28 de febrero de 1969, Estrasburgo, 10:48 horas
Quizás era el proyecto más importante de su carrera o quizás se estaba ilusionando en exceso, pero lo cierto es que Marc estaba consiguiendo que su sueño de tener un estudio de arquitectos propio se convirtiera en realidad después de todo el trabajo y el sacrificio que le había supuesto a él y a los que le queríamos.
Por fin Marc y su equipo estaban desarrollando el primer proyecto como Bernard et Marc Architectes y para él era muy especial. Quería que todo fuese perfecto y ese día iba a encargarse, junto con su mejor interiorista, de elegir los acabados y los materiales del que seguro sería el proyecto que recordaría durante toda su vida.
Si una cosa querían que caracterizase a su nuevo estudio, era la calidad que estaban dispuestos a ofrecer a sus clientes a diferencia del resto de rivales del sector. Así que, como siempre en estas ocasiones, fueron a Brique d'or. Los grandes almacenes estaban a las afueras de la ciudad, en un gran polígono industrial. Las instalaciones eran inmensas. Su gran letrero se veía bastantes metros antes de llegar. Era, sin duda, la tienda de referencia en cuanto a materiales de construcción y reformas.
Marc y compañía llegaron al aparcamiento. Era muy temprano, la tienda acababa de abrir sus puertas hacía no más de media hora, así que todavía no había mucha afluencia de clientes; apenas una docena de coches aparcados y, entre ellos, uno le resultó demasiado familiar. No tuvieron problema para encontrar aparcamiento.
Unos metros más delante de donde habían aparcado, hacia su derecha, allí estaba, mi Renault 4 beige con matrícula 8790 MJ 67 que tan bien conocía Marc.
«¿Qué hacía mi coche allí? ¿No estaba trabajando en la casa de los italianos? ¿Por qué le mentí?», pensó Marc lleno de preguntas para las que no tenía respuestas en ese momento.
***
2 de noviembre de 2012, Montalcino, 18:16 horas
La carta de mi padre que había encontrado la noche anterior, lejos de contestar a algunas de mis preguntas, no había hecho más que crearme más incógnitas que habían estado retumbando en mi cabeza durante toda la noche y no me habían dejado dormir. «¿Por qué mi padre no había llegado a enviar esta última carta? ¿Habría más cartas?» pensé. Pero, sobre todo, «¿Quién era ese niño o niña que esperaban mi padre y esa mujer?». Eso sí que cambiaría mi vida por completo. No podía dejarlo pasar. Era un asunto serio. Había llegado el momento de averiguar quién era esa tal Béatrice y qué pasó con su embarazo. Pero ahora no podía, había quedado con Leonardo y en menos de una hora llamaría a mi puerta.
Subí a mi cuarto y busqué en mi vestidor algo bonito que ponerme con lo que impresionarle. No podía mentirme a mí misma, eso no era sano; Leonardo siempre me había llamado la atención, desde el primer día que le vi, y ahora que lo conocía un poquito más algo me decía que él y yo no éramos tan diferentes. Sus ojos eran penetrantes, pero sin vida. Con ganas de vivir, pero a la vez encarcelados en el dolor. Era un chico reservado, formal y que nunca destacaba, pero yo quería conocerle sin esa coraza.
Después de una ducha rápida, me puse el conjunto que había elegido tras dudar mucho y me maquillé lo mejor que supe. No solía maquillarme más que para las ocasiones especiales. Algo me interrumpió y casi me saco un ojo con el eyeliner del susto. Era el timbre de la puerta. Me retoqué rápidamente y bajé al piso de abajo.
—Buenas tardes —dije al abrir la puerta—. Eres puntual como un reloj.
—Hola. Buenas tardes. No me gusta llegar tarde a los sitios, la verdad —explicó.
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Eterna obsesión [COMPLETADA]
Mystery / Thriller«El pasado no se puede borrar, únicamente se acepta y se supera. Por mucho que lo deseemos, tampoco desaparece, solo le gusta esconderse en nuestros recuerdos». Una chica con una grave crisis existencial, un amor verdadero pero complicado, un pasado...