tener implicaciones emocionales con nadie", ¿sabes lo mucho que me dolió?

—Por mucho que te doliese, es la verdad y Willa tenía su punto de razón. ¿Qué pasa si al final acabo metiendo a una persona del bando contrario? ¡Porque te recuerdo que eres la hija del puto Malcolm Brooks! —Exclamó, gesticulando tanto con las manos que estuvo a punto de darme en la cara.

cielos de cenizaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora