18) El tigre

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MESES DESPUÉS

14 de octubre de 1969, Estrasburgo, 19:33 horas

Los días iban pasando y con ello las semanas cada vez se hacían más monótonas y aburridas. En los últimos meses, mi vida se había convertido en una rutina impecable donde tenía todo perfectamente organizado al detalle para poder llegar a todo lo que quería. Cada minuto contaba y no podía despistarme ni un solo segundo porque si no se desbarajustaba mi organigrama vital. Cada pieza de mi vida encajaba a la perfección porque yo me esforzaba para que así fuera.

Marc lo sabía todo. Desde mi pasado con Albert hasta el macabro chantaje que estaba sufriendo por parte de Ankou pasando por cuales eran mis intenciones con el sicario de cara al futuro. Absolutamente todo. No quería ocultarle nada más. De alguna forma esta situación había servido para unirnos más todavía. Fue como una prueba de amor que sin duda habíamos superado con creces. Le tocó recoger todos los días a Béatrice de la escuela, pasar mucho tiempo con ella y ayudarme con las tareas domésticas. Y nunca se quejó de nada. Eso me hizo darme cuenta de la gran surte que tenía y que mi verdadero hogar estaba junto a él.

Durante meses mis únicas preocupaciones fueron el bienestar de mi hija y el de Albert, luchar por mantener mi trabajo en el Catharsis y terminar con el maldito cuadro que me estaba quitando años de vida y tiempo con los míos. Por las mañanas me levantaba temprano y ayudaba a mi hija a prepararse para irse a la escuela. Después, la dejaba con Marc y acudía a los talleres a seguir con la falsificación durante horas. Perdía la noción del tiempo entre pinceles y pinturas hasta que anochecía y volvía a mi casa justo antes de que mi hija se fuera a la cama. Y así, un día tras otro.

Frederic se había convertido en una de las personas más importantes en mi vida últimamente. Después de tantas horas de trabajo juntos, dejó de ser un simple compañero impuesto por el destino para convertirse en un buen amigo del que sabía casi todo de su vida al igual que él de la mía. Tantas horas entre aquellas paredes habían dejado espacio para interminables conversaciones que habían forjado una bonita amistad.

Hasta que finalmente, llegó el día que tanto había esperado y por el que tanto había sacrificado. Un día decisivo en mi vida donde por fin terminaría con todo aquello.

Lo que desconocía es que aquel mismo cuadro que me había quitado tanto, dentro de muy poco me iba a dar mucho más de lo que me imaginaba y una nueva posibilidad se abriría ante mí para cambiar el rumbo de mi vida por completo.

***

4 de noviembre de 2012, Montalcino, 09:05 horas

El silencio reinaba en toda la estancia. Lo único que se apreciaba en medio de aquella calma era el sonido de las manecillas del reloj que había en la pared.

—Qué cielo más bonito tenemos hoy —comentó la inspectora Esposito mientras estaba de pie mirando fijamente a través de la ventana—. Va a hacer un día espectacular para la estación en la que estamos.

—Sí, pero yo preferiría contemplar el cielo desde la cama y no aquí trabajando un domingo —agregó el subinspector Lombardi al mismo tiempo que entraba por la puerta cargado con dos cafés.

—Lo sé compañero, yo también. Pero con la que tenemos encima no podemos parar ni el domingo —aseguró ella dándose la vuelta en cuanto olió el aroma a café—. Y menos ahora, después de recibir la denuncia de Natalia Fontana, una vecina del pueblo.

—Crees que puede tener algo que ver con toda la movida que estamos investigando —preguntó él antes de dar el primer sorbo a su café.

—Son tantos los frentes que tenemos abiertos que ya no sé qué tiene que ver con que, pero lo que sí que tengo claro es que Natalia Fontana, queramos o no, entra dentro del perfil victimológico del hombre que buscamos. Y si a eso le sumamos todo lo que nos ha contado en la denuncia, es información más que suficiente como para pensar que pueda estar relacionado —concluyó la inspectora.

Eterna obsesión [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora