08) Propuesta indecente

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17 de abril de 1966, Estrasburgo, 08:49 horas

Unas nubes grises empezaban a cubrir el cielo velozmente y amenazaban con descargar millones de gotas de agua en cualquier momento. Aun así, yo había retornado al lugar exacto de hacía apenas un día para volver a hacer lo mismo en la misma papelera, pero ahora con mucho más miedo. Acababa de realizar la segunda entrega de dinero que había acordado con Ankou.

Regresaba a mi casa apresurada por los truenos que comenzaban a escucharse a lo lejos y que auguraban una buena tormenta. Al igual que la vez anterior, volví a encontrarme con un hombre vestido de oscuro cuyo semblante se mostraba bastante serio. Esta vez me cogió del brazo disimuladamente y, mientras me susurraba al oído "No grites ni hagas ninguna tontería, compórtate con naturalidad" me puso un trozo de papel en la mano antes de que siguiera andando.

Muy bien, Charlotte. Has cumplido con tu palabra, pero lo que he hecho por ti es de un valor incalculable: te he evitado ir a la cárcel permitiéndote disfrutar de toda una vida junto a tu hija. Siempre estarás en deuda conmigo. Deshacerse de un cadáver no es fácil, al contrario, es muy costoso y es por eso que, si no me consigues 20.000 francos en un mes, no dudaré en ir a la policía con el arma del crimen. Tómatelo como una nueva tasa por deshacerme del cadáver. Pronto tendrás noticias mías.

PD: Quema esta nota por el bien de tu hija y por el tuyo.

¿Cómo iba a seguir con mi vida a partir de ahora? ¿De dónde iba a sacar todo el dinero? ¿Cómo iba a alimentar a mi hija? Flotaba en un mar de innumerables preguntas donde encontraba muy pocas respuestas. Lo que tenía claro es que Ankou iba a aprovechar lo sucedido la noche anterior para chantajearme y sacarme todo el dinero que pudiera.

Con mi marido muerto, todo iba a cambiar por completo. La gente empezaría a preguntar por él en cuanto le echaran en falta. Pero yo ya tenía pensada una tapadera y, sobre todo, una explicación para darle a mi hija en cuanto comenzara a preguntar por su padre.

Con respecto al dinero, por muchas horas extras que hiciera en el Catharsis nunca conseguiría tal suma de dinero a tiempo. Quizá tendría que pedírselo a alguien, pero ¿a quién? Estaba sola en aquella ciudad, separada de toda mi familia y no tenía nadie con la suficiente confianza como para pedirle un favor de ese calibre. Bueno, sí. Estaba Anne, mi mejor amiga, pero yo sabía que ella no iba bien de dinero y no quería perjudicarla. Tendría que ser creativa y buscar otra solución.

Entonces me acordé de un viejo hobbie que no se me daba nada mal pero que por cosas de la vida había olvidado. Desde que tenía memoria soñaba con poder dedicarme algún día a la pintura. Siempre había sido mi gran pasión y en cuanto tenía tiempo libre lo empleaba en ello con toda mi alma. Desde pequeña mi padre me había animado a que persiguiera mi sueño, veía talento en mí y, quién sabía, quizá algún día consiguiera hacerme famosa y tener un mejor nivel de vida que el suyo.

Pero todo cambió cuando me mudé de ciudad con Albert. Él poco a poco me fue separando de la pintura, me decía que dejara de soñar y se encargó de prohibirme volver a coger un pincel. Aseguraba que mi deber era dedicarme a las labores del hogar y a mi hija, que lo demás eran tonterías.

Ahora que Albert ya no estaba, podía volver a pintar libre de cualquier atadura. Quizá hubiera perdido práctica después de tantos años, pero si como decía mi padre, lo mío con la pintura era un don, posiblemente solo sería cuestión de volver a entrenar un poco. Lo que en un principio era un pasatiempo ahora podía convertirse en mi salvación y en mi medio de vida. Lo tenía claro. Volvería a pintar para conseguir el dinero de Ankou. Iba a vender mis propios cuadros.

Eterna obsesión [COMPLETADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora