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Han pasado cincuenta y tres días desde que Gale salió de mi apartamento esa mañana. Lo que significa que han pasado cincuenta y tres días desde que oí de él.

Pero está bien, porque por los pasados cincuenta y tres días, estuve demasiado ocupada como para pensar en él, mientras me preparaba para este momento.

—¿Lista? —dice Madge.

Asiento, gira el letrero de "Abierto", y ambas nos abrazamos y chillamos como niñitas. Nos apresuramos alrededor del mostrador y esperamos a nuestro primer cliente. Es una apertura pequeña, por lo que en realidad todavía no he hecho bastante promoción, pero queremos asegurarnos de que no haya ningún problema antes de nuestro gran comienzo.

—Todo luce tan lindo —dice Madge, admirando nuestro trabajo duro. Echo un vistazo a nuestro alrededor, rebosando de orgullo. Claro que quiero tener éxito, pero para este punto, ni siquiera estoy segura de que eso importe. Tenía un sueño y me esforcé un montón para hacerlo realidad. Lo que sea que pase desde hoy, no importará.

—Huele tan bien —digo—. Amo este olor.

No sé si tendremos algún cliente hoy, pero ambas actuamos como si esto fuera lo mejor que nos haya pasado alguna vez, por lo que no creo que importe. Aparte, Tom vendrá en algún momento y mamá cuando salga del trabajo. De por sí ya son dos clientes. Es bastante.

Madge me aprieta el brazo cuando la puerta delantera comienza a abrirse.

De repente, me entra un poco de pánico porque, ¿qué si algo va mal?

Y entones sí entro en pánico, porque algo acaba de salir mal. Terriblemente mal. Mi primer cliente no es nadie más que Gale Hawthorne.

Se detiene cuando la puerta se cierra tras él y mira alrededor con asombro.

—¿Qué? —dice, girando en un círculo—. ¿Cómo‖ diablos...? —Echa un vistazo hacia Madge y yo—. Es increíble. ¡Ni siquiera luce como el mismo edificio!

Bueno, tal vez me sienta bien que sea el primer cliente.

Le toma unos cuantos minutos llegar al mostrador porque no puede dejar de tocar y mirar cosas. Cuando finalmente nos alcanza, Madge se apresura alrededor de la encimera y lo abraza. —¿No es hermoso? —dice. Mueve una mano en mi dirección—. Fue su idea. Todo. Yo sólo ayudé con el trabajo sucio.

Gale se ríe. —Encuentro difícil creer que tus habilidades de Pinterest no ayudaran ni un poco.

Asiento. —Sólo está siendo modesta. Sus habilidades ayudaron un montón al darle vida a esta visión.

Gale me sonríe y bien podría haberme enterrado un cuchillo en el pecho, porque, auch.

Pone las manos en el mostrador y dice—: ¿Soy el primer cliente oficial?

Madge le entrega uno de nuestros panfletos. —En realidad, tienes que comprar algo para ser considerado como cliente.

Gale mira el panfleto y entonces lo deja en la encimera. Se acerca a uno de los exhibidores y coge un jarrón lleno de lilas púrpuras. —Quiero estas —dice, poniéndolas en el mesón.

Sonrío, preguntándome si sabe que acaba de escoger lilas. Qué irónico.

—¿Quieres que las entreguemos en algún lugar? —dice Madge.

—¿Hacen reparto?

—Madge y yo no —respondo—. Tenemos un repartidor en espera. No sabíamos si en realidad lo necesitaríamos hoy.

—¿En serio se las estás comprando a una chica? —pregunta Madge. Sólo se está metiendo en la vida amorosa de su hermano como cualquier hermana haría, pero me descubro acercándome así puedo oír mejor su respuesta.

—Sí —dice. Sus ojos encuentran los míos y añade—: Aunque la verdad es que no pienso demasiado en ella. Casi nunca.

Madge coge una tarjetita y se la entrega. —Pobre chica —dice—. Eres un idiota. —Golpetea la tarjeta—. Escríbele un mensaje al frente y la dirección donde quieres que las entreguemos en la parte de atrás.

Lo observo mientras se inclina sobre la tarjeta y escribe en ambos lados. Sé que no tengo derecho, pero ardo con celos.

—¿Vas a llevar a esta chica a mi fiesta de cumpleaños del viernes? —le pregunta Madge.

Aprecio su reacción de cerca. Sólo sacude la cabeza y sin levantar la mirada, dice—: No. ¿Tú irás, Katniss?

No puedo decir por su voz si espera que vaya o no. Considerando el estrés que parezco causarle, supongo que es lo segundo.

—Todavía no me he decidido.

—Irá —dice Madge, respondiendo por mí. Me mira y estrecha la mirada—. Vas a venir a mi fiesta tanto si te gusta como si no. Si no vienes, renunciaré.

Cuando Gale termina de escribir, mete la tarjeta en el sobre pegado a las flores. Madge le cobra el total y paga en efectivo. Me mira mientras cuenta el dinero. —Katniss, ¿sabes que es costumbre para un negocio nuevo enmarcar el primer dólar que se consiga?

Asiento. Por supuesto que lo sé. Él sabe que lo sé. Sólo me está echando en cara que su dólar quedará enmarcado en mi pared por el resto de la vida del negocio. Casi le digo a Madge que le haga un reembolso, pero esto es trabajo. Tengo que dejar mi orgullo herido fuera de esto.

Una vez tiene el recibo en mano, golpea el mostrador con el puño para atraer mi atención. Inclina un poco la cabeza y, con una sonrisa verdadera, dice—: Felicidades, Katniss.

Se voltea y sale de la tienda. Tan pronto como la puerta se cierra detrás de él, Madge agarra el sobre. —¿A quién diablos le está enviando flores? —dice mientras saca la tarjetita—. Gale no envía flores.

Lee la parte delantera de la tarjera en voz alta. —Haz que pare.

Mierda.

La observa por un momento, repitiendo la frase. —¿Haz que pare? ¿Qué diablos significa eso? —pregunta.

No puedo soportarlo por otro segundo. Le quito la tarjeta y la volteo. Se acerca y lee la parte de atrás conmigo.

—Es un idiota —dice con una carcajada—. Escribió la dirección de nuestra florería en la parte de atrás. —Me arrebata la carta de las manos.

Guau.

Gale acaba de comprarme flores. Y no sólo cualquier flor. Me compró un ramo de lilas.

Madge coge su teléfono. —Le enviaré un mensaje y le diré que se equivocó. —Se lo envía y luego se ríe mientras observa las flores—. ¿Cómo puede un neurocirujano ser tan idiota?

No puedo dejar de sonreír. Me siento aliviada porque esté mirando las flores y no a mí, o lo descubriría todo. —Las mantendré en mi oficina hasta que averigüemos a dónde quería enviarlas. —Cojo el florero y me llevo las flores. 

Terminamos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora