Al filo de la oscuridad

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La ira nace de la pérdida, pero es el amor lo que salva del vacío, apuntando a un propósito que trascienda el dolor.


—Aquí está todo lo que necesitas para iniciar una nueva vida. Tu mamá planificó todo esto —dijo la voz melodiosa de Lilyann.

La noche después de nuestra visita al hospital, la lámpara derramaba su luz sobre el comedor, iluminando también los papeles que ella había colocado frente a mí sobre la mesa cubierta por un mantel con bordados de florecillas silvestres. Sorprendida por tanta información, examiné los documentos con mis dedos curiosos.

—Vaya, qué precavida —murmuré medio ausente y ella asintió.

—Sí, Alexis también te dejó un testamento —dijo revisando uno de los escritos y me lo mostró—. Incluso había dejado un poder a mi nombre por si algo le ocurría, ya que aún eras menor de edad, pero ya puedes hacerte cargo de estas cosas. Mira, esta es tu cuenta de banco, las acciones que Silvana te cedió en varias empresas y... —Rebuscó entre los papeles, hojeándolos con rapidez—. Tienes varias propiedades en Inglaterra y en Rumanía. Si sabías que tu mamá era de allá, de Rumanía, ¿cierto?

Negué con la cabeza, sorprendida. Ni siquiera sabía que ella tenía una fortuna, papá trabajaba duro para mantenernos, aunque todo lo que me contaba ahora tenía sentido con tantas mudanzas que habíamos tenido que hacer.

Lily siguió revisando los documentos con sus ágiles dedos.

—Ah, jolie. A partir de hoy no te llamarás Sara Aguirre, sino Sarah Erdély —dijo con voz cantarina.

—¿Erdély? —pregunté con desconcierto.

—Sí, era el apellido de tu madre, ¿tampoco lo sabías?

—¿No era Ovalles?

Ella soltó una carcajada cristalina.

—No, ¿siempre creíste todo lo que te decía Alexis? —Negó con la cabeza, sonriendo—. Te harás las fotografías para tu nuevo documento de identidad y tu pasaporte.

—Todo esto parece trata de blancas —susurré.

Su sonrisa se borró y frunció el ceño.

—Lo es —contestó con seriedad, con un tono grave que resonó en mis oídos.

—¡¿Eh!? —exclamé, abriendo los ojos como una rueda. Ella lanzó otra carcajada, más bien una risa traviesa.

—¡Es broma! —aclaró mientras recuperaba su expresión anterior—. Lo que sí debes entender es que tu vida como Sara Aguirre terminó la noche en la que Darius atacó. Comprendo que puede ser un proceso difícil, pero es algo que nos toca a todos —Miró su teléfono—. Llegó la abogada a la ciudad, estará aquí en un par de horas.

Me tomó de la mano y me llevó hacia su cuarto. Una amplia cama con dosel se encontraba en el centro, cubierta por sábanas de seda color vino. Estanterías llenas de libros y fotografías en marcos de plata adornaban uno de los laterales. Del techo colgaba una lámpara de cristal que iluminaba el espacio con una luz cálida. Nada más pisar el dintel, sentí como si me hubiese transportado a otra dimensión, a un universo de lujos parisinos.

Me guió hasta una silla y sacó un par de tijeras de un cajón.

—¿Qué vas a hacer con eso? —pregunté con curiosidad.

—Nada más un pequeño cambio de look, jolie —contestó con una sonrisa casi maternal—. Prometo que te va a gustar.

Accedí con cierto titubeo. Con destreza cortó mis largos mechones y les dio forma para enmarcar mi rostro. Luego buscó en su armario y sacó un bonito vestido rosa, diciendo que me lo podía quedar si me gustaba.

Eterna Oscuridad: La vida después de la muerte ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora