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Sólo podía mirar con rabia a aquel hombre frente a él, ese que se hacía llamar su padre y al que aún después de tantas mierdas que había hecho en su vida, seguía guardándole cierto respeto.

Pero ya no más.

Era lo suficientemente grande e independiente como para cantarle sus verdades sin que se le cortara la voz.

Valentía era lo que debía tener y era justo lo que estaba sacando en aquel momento.

Nadie podía meterse con el amor de su vida, no mientras tuviese la fuerza para cuidar de él.

Se incorporó limpiando su labio y lanzando su puño con fuerza, le devolvió el golpe en el rostro.

—¡Puedes irte mucho a la mierda! —le gritó muy enojado— ¡Tú para mí no vales nada, nadie de aquí más que mi madre y mi abuela, y si tú no me quieres como hijo te aseguro que yo tampoco a tí como mi padre!

Se suponía que aquella tarde iba a ser tranquila, en los casi once años que llevaba con el castaño, esta sería su sexta visita a su familia como pareja, pero decidió llegar antes para adelantarles un poco la mala noticia y que no sucediera lo que estaba pasando.

Pero en fin, agradecía que su novio aún no llegaba.

El hombre sólo pareció burlarse de su furia.

—Bueno, no es como que me haya sorprendido porque tú eres un inútil de mierda —soltó también como veneno, y los ojos llenos de asco—. Lo que sí no me esperé jamás es que ese niño tan bonito y controlador también sea una mierda, tan inservible que ni siquiera puede colaborar para hacer un niño.

—¡No hables más de él, tú no sabes lo que es y lo que vale!

—Seguro no más que tú —se encogió de hombros, escupiendo por algún lado de forma asquerosa—. Ese mocoso ni siquiera merece estar vivo, no tiene un propósito en esta tierra y... —entonces, el chico temió al ver que en su rostro comenzaba a crecer una gran sonrisa macabra—. Seguramente hasta él mismo se desprecia, ¡¿Por qué jodidos no ayudarle a dejar de sufrir?!

Los ojos del pelinegro se abrieron a tope y frunció el ceño, mirándolo con miedo.

Escucharlo decir algo así de su amor le daba escalofríos, y sólo pensar en estar sin él por culpa de una mierda como lo era su padre, le hacía sufrir y culparse de siquiera haberlo acercado a él.

Como amigos hubiesen estado bien.

—Ni siquiera pienses en tocarlo —advirtió—. No sabes lo que soy capaz de hacer por él...

—Llorar —se burló—, eso es lo que has hecho por él, maldito cobarde.

Y sí, por supuesto, desde que comenzó a hablarle mal de ellos dos y de lo que no podrían tener jamás, comenzó a llorar y no había parado.

Pero no era cobarde por derramar lágrimas, es más, hasta era valiente, no todos tenían el coraje para llorar y menos por amor.

El timbre sonó y él corrió a abrir, tomando su chaqueta.

Ahí estaba, su precioso Minho con aquella hermosa sonrisa que lo caracterizaba siempre, aún estando decaído.

—Hola C....

—Minho, no —lo interrumpió con miedo, bajando los escalones de la entrada para tomarlo de la mano y empezar a empujarlo fuera de ahí—. Ahora no es momento, vamos a casa.

—Pero y ¿tu... —lo miró al rostro y al notar sus lágrimas y aquel labio roto, soltó un jadeo de sorpresa, callándose al instante— ¡¿Qué te pasó, amor?!

●•◦★𝐄𝐧𝐬éñ𝐚𝐦𝐞 𝐚 𝐀𝐦𝐚𝐫𝐭𝐞 // 𝐌𝐢𝐧𝐛𝐢n, 𝐌𝐢𝐧𝐥𝐢𝐱 ★●•◦Donde viven las historias. Descúbrelo ahora