21 de agosto de 2012, Montalcino, 10:15 horas
Un penetrante sonido que provenía de mi teléfono móvil interrumpió mi sueño profundo. No quería levantarme y había pospuesto la alarma ya tres veces. Después de estar todo el día anterior limpiando en la casona, había caído rendida nada más meterme en la cama. Dormí como no había dormido desde hacía semanas y no recordaba haberme despertado en toda la noche. Sin embargo, a pesar del sueño reparador, notaba todo mi cuerpo debilitado y sentía una fuerte rigidez y dolor al mover mis extremidades. Sin duda, tenía unas agujetas de campeonato.
Si no quería quedarme sin desayuno, debía activarme pronto, concretamente, antes de las diez de la mañana, cuando Lydia cerraba las puertas del comedor de la pensión. Ese día me esperaba una jornada emocionante por delante. Los empleados de la empresa de mudanzas me habían avisado de que esa mañana llegaban con mis pertenencias. No sabía dónde las iba a colocar, pero desde luego en la casa familiar era imposible.
Por si eso no fuera suficiente para mi primer día en Montalcino, además, tenía que acudir a la invitación improvisada y precipitada de Sofía y prepararme para una boda de la cual no conocía, ni siquiera, a los novios.
La verdad es que no tenía el alma para ninguna celebración, pero si quería integrarme en un pueblo que para mí era casi desconocido, no podía quedarme encerrada en casa, aunque fuera lo que más me apetecía.
El día iba a estar cuanto menos entretenido.
***
21 de agosto de 2012, Montalcino, 18:00 horas
Era una preciosa y soleada tarde de agosto, algo calurosa como acostumbra a ser el clima por esas fechas en la región de la Toscana. No llegaba a ser sofocante y una agradable brisa hacía todavía más llevadera la espera bajo el cielo despejado y con un sol radiante.
Todo estaba preparado. Después de varias semanas de planificación a contrarreloj, todo estaba listo a tiempo para el que iba a ser uno de los días más importantes en la vida de los pueblerinos de Montalcino. La boda a la que me había invitado Sofía en el último momento se había convertido en el evento del año en el pueblo y, según me había comentado ella, los vecinos no hablaban de otra cosa durante los últimos meses. Todos tenían aquel día marcado en su calendario.
La gente, paulatinamente, comenzaba a llegar a la iglesia de Sant'Agostino. Todavía era muy pronto, faltaba más de media hora para el inicio de la ceremonia y el cura ni siquiera había aparecido, pero los vecinos del pueblo invitados ya empezaban a hacer diferentes corrillos a la entrada del edificio.
Se notaba en el ambiente que era un día especial en el pueblo y motivo de celebración entre los lugareños. Todos iban con sus mejores galas, esas que tienes arrinconadas en un armario cogiendo polvo y que solo te pones en ocasiones especiales. Hoy era uno de esos días y la ocasión lo merecía. Se casaban Alessandro Giordano y Gina Santoro, dos de los "jovenzuelos" —como acostumbraban a decir los mayores del pueblo— más apreciados y nacidos en Montalcino.
Yo me quedé un poco rezagada detrás de todo el mundo observando la escena ajena a ella como quien ve una película en el salón de su casa. Algunos vecinos se acercaron a saludarme y hacerme compañía o presentarme a algún familiar suyo. Gracias a Dios, Sofía llegó pronto y me sacó de aquella emboscada para la que no tenía ninguna gana. Con una disculpa y cogiéndome del brazo, me llevó hasta donde estaba Lorenzo y empezó a contarme la historia de los novios o quién era la gente que había por allí para que no me sintiera una extraña. Me retrasmitieron todo lo que iba pasando al detalle hasta que tuvimos que entrar en la iglesia. Con ellos, la situación se me presentó mucho menos violenta.
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Eterna obsesión [COMPLETADA]
Misteri / Thriller«El pasado no se puede borrar, únicamente se acepta y se supera. Por mucho que lo deseemos, tampoco desaparece, solo le gusta esconderse en nuestros recuerdos». Una chica con una grave crisis existencial, un amor verdadero pero complicado, un pasado...