34. Viejas Costumbres

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Narra _____

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Narra _____

―Me invitaron ―respondo con obviedad.

―¿A ti?, ¿quién podría...?

―Amelie lo hizo. Tenías razón, ¿sabes? Es una mujer maravillosa... ―la simple mención de su nombre provoca una mueca extraña en el rostro de Bridgette y juro que puedo oír sus dientes rechinando incluso por encima de la suave música clásica que resuena en el salón.

Y como si hubiera sido convocada, nuestro improvisado concurso de miradas se ve repentinamente interrumpido por Amelie, quien se abre paso a través de la multitud y se detiene delante de mí con una gran sonrisa. Se ve alegre, emocionada y llena de energía.

Su vestido es precioso, negro, con drapeado y corte sirena. De cuello alto y sin mangas. Lleva unos largos guantes rojos de satén que combinan con el tono de su labial, y su cabello se encuentra recogido en un moño sofisticado, dejando a la vista sus costosos aretes de plata.

En definitiva, ella merece ser el centro de atención esta noche.

―¡Dulzura! ¡Si viniste! ―exclama mirándome con estrellas en los ojos. Sus enguantadas manos toman mi rostro con firmeza y deja un rápido beso en cada una de mis mejillas―. ¡Estoy tan emocionada por la subasta! Sé que es un secreto entre nosotras, pero me estoy muriendo por hacérselo saber a algunos de mis amigos por aquí. Será un éxito, ya verás...

―Si dices que será un éxito, será un éxito ―concuerdo con una sonrisa cómplice, orgullosa por haber sugerido la idea que la tiene tan contenta.

Su alegría es contagiosa y dejo que la emoción y la calma que ella me brinda aleje las malas emociones que había estado sintiendo.

Amelie se da por satisfecha luego de oírme reír, y la siguiente víctima en experimentar su imparable tormenta de energía positiva y besos en las mejillas es Adrien, quien se deja mimar y abrazar como el buen chico que es.

Luego de saludar y hacer reír a su sobrino, Amelie por fin gira sobre sus tacones y pone la mirada en su hijo, quien tiene la expresión más rara que le he visto hacer hasta ahora. Una que va desde la confusión, la sorpresa y la duda.

―Estuve esperándote más de una hora, Félix. ¿Por qué no me dijiste que ya estabas aquí? ―lo interroga Amelie con tono acusatorio. Félix me mira una última vez antes de volver su atención hacia su madre.

―Estaba a punto de hacerlo. Me distraje ―explica y Amelie lo observa con una sonrisa ladina y pícara.

Aww, ahora sé de dónde sacó su sonrisa...

―Has estado muy distraído últimamente, cielo. ¿Me pregunto quién podría...?

―Creo que yo fui quien lo distrajo. Lo lamento tanto... ―la voz de Bridgette se abre paso a través del bullicio y Amelie se ve obligada a mirarla por primera vez en toda la noche.

El amor de un impostor (Félix y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora