Capítulo 49

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49: Ya Juan de Dios

No creo conocer a nadie totalmente, ni siquiera a mí misma. Pero eso no es algo malo, si no humano. Creo que el hecho de no conocer a nadie realmente hace la vida más emocionante, porque no puedes predecir lo que dirán o harán. Aunque quizá por eso es doloroso cuando alguien en quien confías hace algo inesperado. Incluso sin saber que esa persona quería hacerlo, tú esperabas que no lo hiciera. Los humanos confiamos demasiado, todo el tiempo.

Pero solemos confiar en quienes queremos, por eso las traiciones son tan dolorosas, porque alguien a quien quieres jamás te haría daño, ¿no?

La mañana siguiente del suceso con Max, fui al instituto de la mano con Rachel, por primera vez. Recuerdo el tacto de nuestras palmas conectadas la una con la otra. Recuerdo su pulgar acariciando el dorso de mi mano. Me mordí el labio inferior para contener mi sonrisa, pero fue inútil porque estoy segura de que la notó, aunque no me lo dijo.

—Luego tenemos que ir al ensayo para el sábado —me recordó Rachel entonces, dándome un apretón en la mano para que la mirara. Bufé antes de posar mis ojos sobre los suyos. No paramos de caminar, habían muchas personas a nuestro alrededor empujándose las unas a las otras para llegar a la entrada del instituto.

—¿Nos lo saltamos y vamos al mirador?

La miré con ojitos de perro moribundo, pero en lugar de pena le causó risa. Gesto el cual se detuvo en cuanto pasamos por delante de sus amigos. Su cálida mano, la cual había estado sosteniendo la mía, desapareció dentro del bolsillo de su abrigo. Alcé las cejas mirándola, intentando averiguar por qué había dejado de cogerme la mano.

No soy tonta, lo entendí en cuanto vi esa sonrisa falsa que puso mirando a sus amigos. Greg y Lily. Y Sonia, pero ella estaba muy ocupada arreglándose una inexistente imperfección en sus labios.

—¿Qué tal? —Rachel le sonrió a Lily antes de abrazarla y yo me quedé estática viéndola. Bajé mis ojos para posarlos en mi mano, ahora solitaria y fría. Intenté no darle importancia.

Quise pensar que quizá Rachel era de las típicas que odiaban mostrar afecto en público, pero eso era mentira, porque con Oscar...
Oscar era alguien horrible con quien compararme, pero no podía evitarlo.

Si yo hubiera sido un chico, quizá... Da igual. No soy un chico y no era un chico y... Jamás seré un chico.

—Cansada —sonrió Lily acariciando el brazo de Rachel. Jugué con la cremallera de mi chaqueta, esperando a que pararan de conversar, para poder seguir nuestro camino.

Greg, quien había estado apoyando su espalda en la taquilla contínua a la de Lily, se acercó a mí alzando su puño con una sonrisa. Suspiré y usé la mano que Rachel había sostenido antes para chocar mi puño con el de él.

—¿Te sigue doliendo? —me preguntó
señalándose la ceja, para mostrarme a qué parte de mi cuerpo se estaba refiriendo. Le sonreí amablemente, intentando no desviar mi mirada de él hacia Rachel, porque no quería ser borde.

—A ratos. Ya casi nada.

La verdad es que sí me dolía a ratos, pero no había querido decirlo en voz alta porque me avergonzaba. Quería parecer fuerte, sobre todo alrededor de Rachel.

—Una vez Oscar me partió la cara así y estuve un mes con dolor —me dijo Greg y no pude evitar sorprenderme. Greg parecía una buena persona, no alguien quien se metiera en peleas.

Tus espinasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora