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Tardo media hora en ir del auto hasta el departamento. Llamé a Lucy dos veces para ver si podía ayudarme, pero no contestó el teléfono. Cuando logro entrar al departamento, me irrita un poquito verla acostada en el sofá con el teléfono en la oreja.

Cierro de un portazo detrás de mí, y alza la vista. —¿Qué te ocurrió? — pregunta.

Uso la pared como apoyo mientras voy hacia el pasillo dando saltitos. —Me torcí el tobillo.

Cuando logro llegar a la puerta de mi habitación, grita—: ¡Lamento no haber contestado el teléfono! ¡Estoy hablando con Alex! ¡Iba a llamarte!

—¡No hay problema! —le grito en respuesta, y luego cierro la puerta de un portazo. Me dirijo al baño y encuentro unos antinflamatorios que tenía guardados en el gabinete. Me trago dos y luego me tiro en la cama, y me quedo mirando el techo.

No puedo creer que esté atascada en este apartamento por una semana entera. Agarro el teléfono, y envío un mensaje a mamá.

Me torcí el tobillo. Estoy bien, pero, ¿puedo enviarte una lista de cosas que puedas comprar en la tienda?

Arrojo el teléfono a la cama, y, por primera vez desde que se mudó aquí, me alegra que mi madre viva relativamente cerca de mí. En realidad, no está tan mal. Creo que me agrada más ahora que mi padre ha fallecido. Sé que es debido a que sentí mucho resentimiento hacia su persona por nunca dejarlo. Pese a que dicho resentimiento se ha desvanecido en cuanto a mi madre se refiere, todavía siento las mismas cosas cuando pienso en mi padre.

No puede ser algo sano: guardar tanto rencor hacia mi padre. Pero, diablos, él era horrible. Con mamá, conmigo, con Peeta.

Peeta.

He estado tan ocupada con mi madre mudándose y secretamente buscando un nuevo apartamento en las horas de trabajo, que no he tenido el tiempo para terminar de leer los diarios que comencé a leer hace tantos meses.

Voy al closet dando saltitos patéticos, solo tropezándome una vez. Por suerte, me apoyo en la cómoda. Una vez que tengo el diario en mano, vuelvo a la cama dando saltitos y me acomodo.

No tengo nada mejor que hacer esta próxima semana ahora que no puedo trabajar. Bien podría compadecerme de mi pasado mientras soy forzada a compadecerme de mi presente.

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Querida Ellen,

El que hayas sido anfitriona de los Oscar fue lo mejor que pudo pasarle a la televisión el año pasado. No creo que alguna vez te haya dicho eso. El sketch de la aspiradora me hizo reír a carcajadas.

Ah, y hoy he reclutado a un nuevo seguidor de Ellen, Peeta. Antes de que comiences a juzgarme por permitirle entrar a mi casa otra vez, permíteme explicar cómo ocurrió.

Luego de dejar que tomase una ducha ayer, no volví a verlo anoche. Pero, esta mañana, volvió a sentarse junto a mí en el bus. Parecía un poco más feliz que ayer, pues se sentó y en realidad me sonrió.

No voy a mentir: fue un poquito raro verlo en la ropa de mi papá. Pero los pantalones le sentaban mejor de lo que pensé.

—Adivina —dijo. Se inclinó hacia adelante y abrió el cierre de la mochila.

—¿Qué?

Sacó una bolsa y me la tendió. —Las encontré en el garaje. Intenté limpiarlas para ti, porque estaban cubiertas de mugre, pero no pude hacer mucho sin agua.

Tomé la bolsa y lo miré con sospecha. Es lo que más le había escuchado decir. Por fin agaché la vista hacia la bolsa y la abrí. Parecía como un montón de herramientas de jardinería.

Terminamos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora