10. Bomba de Tiempo

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Narra Félix

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Narra Félix

La lluvia golpea el enorme ventanal del departamento y me pierdo en mis pensamientos mientras veo las gotas caer sobre la nocturna ciudad de las luces.

Ha pasado una semana desde la conversación con Marinette y no he logrado dormir bien ni una sola noche.

Supe en cuanto ella dijo saber la verdad que mi tiempo con _____ estaba contado, pero no creí que me quitaría tanto el sueño. Literalmente no he pegado un ojo desde anoche.

He mandado mensaje tras mensaje y _____ no ha respondido ninguno. Ni siquiera los ha leído.

Sé que apenas han sido dos días desde la última vez que hablé con ella, pero no puedo estar tranquilo sabiendo que hay una bomba de tiempo esperando estallar en cualquier momento.

Si es que no lo hizo ya...

Suelto un suspiro y me dejo caer sobre la cama, agotado y frustrado conmigo mismo por meterme en éste lío. Todo mi cuerpo se siente tenso, adolorido, y no me atrevo a llamarla y confirmar lo que tanto me aterra.

―Maldita sea ―gruño, frotándome los ojos con fastidio. Tengo los pensamientos revueltos, me siento sofocado y por más que lo intento, no logro pegar un maldito ojo sin que su rostro aparezca en mi retina.

Tengo que llamarla. Aún si es sólo para escucharla decir que ya lo sabe todo y que no quiere saber nada más de mí. Al menos así se me quitará la maldita duda.

Tomo mi teléfono con el corazón en la mano y marco su número. Ni siquiera alcanza a sonar una vez cuando la llamada se corta y mi paranoia aumenta.

¿Será que mis miedos se han cumplido?

Vuelvo a intentarlo. Una y otra vez. Pero sigue mandándome al buzón al primer timbre.

Maldita sea... Me estoy volviendo loco. ¿Enviándole mensaje tras mensaje como si estuviera desesperado? ¿Qué demonios ha hecho conmigo?

Juro que intento calmarme. Ignorar mis conjeturas y sospechas y decirme que dos días sin saber de ella no es la gran cosa. Que todo sigue bien, pero en cuanto me doy cuenta ya estoy en el ascensor, dispuesto a ir a su casa y enfrentarla.

Quizás aún estoy a tiempo de explicarle las cosas. Quizás me deje contar mi versión y entonces ella podría... ¿En qué tanto estoy pensando?

Me froto los ojos con fuerza y decido concentrarme en el ahora. No puedo seguir ahogandome en posibilidades. Yo no soy así. Jamás he sido así...

―Buenas noches ―me saluda Gregory, mi chófer, al verme acercarme al coche. He tenido que llamarlo porque no me siento en el mejor estado para conducir por mí mismo.

Le indico hacia dónde ir y contemplo la ciudad a través de la ventanilla semiabierta del auto. La lluvia no hace más que empeorar durante el viaje y siento que aquello no es más que un mal augurio.

Nunca he sido creyente de nada. Ni de religiones, supersticiones, o cosas por el estilo. Pero siendo honesto, justo ahora... Le temo al karma.

Sigo mirando hacia el exterior, preguntándome cuál es la historia de las personas que caminan en la vereda, y mis ojos de detienen sobre la silueta agitada de la única joven que no lleva paraguas.

Su forma de caminar me resulta familiar, y cuando por fin la reconozco, me lleva medio segundo salir del vehículo.

―¡_____! ―llamo su nombre casi demasiado fuerte, deteniéndome a sólo tres pasos de distancia, preso de la ansiedad y la incertidumbre.

No estoy listo para ésto...

_____ voltea y al verme sus ojos se llenan de sorpresa y confusion.

―¿Adrien? ¿Qué haces aquí? No esperaba verte... Estoy feliz ―dice, riendo con suavidad. Y su sonrisa es como un bálsamo para mi alma.

Me acerco a ella dando pasos lentos y tomo su rostro entre mis manos, contemplando sus facciones con detenimiento.

Ya no puedo vivir sin ella...

―¿Por qué no respondes cuando te llamo? ―le pregunto, acariciando sus mejillas con los pulgares de forma cariñosa. Ella parpadea, desconcertada.

―Mi... Mi teléfono se cayó en un bote de pintura mientras pintaba un mural. Se arruinó ―explica, frunciendo el ceño.

¿Por qué no pensé en éso?

―¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Sabes lo mucho que me preocupaste?

―¿Qué? Pero... Sólo fueron dos días ―responde con una sonrisa divertida―. ¿Te preocupaste tanto?

Trago con dificultad, pensando en que quizás si exageré un poco, pero me da igual. No puedo relajarme aún. Sigo oyendo el irritante tic tac de la bomba oculta bajo mis mentiras.

―Por supuesto que lo hice. Mi cariñosa y atenta novia desaparece dos días completos, ¿y quieres que no me preocupe?

Ella se sonroja al oír mis palabras y su risa nerviosa me parece adorable. Tan adorable que ya no tengo dudas... De que estoy muy jodido.

―De acuerdo. Tienes razón. Debería haberte avisado, pero estaba tan ocupada que... ―Mi repentino abrazo interrumpe sus palabras.

¿Quién soy yo para enojarme con ella? ¿Para reclamar algo siquiera?

―Ya no importa ―digo, intentando calentar su cuerpo con el mío.

Las gotas de lluvia se detienen de repente y volteo para encontrarme con Gregory sosteniendo un paraguas sobre mí.

Atraigo el cuerpo de _____ más cerca para asegurarme que el paraguas nos cubra a ambos y la guío hacia el coche con mis brazos.

―Vamos, te llevaré a tu casa ―digo, fingiendo un tono relajado, intentando procesar todas las emociones que he sentido en tan poco tiempo.

Y cómo todas tienen que ver con ella...

Y cómo todas tienen que ver con ella

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El amor de un impostor (Félix y tú) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora