26. Cálido Consuelo

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Narra _____

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Narra _____

Sus brazos son cálidos y acogedores. Su aroma nostálgico y familiar. Mi corazón se contrae en mi pecho al recuperar todos aquellos recuerdos de nuestros días juntos que yo misma me había obligado a enterrar y me permito saborearlos de nuevo, sólo por esta vez.

Revivo todos esos abrazos inesperados que él me daba desde atrás, su voz ronca y melódica acariciando mi oreja, su risa enternecida cuando me despertaba en su cama y ocultaba mi rostro avergonzado debajo de las sábanas. Sus caricias. Sus besos. Nuestras aventuras.

Era radiante. Era dulce. Fue precioso.

¿Pero fue real?

Esa es la única pregunta que sigue apartándome de los recuerdos, de los sueños, del anhelo ardiente que siento por Félix. De las enormes ganas que tengo de abrazarlo, hundir mi rostro en su pecho y llorarle. Llorarle como una ingenua sin remedio mientras le ruego que no vuelva a mentirme. Que se quede y que me ame, que me ame de verdad esta vez. Porque yo lo amé y lo amo tanto que no soportaría otra traición, otra mentira. Porque cada día que pasa es más difícil seguir lejos de él.

Y entonces las palabras de Bridgette se repiten en mi cabeza como algún tipo de tortura, una grabación descompuesta, un disco rayado, una obra ensayada que se produce y repite y corta y produce nuevamente.

«Sólo porque le dije que tú me habías gustado primero»

«Tú me habías gustado primero...»

"Adrien es el chico del que me enamoré en primer lugar, ¿por qué no estaría feliz de tener su atención?"

El recuerdo de mis propias palabras llega a mi mente con una potencia destructiva y el sabor en mi boca se vuelve amargo y desagradable. El llanto empeora y me siento como la persona más cruel en el planeta.

¿Cuánto daño te hicieron mis palabras, Félix?

―Oh, no, no, no. Baby girl, no llores, no llores... ―sus pulgares son gentiles, tiernos, tan suaves sobre mi piel húmeda que me hacen sentir como si yo fuera la cosa más frágil que él haya tocado, como si cualquier movimiento brusco de su parte fuera a romperme en miles de pedacitos.

Mi corazón no pasa por alto la forma en la que acaba de llamarme. El temblor en su voz, la desesperación y la inexperiencia. Parece que no supiera lidiar con mis lágrimas, con mi llanto, y éso hace que llore aún más porque... porque ojalá pudiera decir que él nunca me ha hecho llorar.

―Félix... ―vuelvo a balbucear, soy todo espasmos y sollozos. Sueno tan patética, pequeña y confundida. Mis manos se aferran a la tela suave de su camisa negra y él continúa secando las gotas de agua salada que se deslizan por mis mejillas.

Sus ojos verdes me miran con un calor abrazador y una intensidad asfixiante. Se nota que tampoco sabe qué decir o qué preguntar. Sus manos le tiemblan y puedo hasta jurar que veo una súplica silenciosa en sus facciones... "¿Puedo abrazarte?"

El amor de un impostor (Félix y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora