Capítulo 5

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5: Problemas en el paraíso

Vi a Kate en el suelo, tapándose la nariz, la cual estaba sangrando. Y a Rachel de pie, enfrente de ella, con el ceño fruncido mientras miraba a mi amiga. Estaba furiosa.

No tardé nada en levantarme para detener el siguiente puñetazo que Rachel le iba a propinar a la pelinegra.

—¡Cálmate! —exclamé, empujándola y Amy se levantó para ayudar a Kate a levantarse.

—¿Y tú para qué te metes? —me preguntó, empujándome de vuelta. Tenía los ojos empañados.

—No tienes... —estaba diciendo, con el rostro sonrojado, hasta que ella me calló con un puñetazo en el pómulo— ¡Puta loca!

Los profesores llegaron, entonces, y obligaron a que Rachel me acompañara a la enfermería. Amy fue quien acompañó a Kate a la otra enfermería, aunque hubiera preferido que hubiera venido conmigo. Max iba a venir conmigo y con Rachel, porque se lo pedí, pero Stacy se lo llevó a no sé dónde.

En realidad, no teníamos dos enfermerías como tal. Había un cuarto donde había una enfermera (o una alumna voluntaria) ayudando, el cual estaba a una punta del instituto, y el otro, el cual era exactamente el mismo pero más pequeño, estaba al otro lado del instituto. Teníamos eso, pero no aire acondicionado.

—No sé por qué tengo que acompañarte si yo...

—Joder, cállate ya —me quejé, acariciándome el pómulo, mientras caminábamos por los pasillos para ir a la enfermería—. Qué pesada.

Ella no volvió a dirigirme la palabra, cuando llegamos finalmente con la enfermera, ella comenzó a contarnos por qué era malo que nos peleáramos y que los jóvenes de hoy en día no entendíamos la gravedad de nuestros actos. Cuando se fue para buscar hielo, Rachel se sentó a mi lado el pequeño sofá.

—Lo siento —susurró.

Nos quedamos calladas, hasta que la enfermera volvió y me puso el hielo contra la cara, apretando.

—Auch.

—Tú te has metido en la pelea, no te quejes. Y tú —miró a Rachel—, y luego la acompañas a su clase, eh. Es el pacto que habéis hecho con los profesores para que no llamen a vuestros padres.

Volvió a retirarse, esta vez para ir al baño, pero yo ya quería irme de ahí. Nos había dicho que estábamos obligadas a quedarnos una hora más, porque si volvíamos a mitad de clase, no nos dejarían pasar.

—¿Te sientes mejor? —inquirió.

—¿Eres bipolar o qué? —exclamé, mirándola de reojo— Le rompes a Kate la nariz, a mí me rompes la cara y ahora te preocupas.

—Qué te jodan.

—¿Ves?

Se apartó un poco de mí, pero estuvo a punto de caerse del sofá porque era diminuto. Yo quería irme ya a clase, prefería hacer matemáticas a estar con ella.

—¿Se lo dirás a mi padre? —preguntó, en voz baja.

—No es mi intención, la verdad —confesé. Prefería ahorrarme todas las interacciones posibles.

Tus espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora