El Baile

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Aprecia a los que amas y vive cada día como si fuera el último, porque la vida es preciosa, pero frágil

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Aprecia a los que amas y vive cada día como si fuera el último, porque la vida es preciosa, pero frágil.


Ante todo, quiero dejar bien claro que mi existencia era común y corriente: tenía sueños y expectativas, miedos e inseguridades, lo típico de una chica de dieciocho años. Pero también había señales de esa oscuridad que me rodeaba, esa que me perseguía y de la que decidí hacer como que no existía, y que, finalmente, me atrapó.

—Ve, eso si no lo sabía. Que la fiesta sería en la noche y que terminaría tan tarde —señaló papá, observándome a través del espejo del tocador mientras yo me maquillaba los ojos con sutileza—. Atrasé la mudanza por complacerte, pero me temo que no podrás ir. Lo lamento.

—¡¿Qué?! —Lancé la brocha del maquillaje en el tocador—. ¡Pero Lou ya viene en camino, llegará en cualquier momento!

—Pues sabes que está terminantemente prohibido salir de noche... Me engañaste diciéndome que sería en la tarde. Así que no, no irás. ¿O se te olvida lo que te pasó en aquella otra fiesta?

Pensé en la mujer que intentó matarme y me estremecí.

«No salgas de noche bajo ningún motivo», la voz de papá hacía eco en mi memoria, una regla que había roto sólo esa vez para ir al evento del Esequiba Off Road con Cas y Marcos, por un impulso de rebeldía. Esa noche, algo cambió. Recordaba la sensación gélida que sentí en mi cuello y la oscura presencia que siempre parecía seguirme, incluso ahora, en la seguridad de casa.

Tomé aire, tratando de calmar los nervios que me agitaban. Ese mismo impulso de rebeldía me azuzaba esta noche. Y es que el baile de graduación debía ser una noche mágica.

—¿Por qué insistes en arruinarme esto? Primero, rompes tu promesa de quedarnos al fin en una ciudad y ahora no me quieres dejar ir al baile —dije con cierto temblor en la voz—. ¿Sabes? No importa, soy mayor de edad, puedo decidir por mí misma si quiero ir o no...

—Sara, te hablo en serio... No puedes salir.

—Perfecto, podría entenderte mejor si me dijeras qué ocurre —hablé, lanzándome un último vistazo a través de mi reflejo, alisando las arrugas inexistentes de mi vestido celeste. Unos tirantes delgados exponían mis hombros y la falda volaba libre a la altura de la rodilla—. ¿Tiene que ver con ese hombre que vino la vez pasada? ¿O es que hay algo más?

Resulta que mi papá estaba súper encaprichado con Melinda, una compañera de trabajo. Pero, el día de mi cumpleaños, él llegó a casa con la ropa toda desaliñada y un corte en la ceja. Me preocupé, sin embargo, me dijo (o, mejor dicho, me gritó) que no le hiciera preguntas, y luego recibió una llamada. ¡Melinda estaba muerta!

Algo no cuadraba.

Ella estaba con nosotros unas horas antes y se veía bien. Traté de hablar con él, pero dijo, con una actitud demasiado fría, que no importaba cómo murió. Entonces una idea aterradora cruzó mi mente. ¿Podría papá ser el asesino de Melinda después de que ella lo rechazara? ¿Era él el «tipo» peligroso del que Louis me había advertido? ¿Era esa la verdadera razón detrás de todas nuestras repentinas mudanzas? Empecé a temer que así fuera, y que por ello esas personas extrañas nos perseguían, buscando venganza por algún otro crimen cometido en el pasado.

Eterna Oscuridad: La vida después de la muerte ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora