32

50 6 0
                                    

De todos los secretos que he ocultado en los últimos meses, estoy más triste por ocultárselo todo a mi madre. No sé cómo lo tomará. Sé que estará emocionada por el embarazo, pero no sé cómo se sentirá sobre mi separación con Gale. Lo adora. Y basada en su historia con este tipo de situaciones, probablemente encontrará que es muy fácil excusar su comportamiento y tratar de convencerme de que lo acepte de vuelta. Y con toda honestidad, esa, en parte es la razón por la que he evitado esto; porque me asusta que haya una posibilidad de que tenga éxito.

La mayoría de los días soy fuerte. La mayoría de los días me siento tan enojada con él que el pensamiento de perdonarlo es ridículo. Pero algunos días lo extraño tanto que no puedo respirar. La diversión que tenía con él. Hacerle el amor. Extraño echarlo de menos. Solía trabajar tantas horas que cuando entraba por la puerta en la noche me lanzaba desde el otro lado de la habitación y saltaba a sus brazos porque lo echaba muchísimo de menos. Incluso añoro cuánto amaba hacer eso.

Es en los días que no soy tan fuerte que deseo que mi madre supiera todo lo que está sucediendo. A veces solo quiero conducir a su casa y acurrucarme con ella en el sofá, mientras mete mi cabello detrás de la oreja y me dice que todo estará bien. Algunas veces, incluso las mujeres adultas necesitan el consuelo de su madre para poder tomar un descanso de tener que ser fuertes todo el tiempo.

Me siento en mi auto, estacionada en la entrada, por unos buenos cinco minutos antes de reunir la fuerza para entrar. Apesta que tenga que hacer esto porque sé que, de cierta manera, también romperé su corazón. Odio cuando está triste, y decirle que me casé con un hombre que puede que sea como mi padre realmente la entristecerá.

Cuando atravieso la puerta principal, está en la cocina poniendo capas de fideos en una sartén. Por obvias razones no me quito mi abrigo de inmediato. No llevo una blusa de maternidad, pero mi barriga es casi imposible de ocultar sin una chaqueta. Especialmente de una madre.

—¡Hola, cariño! —dice.

Entro a la cocina y le doy un abrazo de lado mientras esparce queso por encima de la lasaña. Una vez que la lasaña se encuentra en el horno, nos dirigimos a la mesa del comedor y nos sentamos. Se reclina en su silla y toma un sorbo de su vaso de té.

Está sonriendo. Odio aún más que parezca tan feliz en este momento.

—Katniss —dice—. Hay algo que necesito decirte.

No me gusta esto. Vine aquí para hablar con ella. No me siento preparada para recibir una charla.

—¿Qué pasa? —pregunto indecisa.

Aprieta su vaso con ambas manos. —Estoy viendo a alguien.

Me quedo boquiabierta.

—¿En serio? —pregunto, sacudiendo la cabeza—. Eso es... —Estoy a punto de decir bueno, pero luego me preocupo instantáneamente de que se colocara en una situación similar a la que tenía con mi padre. Puede ver la preocupación en mi rostro, por lo que agarra mis manos entre las suyas.

—Él es bueno, Katniss. Es muy bueno. Lo prometo.

Alivio me atraviesa en un instante, porque puedo ver que me está diciendo la verdad. Puedo ver la felicidad en sus ojos. —Guau —digo, sin esperar esto en lo absoluto—. Me siento feliz por ti. ¿Cuándo puedo conocerlo?

—Si quieres, esta noche —dice—. Puedo invitarlo para que coma con nosotras.

Sacudo la cabeza. —No —susurro—. No es un buen momento.

Sus manos aprietan las mías tan pronto como se da cuenta que estoy aquí para decirle algo importante. Comienzo con la mejor parte de las noticias primero.

Terminamos...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora