31. Ojos Familiares

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Narra _____

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Narra _____

Durante las próximas dos semanas que siguieron a mi pequeño y desagradable encuentro con Bridgette, no tuve más noticias de ella.

Ni de Félix.

Claro que, naturalmente, yo también mantuve la distancia de él. No podía ni siquiera pensar en Félix sin sentir que algo ahogaba mi corazón y me quitaba el aliento.

Las palabras de Bridgette no habían hecho más que empeorar la culpa y alterar el poco orden mental que tanto me había costado conseguir después de que Félix llegó a mi vida.

Sólo una vez intenté llamarlo. Una sola vez, y me sentí tan mal cuando me mandó directo al buzón que eliminé su número de mi teléfono para asegurarme de que no volvería a pasar.

Lo cual fue inútil puesto que me lo sé de memoria.

Por fortuna o por desgracia, las responsabilidades de mi vida diaria se pusieron de acuerdo para llegar todas juntas y abarcar cada segundo libre de mi día. Era preferible mantenerme ocupada debajo de libros, exámenes, solicitudes universitarias y trabajos de arte, antes que permitirle a mi mente ahogarse en preguntas a las que aún no he podido hayar respuestas.

Quién sabe si podré hayarlas algún día.

Mi última pincelada sobre el lienzo me resulta menos satisfactoria de lo que solía hacerlo en el pasado y doy unos pasos hacia atrás para admirar la obra completa y terminada. Es buena, es limpia, tiene un buen balance de color y es agradable de ver. Una mezcla entre el estilo singular de "La flor en la nieve" y algunos detalles personalizados especialmente para el señor Agreste.

Nada mal para alguien que no ha podido dormir bien en treinta y ocho horas.

La contemplación de mi trabajo se ve interrumpida de repente cuando unas voces resuenan en el pasillo y se acercan cada vez más al estudio. Reconozco la voz del señor Agreste, indiferente y dura, pero hay una segunda voz femenina que no había oído antes.

―Te agradecería mucho que no molestaras a la chica en su horario laboral.

―¿Molestarla, yo? ¡Vamos, Gabriel! ¡Sólo quiero conocer a la artista misteriosa de la que tanto he oído!

―Está ocupada, no creo que quieras distraerla.

―¡Tonterías! Sólo miraré y me iré.

―Amelie, esto es muy grosero de tu parte… ―la puerta se abre justo en ése momento y lo primero que mis ojos encuentran es el semblante impasible de Gabriel.

―Buenas tardes, señor Agreste ―saludo y él asiente con la cabeza a modo de respuesta.

―Señorita Luciel, le presento a Lady Amelie Graham de Vanily, quien, por lo que habrá notado, estaba tan emocionada por conocerla que olvidó los modales correctos de una persona educada… ―se queja, aunque su tono de voz no cambia mucho.

El amor de un impostor (Félix y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora