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CUANDO DAMIAN SE PARO EN FRENTE DE LA VIEJA PUERTA DEL HOGAR DE ELIZABETH SINTIO un pequeño cosquilleo en su estomago, hace una semana que no la veía y sentía que había transcurrido una eternidad, extrañaba ver aquel rostro inocente que siempre se iluminaba cuando lo veía acercarse a ella. Ansioso toco con su mano libre el timbre de la casa y espero a que la dueña abriera el único objeto que le impedía visualizar a la castaña de contextura delgada.
Cuando la vio sintió que su día mejoro de forma inmediata. Aquel cálido sentimiento apareció sin previo aviso en su pecho pero que sabia que solo surgía cuando estaba junto a la latina.
—Bonita —le hablo en árabe como tanto a ella le gustaba.
Se acerco a pasos lentos al interior del hogar que le brindaba calidez cada vez que lo visitaba y miro a la chica que siempre estaba en sus pensamientos.
Pero ella tenia la mirada en cualquier otra parte menos en él.
Aquellos ojos castaños no lo estaban mirando con ilusión y emoción como tan acostumbrado estaba, la postura de la chica era totalmente tensa y notaba el nerviosismo a lejos.
Algo andaba mal.
—Damian —respondió con nerviosismo y manos temblorosas.
—Traje un par de cosas para cocinar y consentirte
Y Elizabeth se sintió aún peor al oírlo. El chico tenia esos detalles únicos con ella que solo demostraban el notorio interés que había en él por ser ese novio y destinado que siempre soñó.
La castaña no respondió y junto sus temblorosas manos por adelante de su cuerpo mientras que aun no tenia la suficiente valentía para mirar aquellos preciosos ojos verdes.
El superhéroe dejo las bolsas de papel en la encimera para luego acercarse con pasos lentos y cuidadosos hacia ella.
—¿Elizabeth? ¿Esta todo bi...?
—Tenemos que hablar —alzo sus mirada café topándose con una mirada verdosa cargada de preocupación y un deje de temor.
Su pecho dolió y se le había formado un nudo en la garganta que obligadamente trago.
—Claro ¿Qué ocurre? —se intentó acercar pero solo obtuvo un rotundo rechazo por parte de ella.
Había retrocedido torpemente como si le tuviera miedo y se sintió como una daga atravesando el pecho del azabache.
—Yo, esto
—Respira, sea lo que sea te escucharé
A ese punto Elizabeth solo quería romper a llorar.
—Debemos distanciarnos —apartó su mirada. —Creo que lo mejor es terminar con esto
—¿Que? —arrugo el entrecejo. —¿Hablas en serio? —obtuvo un asentimiento de cabeza. —¿Que? ¿Por que? ¿Qué sucedió?
