Soy un impostor. Mentí y engañé para conseguir mis propios intereses un sin fin de veces. Y nunca me había sentido culpable por ello... hasta ahora.
Ella me ama. Me mira y me sonríe. Sus ojos brillan con ilusión e inocencia.
Pero ella me llama "Adri...
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Narra _____
―Eres un imbécil.
―Lo sé.
―Y un manipulador.
―Me lo han dicho.
―Y el mentiroso más descarado que conozco.
―¿Éso es un halago?
―Y ni siquiera eres tan guapo...
Éso es mentira, por supuesto.
―Auch. Éso sí me dolió.
―Y aún así... ¿por qué demonios no te odio? ―me pregunto a mí misma frotándome los ojos con las manos, completamente irritada.
Félix se encoje de hombros y sonríe como un niño bueno.
Aunque de bueno no tiene nada.
¿A quien quiero engañar?, ¡el pendejo es perfecto!
―¿Es por que soy adorable? ―sugiere estirando su sonrisa hacia un lado.
―Sí, claro. Es éso ―ruedo los ojos y él se ríe.
Félix da la vuelta en la siguiente esquina y yo suelto un suspiro. El auto está lleno de su aroma y me es difícil mantener mis pensamientos ordenados, sin mencionar que el rubio junto a mí no ha dejado de mirarme de reojo todo el camino desde el café.
Bueno, luego de oír su "versión" de la historia y llegar a la conclusión de que es un maldito idiota sin una pizca de vergüenza, insistió en llevarme a casa aún cuando le advertí que tenía muchos insultos guardados para él.
¿Pueden creer que el muy descarado sólo sonrió y dijo "mientras pueda oír tu voz, no me importa si me insultas todo el día"?
¡Yo tampoco!, ¡el maldito sabe ponerme de los nervios!
Pero debo admitirlo… algo me palpitó al oírlo.
―¿Ya te quedaste sin insultos? ―cuestiona levantando una ceja ante mi prolongado silencio.
―Jamás.
―¿Entonces?
―Sólo estaba pensando.
―¿En mí? ―sus ojitos brillan con picardía.
―No, en Chat Noir, ¿crees que quiera salir conmigo? ―mi respuesta le hace fruncir el ceño.
―Si él no quiere, yo puedo hacerlo ―vuelve a sonreír y mi lucha interna no hace más que intensificarse.
Estoy bastante dividida en éste momento.
Es decir, una parte de mí, la parte más ingenua y enamorada, quiere confiar en él y darle una oportunidad de enmendar sus errores.
La otra parte, la más orgullosa, me grita que no debería ser tan fácil. Que debería hacerlo rogar por mi perdón y proteger la poca dignidad que me queda.
