19

106 18 0
                                    

Frustrado, se sentó en el suelo, dejando su peso sobre la puerta mientras con una mano se revolvía el cabello y con la otra sostenía su celular en altavoz, esperando por décima primera vez que le respondiera.

Estaba cansado.

Sí, quizá se había equivocado pero eso de ignorarlo era una niñería.

Faltaban unas horas para que anocheciera y, si no le respondía a tiempo para comprar los boletos del avión, definitivamente no iría.

—¿Hola?... —el castaño bufó, dejando pasar la grabación, ya no caería como la primera vez— ¡Ja! Lo siento, ahora estoy ocupado... o quizá te odio y no quiero responderte. Deja un mensaje o vete al demonio. ¡Besos!

—Felix —soltó un suspiro, frotándose un ojo, estaba cansado y sólo quería acomodar todos sus planes para poder irse a dormir el resto de la tarde y, como la vez pasada, tomar el primer avión para pasarlo bien con él—, lamento haberte dejado, ha sido un error pero puedo remediarlo, quizá pueda eliminar mis planes y quedarme un par de días contigo, encerrados para no ver a nadie más. Sólo... espero que respondas porque me estoy poniendo ansioso, me siento mal, no sé si no quieres saber de mí o... —se relamió los labios y negó—. Sólo llámame cuando escuches esto.

Se levantó apagando el celular y lo dejó en el sofá, para comenzar a sacar aquel cuadro de tigres blancos que tanto amaba al patio trasero.

Sólo esperaba que el césped no se incendiara por lo semi seco que estaba y se expandiera hacia la casa.

No quería morir quemado.

Luego de eso, sacó el sofá, las sábanas y, antes de tirar todo al fuego, se le ocurrió algo mucho mejor.

¡Donar todo!

Seguro que lo que él ya no quería, o quería pero no debía tener, sería de muy buen uso para otras personas así que hizo un par de llamadas a centros de apoyo y ya estaba, la siguiente semana llevaría todo.

Así que, de nuevo se puso a cargar todo, llevándolo de regreso al interior de la casa y finalmente, apagó el fuego, aunque su preciado cuadro ya estaba hecho cenizas.

Corrió hacia la sala y tomó con esperanza una vez más su teléfono, pero no tenía ninguna notificación, entonces, refunfuñando se dispuso a comer.

*

—Felix, soy yo de nuevo, quizá pueda cansarte pero... ¡Nada, estoy preocupado! —gritó y se arrepintió al instante— Lo siento, lo siento es que, necesito saber de tí y... sólo responde por favor.

*

—¿Amorcito? —saludó con duda, y suspiró— ¿Está todo bien? Hace horas que estoy llamando...

*

—¡Ya basta! —sentenció— Si no quieres verme, no volveré a llamar. Este es el último mensaje que dejo porque...

*

—Por favor pequeño, necesito escucharte, quiero saber algo de tí...

*

—Felix, son las siete y quince —advirtió, pasándose con desespero las manos por el cabello—. Aún hay tiempo para conseguir un vuelo para mañana, llegaría por la tarde, claro pero, estaré ahí. Si piensas que está bien sólo dime o, responde mis llamadas. Incluso sólo desvíalas y entenderé que estás molesto, así intentaré de la mejor manera arreglar el haberte dejado.

*

Suspiró, eran las once cincuenta y dos de la noche, estaba casi durmiéndose.

En aquellos momentos, la inmadurez de Felix no se comparaba con nada que hubiese visto antes.

●•◦★𝐄𝐧𝐬éñ𝐚𝐦𝐞 𝐚 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 // 𝐌𝐢𝐧𝐛𝐢n, 𝐌𝐢𝐧𝐥𝐢𝐱 ★●•◦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora