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—Han pasado seis semanas, mamá, tienes que superarlo.

Mi madre suspira en el teléfono. —Eres mi única hija. No puedo hacer nada si he estado soñando sobre tu boda toda tu vida.

Todavía no me ha perdonado, a pesar de que ella estaba allí. La llamamos justo antes de que Madge reservara nuestros vuelos. La forzamos a salir de la cama, obligamos a los padres de Gale a salir de la cama, y luego forzamos a todos a subirse a un vuelo a la medianoche hacia Las Vegas. No trató de disuadirme de ello porque estoy segura de que se dio cuenta que Gale y yo lo decidimos en el momento en que llegó al aeropuerto. Pero no ha dejado que me olvide de ello. Ha estado soñando con una gran boda y comprar el vestido y degustar la torta desde el día en que nací.

Subo mis pies sobre el sofá. —¿Qué tal si te lo compenso? —le digo—. ¿Qué sí, cuando sea que decidamos tener un bebé, me comprometo a hacerlo de la manera natural y no comprar uno en Las Vegas?

Mi mamá se ríe. Luego suspira. —Mientras me des nietos algún día, supongo que puedo superarlo.

Gale y yo hablamos de los niños en el vuelo a Las Vegas. Quería asegurarme de que esa posibilidad estaba abierta para debate en nuestro futuro antes de hacer un compromiso para pasar el resto de mi vida con él. Dijo que eso estaba abierto a discusión. Luego despojamos la atmósfera de un montón de otras cosas que podían causar problemas en el futuro. Le dije que quería cuentas corrientes separadas, pero desde que hace más dinero que yo, tiene que comprarme un montón de regalos todo el tiempo para mantenerme feliz. Aceptó. Me hizo prometer que nunca me haría vegana. Esa fue una promesa simple. Me encanta demasiado el queso. Le dije que teníamos que empezar algún tipo de caridad, o por lo menos donar a donde Tom y Madge les gusta. Dijo que ya lo hace, y eso me hizo querer casarme con él incluso antes. Me hizo prometer votar. Dijo que tenía permitido votar por los demócratas, republicanos o independientes, siempre y cuando me asegurara de votar. Estuvimos de acuerdo.

En el momento en que aterrizamos en Las Vegas, estábamos completamente en la misma página.

Oigo a la puerta principal desbloquearse así que me doy vuelta sobre mi espalda. —Me tengo que ir —le digo a mi madre—. Gale acaba de llegar a casa. —Cierra la puerta detrás de él y luego sonrío y digo—: Espera. Permíteme expresarlo de otro modo, mamá. Mi marido acaba de llegar a casa.

Mi madre se ríe y me dice adiós. Cuelgo y lanzo mi teléfono a un lado. Llevo el brazo por encima de mi cabeza y descanso perezosamente contra el brazo del sofá. Luego apoyo mi pierna por encima de la parte posterior del mismo, dejando que mi falda se deslice por mis muslos y se acumule en mi cintura. Gale arrastra sus ojos por mi cuerpo, sonriendo mientras se dirige hacia mí. Se pone de rodillas en el sofá y se arrastra lentamente por mi cuerpo.

—¿Cómo se encuentra mi esposa? —susurra, plantando besos por todos lados alrededor de mi boca. Se ubica entre mis piernas y dejo caer la cabeza hacia atrás mientras besa mi cuello.

Esto es vida.

Los dos trabajamos casi todos los días. Él trabaja el doble de horas que yo y solo llega a casa antes de que yo esté en la cama dos o tres noches a la semana. Pero las noches que en realidad conseguimos pasar juntos, tiendo a querer que pase las noches enterrado profundamente dentro de mí.

No se queja.

Encuentra un lugar en mi cuello y lo reclama, besándolo tan duro que duele. —Auch.

Se baja a sí mismo por encima de mí y murmura en mi cuello—: Te voy a hacer un chupón. No te muevas.

Me río pero lo dejo. Mi cabello es lo suficientemente largo así que puedo cubrirlo, y nunca he tenido un chupón antes.

Sus labios permanecen en el mismo lugar, chupando y besando hasta que ya no puedo sentir el ardor. Está presionado contra mí, un bulto contra su ropa quirúrgica. Muevo mis manos y empujo su ropa hacia abajo lo suficiente para que pueda deslizarse dentro de mí. Continúa besando mi cuello mientras me toma allí mismo en el sofá.

Terminamos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora