24. El Pasado Regresa

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Narra _____

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Narra _____

Espera, ¿qué?

―¿Amelie? Es decir, la madre... ¿de tu novio actual? ―hago énfasis en la última palabra para darle la oportunidad de corregirse por si la necesita.

No lo hace...

―Es maravillosa, ¿a qué sí?

Intento reprimir la confusión y la amargura que siento para que no se muestren en mi rostro y me fuerzo a mantener mi sonrisa intacta.

―Todavía no he tenido el placer de conocerla ―logro responder, hay un ardor desagradable en mi estómago.

―¿En serio? Es una lástima. Amelie de verdad se enamoró de tu pintura. Hablaba de ella todo el tiempo. Dijo que le recordaba a su difunto esposo; indómito, persistente e invencible.

Félix no me dijo eso…

―Suena como una persona maravillosa. Ojalá pueda conocerla algún día ―concluyo y estiro mi sonrisa, rogando que esta conversación se acabe pronto. Por suerte, Adrien finalmente sale de su estupefacción y se adueña de toda la atención antes de que se me escape algo que no debería decir.

―Hey, ¿a qué se debe esta sorpresa, Bridgette? Deberías haberme dicho que vendrías. Habría ido a buscarte al aeropuerto.

Adrien se acerca a la chica con una sonrisa amigable y la guía hacia el sofá mullido color canela que hay en la esquina opuesta del estudio, donde la invita a sentarse sin decir una palabra.

Me doy cuenta al instante que he pasado a segundo plano, y aunque no es el ambiente más cómodo para mí, aún restan por lo menos unos treinta minutos hasta que el chófer que el señor Agreste me designó venga a buscarme.

Sin mencionar que yo estuve aquí primero, así que…

Suelto un suspiro silencioso y me doy la vuelta, obligándome a mí misma a concentrarme en mi trabajo y no en la conversación que se lleva a cabo justo detrás de mí.

Lo cual, siendo chismosa… digo, curiosa, me resulta muy difícil.

―Quería que fuera una sorpresa, por eso no te avisé. Deberías haber visto tu cara… ―ella suelta una risita, divertida.

―Me alegra que vinieras ―por el tono de voz, Adrien está feliz―. ¿Tuviste un buen viaje?

―Bastante normal, diría. Aunque mejor que el que hice a Suiza el mes pasado.

―Suiza. ¿Encontraste lo que fuiste a buscar allá? ―el suspiro que la chica suelta en respuesta suena agotador.

―Por desgracia, no.

―Al menos te divertiste, ¿verdad?

―Para nada. ¡Fue tan aburrido! Pagué hospedaje para un mes y terminé regresando a la semana.

Yo quisiera tener ése tipo de problemas...

―Bueno, a veces pasa ―concluye Adrien, su voz tiene un tinte incómodo―. Entonces dime, ¿qué tal Inglaterra?, ¿alguna novedad?

Nah. Lo mismo de siempre. Lluvia, humedad, falta de vitamina D ―ambos ríen por la broma y de reojo alcanzo a ver que ella hace esa cosa con su cabello que sólo las chicas con lindo cabello hacen―. ¿Y qué me dices tú?

Adrien se encoge de hombros.

―Nada nuevo. Te lo he dicho todo por teléfono ―ella chasquea la lengua al oírlo.

―Claro, fingiré que dices la verdad.

―¿Qué podría estar ocultando? ―ante la pregunta, hay un silencio extraño que dura lo suficiente para que yo alcance a contar cinco Mississippis.

―Sé que hay cosas que no me dirías por teléfono ―responde Bridgette al fin. El aire jovial y relajado se ha ido de sabático y la tensión es tan densa y palpable que hasta a mí me cuesta respirar.

―¿A qué te refieres, Bridgette? ―la voz del rubio también ha cambiado.

¿Y si mejor me voy de aquí ahora? Me siento fuera de lugar...

¡Aguántate, idiota! ¡El chisme, el chisme es importante!

Bueno, no puedo argumentar nada contra eso.

―¿Por qué no me dijiste que Félix estaba aquí?

De nuevo, más y más silencio incómodo, uno que apenas es amortiguado por el sonido de suaves respiraciones y pinceladas aleatorias.

―¿Debería haberlo hecho?, no recuerdo que preguntaras.

―Adrien…

―Dijiste que estabas enfadada con él y que no querías volver a verlo.

Oh, vaya, suena familiar.

―Sí, lo dije, y sí, estaba enfadada, pero eso fue antes ―Adrien resopla, lo que hace que Bridgette se ponga de pie con un movimiento brusco. Por un instante pienso que se irá y todo terminará ahí, sin embargo, resulta que sólo quiere gastar un poco de energía caminando por el estudio y distraerse tocando cosas.

Mis cosas, pero a quién le importa...

―¿Qué fue lo que cambió, Bridgette? ¿Hablaste con él?

―¡Ése es el problema! ¡Félix no quiere hablar! ―la dulzura y suavidad que había en su voz se han disuelto en una fuerte y exasperada mezcla de impaciencia―. Está bien, me equivoqué. ¡Ambos lo hicimos! ¿Por qué demonios se pone en plan de víctima? ¡Estoy harta!

―Bridgette, cálmate. ―Adrien también se pone de pie y camina hacia ella dando pasos suaves.

―¡Es que no lo entiendo! ¡Yo debería ser la más enfadada de los dos! ¡Ni siquiera me dijo por qué se fue, tuve que descubrirlo por mí misma!

―Bridgette, respira conmigo ―el rubio la toma de los hombros y la insta a copiar sus acciones. Inhala y exhala lentamente.

―¿Quieres saber por qué huyó? ―pregunta ella, suena menos alterada, pero igual de molesta―. ¡Sólo porque le dije que tú me habías gustado primero! ―exclama y es entonces cuando me arrepiento de haberme quedado aquí.

Oírla decir aquello de esa manera, con ese tono sardónico e incrédulo, casi burlón, hace que mi corazón duela. El pincel en mis manos cae al suelo y se rompe tras el impacto, provocando un golpe agudo y estridente.

Dos pares de ojos se posan sobre mí.

―Tengo que irme ―es todo lo que alcanzo a decir mientras tomo mi bolso con prisa y salgo de la habitación sin atreverme a mirar atrás.

Me tiemblan las manos, me pican los ojos y todo lo que puedo ver frente a mí es… Félix.

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El amor de un impostor (Félix y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora