Capítulo 1

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                                                                                    MIA

 Por fin llegó el día, tanto Alice como yo nos disponemos a dejar nuestro querido y aburrido pueblo para ir a la universidad. Nashville iba a ser nuestro nuevo hogar y yo no podía estar más emocionada. No es que odiara Winchest, era tranquilo, demasiado para mi gusto. Sin centros comerciales, sin mucha gente de nuestra edad. Solo había una cafetería, una sala de recreativos y la pequeña cala que solo podíamos disfrutar en verano porque el resto del año las temperaturas eran bajas. Tiene tan pocos habitantes que el instituto solo tiene un aula por curso. Es decir, conoces a todas y cada una de las personas.

Lo malo de vivir en un pueblo así es que no puedes tener secretos, ni vida privada, porque aquí se sabe todo. Y cualquier rumor corre como la espuma aunque no sea cierto. Ese es el principal motivo por el que quiero salir de aquí y empezar de cero.

- Mia, no olvides coger las sábanas de franela- canturreó mi madre desde el piso de abajo, mientras yo terminaba de llenar cajas de cartón de "imprescindibles".

Puse los ojos en blanco y bajé las escaleras con la última caja ignorando la petición de mi madre. La introduje en el maletero del coche y entré para despedirme de mi familia. Mamá no paraba de llorar mientras mi padre la abrazaba.

- Venga, volveré en Navidad como el turrón- vacilé generando que ellos soltaran una risita. Sus ojos brillaban, estoy segura de que comienza el síndrome del nido vacío.

- Llama a tu hermano en cuanto llegues- soltó mi madre escudriñando mi cara.

Mi hermano Harry, llevaba ya cuatro años en la ciudad. Los primeros años no estudió nada y se dedicó a trabajar en una librería/cafetería a escondidas de mis padres. Ahora que ya ha encontrado una vocación se ha apuntado a un curso de cocina. Fue increíble cuando las pasadas navidades el perfecto de Harry confesó todo a mis padres. Yo, como buena hermana, nunca dije nada, pero si lo extorsionaba cuando venía con que hiciera mis tareas de la casa o nos comprara algo de alcohol a mí y Alice para las fiestas que se hacían en la cala del pueblo. Harry llamaba la atención. Era rubio, alto y de ojos verdes con unos rasgos finos y marcados. Se podría decir que era mi reflejo masculino.

- No te preocupes, es lo primero que haré- mentí con una sonrisa que mi padre leyó a la perfección y me soltó una pequeña colleja.- ¡Ah! lo haré. pero no en cuanto llegue, dame oxígeno- supliqué.

Los abracé con fuerza y reprimí las lágrimas que querían salir corriendo por mi rostro. Me separé y los observé con todo el cariño del mundo. Mi padre tenía el pelo castaño, de ojos verdes y tenía los rasgos finamente marcados. Era todo un gentleman. Y mi madre a su lado parecía un tamagotchi. Él le llevaba unos 10 cm, pero ella llamaba la atención con sus enormes ojos marrones y por su brillante melena roja la cual no tuve el placer de heredar. Maldita genética.

Yo heredé un rubio dorado de mis abuelos, y los ojos verdes de mi padre. Tenía figura atlética, porque me mataba a hacer ejercicio. Desde siempre ha sido mi liberación. Desde hace un tiempo no he estado muy cómoda en el instituto y lo único que me hacía desconectar o sentirme yo era el deporte, correr y centrarme solo en mi respiración y el viento acariciando mi cara. La forma de sentirme libre en este pueblo.

- ¡Olsen!- gritó Alice desde el exterior. Haciéndome salir de mi ensimismamiento.

- Llegó la hora.- susurré a mis padres mientras me encogía de hombros. Me dieron un último abrazo y me acompañaron al exterior.

- ¿Qué pasa, niña tonta?- saludé a Alice con una sonrisa de oreja a oreja.

Obvia mi comentario y se pone a dar saltos de alegría al verme. Está tan emocionada como yo. Abro mi coche de nuevo y la ayudo a pasar las cajas del coche de su madre al mío. Agradezco tanto que Alice haya elegido la misma ciudad que yo. No sé qué haría sin su apoyo. Era todo bondad y humildad, siempre tenía un sonrisa iluminando su rostro y siempre miraba por el bien de los demás.

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