04) El rey valiente

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22 de agosto de 2012, Montalcino, 20:35 horas

Sin duda el día había estado lleno de sorpresas y, después de todo el movimiento, necesitábamos un poco de calma, así que Matteo y yo decidimos irnos a la única heladería que había en el pueblo para intentar sobrellevar mejor la tarde sofocante que habíamos pasado y la noche tropical que parecía esperarnos a juzgar por la temperatura que había todavía a esas horas.

Mientras disfrutábamos de nuestros deliciosos helados, Matteo me iba contando con todo lujo de detalles y diálogos incluidos lo que había sucedido mientras yo curaba a Fabbio en el centro de salud. Yo me lo imaginé todo. Siempre he sido muy peliculera.

—Pues sí. Como te lo cuento. El matrimonio llegó justo cuando los agentes se presentaban. Menuda bienvenida han tenido... Y claro, los pobres no sabían nada de lo que había ocurrido. Ellos se pensaban que estábamos allí todos reunidos de charla pasando un buen rato. ¡Ojalá! —explicó Matteo con el semblante apagado mientras dejaba su paquete de tabaco encima de la mesa y buscaba su mechero en uno de los bolsillos de su pantalón—. ¿Te importa que fume?

—No, tranquilo —dije acordándome del mechero que había encontrado en casa de mi padre hacía un par de días—. Es inconcebible todo lo que ha pasado en tan poco tiempo, parece un mal sueño. Pero bueno, vamos a dejar de hablar de lo ocurrido que si no nos vamos a volver locos.

—Sí, es cierto —afirmó él—. Pero es que ahora, por si fuera poco, estamos en medio de una investigación nacional. Tengo la sensación de que esto no se quedará así.

Justo en ese instante di la última cucharada a la tarrina de mi helado de vainilla. Matteo, sin embargo, se lo había terminado hacía ya unos minutos.

—No me digas eso, por Dios —dije dibujando una pequeña sonrisa intentando no darle mayor importancia al comentario—. Oye, gracias por hacerme compañía en unos momentos tan complicados.

—¿Gracias a mí? —dijo con ironía después de expulsar el humo de su cigarro—. No, gracias a ti por hablarme ayer. Si no ahora mismo estaría en mi casa desolado y ahogándome en la pena sin saber qué hacer para sentirme un poco mejor.

—Bueno, pues yo creo que me voy a ir ya a casa porque mañana es mi primer día en el centro de salud y quiero estar descansada —expliqué con las mejillas encendidas.

—Es verdad, mañana va a ser un día duro —dijo Matteo pensando seguramente en que tendría lugar el funeral de Gina—. Aunque en verdad, si lo piensas, hoy ya has atendido a tu primer paciente —comentó entre risas refiriéndose a Fabbio—. Te acompaño un poco si no te importa. Cuanto menos tiempo pase solo, mejor. En casa siento que las paredes se me van a caer encima.

Nos levantamos al mismo tiempo y pusimos rumbo a mi casa. Pasamos por delante de otra mesa donde estaba Alessandro acompañado por otro hombre. Matteo se acercó a saludar y yo me quedé unos metros más atrás.

—¿Qué pasa, chicos? —dijo Matteo a modo de saludo mientras apoyaba sus manos en los hombros de sus amigos—. Yo ya me voy para casa a ver si termina ya esta mierda de día.

—No pierdes oportunidad de ligar ni en los tiempos más difíciles ehh —le dijo el otro hombre que estaba sentado con Alessandro. Este último no abrió la boca en ningún momento—. Estás hecho todo un donjuán.

—Te estás equivocando Marco. No estoy ahora para esas cosas. Es simplemente una amiga que he conocido hace poco, que me ha apoyado en estos momentos tan difíciles y yo estoy haciendo lo mismo con ella, que también está pasando lo suyo.

—Ya, ya me sé yo esa historia —dijo con sarcasmo—. Qué nos conocemos.

—No quiero decir nada de lo que me pueda arrepentir Marco, ahora mismo no estoy para aguantar tonterías —concluyó Matteo molesto antes de darse media vuelta para desandar sus pasos. Sabía la fama que tenía ya en el pueblo de mujeriego. No iba a conseguir nada—. Hasta mañana.

Eterna obsesión [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora