27. Impulsos Y Confusiones

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Narra _____

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Narra _____

Juro que no sé qué fue lo que me pasó. Al menos no con claridad.

El cómo fue que terminé en esta situación, o cuales fueron mis pensamientos en los momentos previos. Todo parece lejano ahora, cubierto por una neblina de confusión e impulsos primarios.

Si lo intento creo que puedo vislumbrar recuerdos borrosos del sonido del auto de Félix al arrancar después de abandonar la mansión Agreste, o el sonido de su voz profunda y molesta haciendo eco a la distancia. Un sin fin de sentimientos incomprensibles bullendo desde mil lugares al mismo tiempo.

Deseos, anhelos, necesidad… emociones difíciles de explicar.

Sé que fue una decisión impulsiva. En realidad no pensé en ello como debería. Todo pasó muy rápido.

En un momento estaba sentada en su auto, con la visión de mi casa al otro lado del vidrio, su voz recapitulando lo que había sucedido, diciendo el nombre de Bridgette con dificultad y amargura, y al siguiente instante me encontraba sobre su regazo, besando y saboreando sus labios como alguien que ha cruzado el desierto sin beber una gota de agua.

Bebí de su boca como si no hubiera un mañana. Sentí su sorpresa, el temblor en sus manos, la incertidumbre y el miedo, y finalmente el despertar salvaje de sus sentidos.

Manos recorrieron mi cuerpo. Brazos me sujetaron con fuerza. Labios hambrientos y desesperados devoraron los míos y fui arrojada a un punto sin retorno, presa de sus besos y gruñidos.

―Extrañé tanto esto… ―gimoteó contra mis labios―. Extrañé el sabor de tu boca, _____ ―pronunció mi nombre casi como una alabanza. Sus ojos verdes se encontraban dilatados y ansiosos, y una sonrisa boba adornaba su cara. Yo reí.

―Llévame a otra parte… ―fue todo lo que dije y fue todo lo que necesitó oír. El auto arrancó nuevamente y yo me obligué a volver a mi asiento. El sonido de nuestras respiraciones agitadas llenó el silencio y cerré los ojos. El aroma de Félix ahogó cada sentido, presente en cada inhalación que tomaba. Su auto, su abrigo, sus cosas.

Admito que no recuerdo nada del viaje más allá de éso. Ni siquiera bajarme del coche. Quizás el me cargó. Quizá yo me sujeté a él con brazos y piernas y no le di más opción que hacerlo. No estoy segura, ¿acaso importa?

Ahora estoy aquí. De regreso a su departamento. En su habitación. Recostada sobre su cama. Rodeada de suaves sábanas de seda que huelen delicioso. A recuerdos. A nostalgia. A él.

―Ven… ―lo llamo abriendo los brazos en una clara invitación a que se acerque. Él parpadea varias veces, parado frente a la cama con una expresión embelesada y afectada, llena de sentimientos revueltos y confusos.

―Eres… eres tan hermosa, _____… ―murmura, suena ronco, adorador, sincero.

―Ven aquí ―vuelvo a llamarlo, una risa escapando de mi boca al notar sus movimientos temblorosos y apresurados.

El amor de un impostor (Félix y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora