Louis

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⚠️Contiene escenas sensibles para algunos, se recomienda discreción.


Conócete a ti mismo y conoce la verdad completa antes de tomar decisiones o juzgar a otros.


«¡Hoy veré a Louis!», me animé.

Me asomé a la ventana y reparé en que el sol comenzaba su lenta marcha hacia el horizonte, indicando que otro día llegaba a su fin. Me di una ducha rápida y me arreglé, eligiendo con mucho cuidado mi atuendo. Quería verme lo mejor posible para él, por ello, me maquillé con la intención de disimular mi palidez habitual y me recogí el pelo en una coleta alta. Me contemplé en el espejo con esperanza y salí del cuarto.

Escuché a Lilyann cantando alguna canción en francés al pasar por la puerta de su habitación y bajé deprisa las escaleras. Me detuve en el descansillo y vi a Lysander sentado en un sillón, sus hombros anchos sobresalían de una camiseta blanca; sus ojos recorrían las páginas de un libro. Era como un tipo de esos que uno ve en los cuadros de los museos.

Sentí un cosquilleo en el estómago ante su presencia y aparté la mirada enseguida al notar que la alzaba en mi dirección; terminé de bajar.

—¿Vas a salir? —preguntó.

—Sí —Fingí que apenas lo miraba por primera vez—. Voy a ver a Lou. Tal vez regrese con él para que me ayuden a convertirlo.

—No concuerdo contigo —replicó—. ¿Es amor o es egoísmo?

Se calló de repente y su expresión cambió a una de concentración. Permaneció mudo durante unos instantes.

—Bien... —dijo—. No me involucraré en tus temas personales. He vivido esto más de una vez y siempre es igual.

Sonreí satisfecha, y me asomé por la ventana, el sol ya ni se veía y el cielo se nublaba. Era perfecto.

Cerré la puerta tras de mí y una sensación de júbilo inundó mi pecho. ¡Volvería a ver a mi novio!

Tomé un taxi amarillo y con cada cuadra que avanzábamos, las bulliciosas calles de la ciudad se desvanecían para dar paso a colinas de exuberante vegetación hasta donde alcanzaba la vista. A mi llegada, me encontré con un pintoresco paisaje. Las hileras de cabañas rústicas escondidas entre los árboles parecían minúsculas ante la majestuosa montaña que se cernía sobre ellas.

Eso sí, el hedor era inconfundible, aunque no se veía ningún perro, parecía corretear una manada invisible cerca.

Me planté frente a la cabaña de madera donde él vivía. Su Land Cruiser vinotinto se encontraba estacionada en el porche. Escuchaba con claridad todos los sonidos habituales de un hogar: el sacudir de una sábana, el murmullo de una conversación en la cocina entremezclado con el tintineo metálico de herramientas, creando una cacofonía de ruido.

La voz de Lou se elevaba por encima de todo, una llamada relajante como un rayo de sol que traspasaba las nubes de tormenta. Mi corazón se detuvo por un instante. Su voz era hermosa y grave. ¿Cómo no lo había notado antes?

Recordé su mano entrelazada a la mía, las veces que arregló aquel mechón rebelde detrás de mi oreja, las veces que venía a casa y nos acurrucábamos para ver películas o jugar videojuegos.

Nuestro primer beso.

Aquella noche se sentía mal. Pensé que él podría tener un accidente y quién lo tuvo fui yo. Intenté apartar ese mal recuerdo.

Llamé a la puerta tres veces y pronto Julián me abrió. Sus ojos se entrecerraron mientras me miraba de arriba abajo antes de preguntar con cierto recelo:

Eterna Oscuridad: La vida después de la muerte ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora