—¿Pasaste la noche con Mads?
Willa parecía no interesarse mucho por mi vida personal, pero lo hacía. Creo que había sido la única persona que me había dado un abrazo, y cuando digo única es en el sentido literal de la palabra. Quizás lo hacía preocupada por mi rendimiento como militar, pero algo es algo.
Mientras nos servíamos el desayuno —un panecillo de maíz, un huevo duro y compota de remolacha—, Willa y yo observábamos los ánimos en el comedor. La gente sonreía, estaba animada, pensaban que el plan iba a salir bien. Yo también lo creía, lo teníamos todo bajo control. Ewan se pasaba doce horas delante de las cámaras, observando cada cosa que hacía el señor Brooks, aunque de momento tan solo habían mandado una brigada a buscar en casas del pueblo.
—Seguramente lo destrozarán todo de esa pobre gente —admitió Willa, sentándose frente a mí en una de las mesas—. No creo que nada salga mal. Todo está a nuestro favor.
—Le dije ayer a Patt que le quitase el chip localizador a Quinn. No quiero dejar ningún cabo suelto. —Me llevé el panecillo mojado en compota de remolacha a la boca para darle un buen bocado—. Ahora hablaremos con él, Ewan dice que empieza a perder los estribos. —Me reí a carcajadas, que se perdieron en el murmullo de la multitud—. Ayer se emborrachó tanto que acabó dormido encima del escritorio.
Terminamos el desayuno rápido y avisamos a todo el mundo de lo que estaba a punto de suceder. Silencio absoluto. Caminamos hasta la celda donde se encontraba Quinn, la amordazamos y llevamos hasta una habitación con el fondo oscuro. Me coloqué un pasamontaña negro con el que solo se me veía la boca y me situé detrás de la muchacha, que parecía temblar y llorar con el pañuelo rojo cruzándole la boca.
Ewan le hizo una señal con la mano a Willa desde la otra parte de la sala para indicarle que acababa de hackear el sistema al completo y nuestra imagen salía en las pantallas que la Sede había instalado por todo El Bosque para difundir los mensajes dictatoriales de Malcolm Brooks. Coloqué las manos sobre los hombros de la muchacha, que se descomponía entre sollozos bajo mi tacto.
Willa a un lado de la chica. Yo sujetándola para mantener el control sobre ella.
—Buenos días, camaradas. —Willa saludó con el mismo pasamontañas que yo—. Esta es Quinn Brooks, la hija de Malcolm Brooks, el Capitán de La Reserva. Hoy quiero tender una mano al señor Brooks para exigir un cambio en esta sociedad totalitaria. No queremos revolución, no queremos armas, queremos una solución y la queremos ya.
» Queremos la regulación de una jornada laboral de ocho horas. Queremos que deje de explotarse a los trabajadores como si fuesen esclavos que trabajan para un feudo. Queremos la no explotación infantil. Queremos la abolición de la prostitución que solo sirve para contentar a los peces gordos de la Villa. Queremos que los ciudadanos de El Bosque puedan adquirir los productos que ellos mismos cosechan a un precio mínimo. Queremos la imposición de un salario mínimo justo con el que se pueda vivir sin la necesidad de morirse de hambre.
» Porque, señor Brooks, fuera de su feudo la gente se muere de hambre, de infecciones por la poca higiene en el campo, de cansancio por las largas horas de trabajo o porque su cuerpo militar ejerce violencia sobre el pueblo y abusa de su poder. Por eso, señor Brooks, le pido que se siente a hablar.
Le quité la cinta roja de los ojos a Quinn y también la de la boca para que viese lo asustada que estaba su hija. Quinn sollozaba con las lágrimas colándose en su boca, la saliva endulzando sus labios, y yo me coloqué tras ella, agachándome para que mi cara quedase a la altura de la suya.
—¿No es esta su hija, señor Brooks? —Mis dedos acariciaron uno de sus mechones de pelo para colocarlo tras la delicada oreja de Quinn Brooks—. Sería una pena clavarle una bala en la sien. ¿O mejor en la nuca? —Dije con una risa socarrona, agarrándola de las mejillas
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cielos de ceniza
عاطفيةEn un mundo destruido después de la guerra fría el pueblo se muere de hambre mientras trabajan de sol a sol para dar de comer a lo ricos. Solo los Cabezas Rojas tienen el valor para enfrentarse a aquellos que viven en la Villa Verde y harán lo que h...