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Mi mano está temblando cuando alcanzo el pomo. Nunca he estado asustada de entrar a mi propio negocio antes, pero nunca he estado así.

El edificio se encuentra en penumbras cuando entro, por lo que enciendo las luces, conteniendo el aliento. Entro con lentitud a la oficina, abriendo la puerta con precaución.

No está en ninguna parte, y, aun así, está en todos lados.

Cuando me siento en el escritorio, enciendo el teléfono por primera vez desde que fui a la cama anoche. Quería una noche de sueño buena, sin tener que preocuparme por si Gale trataba o no de contactarme.

Cuando se enciende, tengo veintinueve mensajes de Gale. Es el número exacto de puertas que Gale golpeó el año pasado para encontrar mi apartamento.

No sé si reírme o llorar ante la ironía.

Paso el resto del día así. Mirando sobre el hombro, viendo la puerta cada vez que se abre. Me pregunto si me ha arruinado. Si el miedo por él me dejará alguna vez.

Pasa medio día sin ninguna llamada telefónica de él, mientras avanzo con el papeleo. Madge me llama después del almuerzo y puedo decir por su voz que no tiene idea de la pelea que tuvimos con Gale. Dejo que me cuente sobre el bebé por un momento antes de fingir tener un cliente y colgar.

Planeo irme cuando Lucy regrese de su descanso. Todavía le queda media hora.

Gale atraviesa la puerta tres minutos más tarde.

Soy la única allí.

Tan pronto como lo veo, me congelo. Permanezco de pie detrás del mostrador, la mano en la caja registradora porque se encuentra cerca de la engrapadora. Tengo la certeza que una grapadora no podría servir de mucho contra los brazos de un neurocirujano, pero la usaré si tengo que hacerlo.

Se acerca lentamente al mostrador. Es la primera vez que lo he visto desde que estuvo encima de mí en nuestra cama, la otra noche. De inmediato, mi cuerpo regresa a ese momento, y me veo envuelta en el mismo nivel de emociones que sentía en ese entonces. Tanto miedo como ira se apresuran a través de mí cuando alcanza la encimera.

Levanta la mano y pone un juego de llaves en el mostrador frente a mí. Mis ojos descienden hacia el llavero.

—Me voy a Inglaterra esta noche —dice—. Estaré fuera por tres meses. Pagué todas las cuentas, por lo que no tendrás que preocuparte por ellas mientras no estoy.

Su voz suena controlada, pero puedo ver las venas en su cuello, como prueba de que su autocontrol le cuesta toda la fuerza de voluntad que tiene. —Necesitas tiempo. —Traga con fuerza—. Y quiero dártelo. —Hace una mueca y empuja las llaves del apartamento hacia mí—. Regresa a casa, Katniss. No estaré allí. Lo prometo.

Se voltea y comienza a caminar hacia la puerta. Se me ocurre que ni siquiera trató de disculparse. No me molesta. Lo entiendo. Sabe que una disculpa nunca arreglará lo que hizo. Sabe que lo mejor para nosotros ahora mismo es una separación.

Reconoce el gran error que cometió... Y, aun así, todavía siento la necesidad de enterrar ese cuchillo un poco más profundo.

—Gale.

Me mira, y es como si pusiera una pared entre nosotros. No se voltea por completo y permanece tenso mientras espera lo que sea que tenga que decir. Sabe que mis palabras van a lastimarlo.

—¿Sabes cuál es la peor parte de todo esto? —pregunto.

No dice nada. Solo me mira fijamente, esperando mi respuesta.

—Todo lo que tenías que hacer cuando descubriste mi diario era pedirme la verdad. Habría sido honesta contigo. Pero no lo hiciste. Elegiste no pedirme ayuda y ahora ambos tendremos que sufrir las consecuencias de tus acciones por el resto de nuestras vidas.

Hace una mueca con cada palabra. —Katniss —dice, volviéndose hacia mí.

Levanto una mano para detenerlo de decir cualquier cosa. —No. Ya puedes irte. Diviértete en Inglaterra.

Puedo ver la guerra librándose en su interior. Sabe que no puede acercarse a mí en ese momento, sin importar lo mucho que quiera rogar mi perdón. Sabe que la única opción que tiene es voltearse y atravesar esa puerta, incluso aunque sea la última cosa que desee hacer.

Cuando por fin se obliga a salir por la puerta, corro y la bloqueo. Me deslizo hasta el suelo y me abrazo las rodillas, enterrando el rostro contra ellas. Estoy temblando con tanta fuerza, que puedo sentir mis dientes temblando.

No puedo creer que parte de ese hombre crezca en mi interior. Y no puedo creer que algún día tendré que admitírselo.

Terminamos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora