Elenco de Sombras

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La verdad puede ser engañosa, el origen insignificante; lo que importa es el camino que eliges.


En la noche siguiente, Lysander y yo partiríamos de regreso a Esequiba luego de nuestra aventura en el concierto. Pero, para mi mala suerte, la realidad se aferraba a mí como una cadena, incluso con Xander a mi lado. Las pesadillas me atormentaban, impidiendo que me relajara a pesar de acariciar su cabello mientras él descansaba.

Decidí dar un paseo por el hotel, buscando un momento de paz. Era de día y unos extranjeros conversaban con entusiasmo sobre los Juegos Olímpicos de París, en su idioma natal, el inglés. A pesar de que nada más dominaba un inglés básico, entendía cada palabra que decían con toda claridad. Me detuve en seco, sorprendida.

«¿Será una habilidad de los vampiros?»

Retomé los pasos hacia la piscina y se me escapó una sonrisita al ver a los niños chapoteando en el agua y sus carcajadas llenaban el aire. Pensé en mi último cumpleaños, en los momentos compartidos con mi papá y mis amigos y que ahora me llenaban de nostalgia.

Mi mirada se posó en un hombre de complexión atlética, de cabello castaño claro y barba corta, que estaba sentado al lado de la familia con niños, también sonreía al verlos. Noté que tenía tatuado en los antebrazos una balanza y una espada. Sentía que lo había visto antes en algún lugar, pero no recordaba dónde.

Seguí mi caminata, reviviendo en mi mente todos los momentos y experiencias que me llevaron hasta ese día. Mi corazón se llenó de emoción al pensar en Lysander, y por alguna razón me sentí conectada a él como si nos conociéramos desde siempre.

Una voz desconocida me sobresaltó:

—Ah, el amor, qué cosa tan poderosa. ¿No es así?

Me volví para encontrarme con un hombre alto y calvo, con piel blanca que reflejaba su origen mediterráneo. Sus ojos me observaban con curiosidad calculadora.

 Sus ojos me observaban con curiosidad calculadora

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—¿Nos conocemos? —pregunté con desconfianza.

—Querida, ¿ya me olvidaste? —dijo con fingida ofensa. Luego sonrió y pareció un duende.

—¿Demian?

—El mismo que viste y calza —contestó con una reverencia—. Rayito de sol, quisiera terminar la conversación que dejamos a medias la otra vez.

Me mordí el labio inferior, titubeando. No me apetecía ir a algún sitio con ese hombre, pero recordé las palabras de Badru, y eso avivó mi curiosidad. Demian podría hablarme de la profecía.

Paseamos por el jardín del hotel, un oasis de tranquilidad en medio del bullicio de la ciudad. Los rayos del sol se filtraban entre las hojas verdes de los árboles y brillaban sobre la fuente, para mi sorpresa, el ardor en mi piel ya no existía, el sol no me afectaba en lo más mínimo. Demian iba a mi lado, con una mano en el bolsillo y silbando distraídamente, ajeno al calor del mediodía.

Eterna Oscuridad: La vida después de la muerte ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora