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Pov. Peeta


Llamé a Sutton después de dejar a Josh en mi casa y le pedí que se reuniera conmigo en Bib's. Llegué una hora antes de lo acordado. Nunca he cocinado para ella, así que espero que hacerle una comida le haga algo. Que la complazca, que la ponga de buen humor. Cualquier cosa que la haga menos combativa.

Mi teléfono suena, así que me alejo de los fogones y miro la pantalla. Le dije que me enviara un mensaje de texto cuando llegara para poder dejarla entrar. Llega cinco minutos antes.

Atravieso el restaurante a oscuras y enciendo algunas luces en mi camino. Ella está de pie cerca de la entrada, fumando un cigarrillo. Cuando ve la puerta abierta, tira el cigarrillo a la calle y me sigue dentro.

—¿Está Josh aquí? —pregunta.

—No. Sólo estamos tú y yo. —Le señalo una mesa—. Siéntate. ¿Qué quieres beber?

Me mira en silencio durante un momento y luego dice:

—Vino tinto. Lo que tengas abierto. —Se sienta en una mesa y yo me dirijo a servir nuestra comida. Hice gambas con coco porque sé que son sus favoritas. La vi enamorarse de ellas cuando tenía nueve años.

Fue en el único viaje por carretera al que me llevó. Fuimos a Cape Cod, que no está tan lejos de Boston, pero es la única vez que recuerdo que mi madre hizo algo conmigo en un día libre. Normalmente dormía o bebía durante sus días libres, así que la excursión de un día a Cape Cod en la que probamos las gambas con coco por primera vez no es algo que se me haya pasado desapercibido.

Coloco nuestros platos y bebidas en una bandeja y la dirijo a la mesa en la que está sentada. Coloco la comida y el vino frente a ella y luego tomo asiento frente a ella. Deslizo los cubiertos hacia su lado de la mesa.

Se queda mirando el plato durante un rato.

—¿Tú cocinaste esto?

—Sí. Son gambas al coco.

—¿Cuál es el motivo? —pregunta, abriendo la servilleta—. ¿Esto es una disculpa por asumir que realmente podrías criar a un niño como él?

Se ríe como si hubiera contado un chiste, pero la falta de ruido en el restaurante hace que su risa caiga en saco roto. Sacude la cabeza y toma su vaso de vino, dando un sorbo.

Sé que me lleva doce años de ventaja con Josh, pero estoy dispuesto a apostar que ya lo conozco mejor que ella. Probablemente Josh me conoce mejor que ella a mí, y eso que viví con ella durante diecisiete años.

—¿Cuál era mi comida favorita mientras crecía? —le pregunto. Me mira sin comprender.

Tal vez era una pregunta difícil.

—De acuerdo. ¿Y mi película favorita? —Nada—. ¿Color? ¿Música? —Le doy unas cuantas más, esperando que pueda responder al menos a una de ellas. No puede. Se encoge de hombros, dejando su copa de vino—. ¿Qué tipo de libros le gusta leer a Josh?

—¿Es una pregunta con trampa? —pregunta.

Me vuelvo a acomodar en la cabina, tratando de ocultar mi agitación, pero está viva y respirando en cada parte de mí.

—No sabes nada de las personas que has traído a este mundo.

—Fui madre soltera de los dos, Peeta. No tuve tiempo de preocuparme por lo que les gustaba leer, estaba bastante ocupada intentando sobrevivir. —Suelta el tenedor que estaba a punto de usar—. Dios mío.

—No te pedí que vinieras para hacerte sentir mal —digo. Tomo un sorbo de mi agua y luego paso el dedo por el borde de mi vaso—. Ni siquiera necesito una disculpa. Él tampoco. —La miro fijamente, sorprendido de que esté a punto de decir lo que voy a decir. No es lo que he venido a decirle en absoluto, pero las cosas por las que he venido egoístamente no son las que me están molestando—. Quiero darte la oportunidad de ser una mejor madre para él.

Terminamos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora