Imán de Sangre

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La comprensión mutua viene de la aceptación propia y el diálogo sincero.


Cuando llegué en el estacionamiento del bar, el camaro negro de mi papá se veía imponente bajo las luces. Badru me entregó las llaves del vehículo, y fue conmigo para que lo viera. Lily, quien me había acompañado, se quedó en el bar porque esperaba a una de sus citas para la fiesta de nochebuena. Pobre diablo, no sabe lo que le espera.

En fin.

Al subirme al vehículo, me acomodé en el asiento del conductor, ajusté el respaldo y los espejos retrovisores. Me dio por ver el asiento de copiloto y, como una proyección, vi a papá, explicándome cuál era el acelerador y cuál era el freno, diciéndome que tenga la mirada fija en el camino y que esté atenta a mi alrededor. Se formó un nudo en mi garganta.

«No sé si te gusten los carros viejos, sin embargo, espero que puedas heredar este algún día»

Arranqué el motor y su rugido resonó en la calle. Salí del estacionamiento y tomé la carretera, sintiendo el viento en el rostro. Encendí el estéreo y una maravillosa canción sonó a todo volumen. Aceleré, disfrutando del ritmo de la música mientras las luces de neón y los letreros navideños danzaban ante mis ojos. Por unos momentos, todas mis preocupaciones se esfumaron. En definitiva, manejar el auto de papá entraba en mi lista de cosas favoritas...

Semanas más tarde, los tres estábamos reunidos en el otro salón, con Lysander tocando el piano y Lily leyendo su libro con su entrecejo fruncido por la concentración. Yo «también».

La verdad era que no podía dejar de admirarlo; el sonido que producía, un hermoso vals de notas suaves y reconfortantes, me transportaba a otro mundo. La luz sobre él armonizaba con su piel mientras mantenía los ojos cerrados, deslizando sus manos sin esfuerzo por las teclas.

«¿Serían igual de diestras para recorrer mi cuerpo?»

Una especie de electricidad recorrió desde mi vientre hasta mi estómago; noté que, aunque Lily todavía tenía la mirada fija en las páginas, sonreía con picardía. ¡Cierto! Ella escuchaba los pensamientos, ¡qué vergüenza!

Cerré el libro con un chasquido y corrí a la seguridad de mi habitación, atormentada por las emociones que la escena había despertado. Enterré la cabeza en la almohada y traté de alejar esas fantasías, pero no se iban. Después de un tiempo, escuché tres golpes rápidos, seguidos de dos más lentos en la puerta; nadie más llamaba así, era Lily.

Antes de que pudiera responder, se asomó. Sonrió con complicidad y soltó en voz baja:

—Conque sientes cosas por mi hermanito, ¿eh?

No hubo forma de disimular mi incomodidad.

—Es normal, se suele tener cierta atracción sexual hacia quien te convirtió. Es parte de crecer, si aún fueras humana también quisieras tener sexo, oui ou quoi? No tienes por qué avergonzarte de ello, además ya han compartido fluidos antes.

La última frase me hizo demasiado ruido.

—Arréglate esta noche, saldremos a dar un paseo —dijo antes de cerrar la puerta sin siquiera esperar alguna respuesta.

Intenté distraerme ocupándome en otras tareas, como seleccionar un atuendo adecuado y practicar mis habilidades de transformación; sin embargo, el intenso dolor de colmillos que experimenté durante todo el día hizo que me resultara difícil concentrarme en ello.

«Ja, qué irónico, un vampiro en el dentista»

Y así fue como el sol se escondió y las estrellas llenaron el cielo. Escuché el rugido de la motocicleta de Lysander afuera, y al asomarme a la ventana, vi que la conducía una figura femenina cuya melena oscura se agitaba al viento.

Eterna Oscuridad: La vida después de la muerte ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora